No, no se trata de un nuevo cuerpo de la benemérita, ni una nueva sección de la misma; tampoco, que se haya renovado o actualizado, ni que en el campo tenga ningún cometido -a saber-. Recuerda uno de niño, que aquella guardia civil de tricornio y capa al viento, de estampa muy de otros tiempos, de la que por autentico miedo y terror, todo el mundo huía de ella, y se escondían; de cruzarse con ella por el camino, se cogía una vereda distinta o se daba un rodeo, y hasta se volvía de donde se iba. Tanto era el pánico, que te podían echar por delante, y la amenaza mayor que se oía era: “¡que se lo digo a la guardia civil!”, y era la que dirimía pleitos y daba razón, y también porrazos. Pero, nada de esto es lo que les quería y quiero contar, sin olvidar, que un servidor, niño, y antes de ir a la escuela nacional, ya sabía leer y escribir -¡cosas de las madres de entonces!-, y ellos me requerían para que les firmara el parte en el que se verificaba ante el cabo o sargento, ciertamente habían estado por la zona o lugar, razón ésta por al que nunca les temí, salvo el respeto sin más que inspiran, que lo que les vengo a contar es lo siguiente: cuales guardias civiles de otros tiempos -idos afortunadamente-, tenemos quienes le emulan y hasta le superan en eso de patear –aunque van en coche- los del miedo ambiente, que asustan y dan más miedo, terror y pánico, que los citados, huyendo de ellos en cuanto los atisban y se les mira por si están o asoman, al hacer algo, no sea te sorprendan con la mano en la masa; es decir, cogiendo un puño de hierba para la cabra, plantando algo, limpiando un camino para poder pasar, o levantando una piedra caída de una pared. Terror y pánico (repito) dan estos del nuevo cuerpo cabildicio, que ayudados por una sección de la guardia civil -el seprona-, les hermanan con el pasado y al presente tienen a la gente con el corazón en un puño, dado que la broma de sus multas es algo que clama al cielo –tal es el afán recaudatorio, que por nada, te multan astronómicamente-, sin que la razón y la lógica medie de por medio, toda vez que en la interpretación de leyes y normas, son tan estrictos y al pie de la letra, que a pesar de la de billones y billones de tabaibas –pongo por ejemplo-, que lo copan ya todo, si te rozas por una de ellas, y le retiras o quitas un gajo, ya estás perdido, porque protegida la tabaiba –entre otras hierbas y arbustos -llamados por el vulgo “basuras”-, se te cae el pelo en la cárcel o tienes que vender cuanto tengas para satisfacer las ansias recaudatorias del cabildo, que sin aflojar un punto, y sin atender a alegaciones, se ratifican en lo multado, de forma férrea e inamovible, arruinando y parando el campo –entiéndase el campesinado- que no se atreve a dar un mochazo, a cortar una caña, ni una zarza, por más que se les enreden entre las piernas, por mor y miedo a la que se le puede venir encima de mano de esa “nueva guardia”, que imita la del pasado yendo todavía mucho más lejos que la antecesora, que jamás pudiéramos soñar, les emularan y ganaran en esto de apretar a sus semejantes de forma abusiva y canallesca, pues la primera te podía meter en el cuartelillo, que lo que son éstos, te meten en la cárcel; aquellos, te podían dar una paliza, que lo que son éstos te quita tus propiedades para cobrarse si no les pagas, y te dejan sin nada, y todo por podar un árbol –pongo otro ejemplo-, cuyas ramas te impiden entrar y salir a tu propia casa, y en tu patio sin permiso. Y ¡nada de quemar, por más protección o en bidón metas lo podado previo haberlo partido!, porque la remotísima posibilidad de un incendio donde no hay nada que arda y la manguera de agua al lado, sirva como atenuante, o freno, sino que haberlo hecho sin permiso, es la justificación para una multa descomunal y elevadísima cual si un crimen o asesinato hubieras cometido. Es que sencilla y claramente, el personal campesino, está amedrentado, acobardado, asustado, temeroso, viviendo sin poder vivir, viviendo con el alma en vilo...
El Padre Báez.