En España; han transcurrido algo más de tres meses desde los comicios generales, celebrados el pasado 20 de diciembre de 2015; mientras, los partidos políticos que lograron representación parlamentaria devienen incapaces de adoptar acuerdos, para la conformación de un Gobierno estable; por supuesto, anteponiendo el interés general del Estado. Llegados a este punto, cabría plantearse una cuestión, que resulta muy pertinente ¿EL modelo actual de hacer política demanda un cambio?
El título del presente trabajo es claramente ilustrativo; gran parte de los ciudadanos comienzan a tomar conciencia respecto a que, en la praxis, no se aprecian diferencias esenciales de un Gobierno en funciones frente al instituido formalmente, pues las instituciones del Estado continúan funcionando adecuadamente; al respecto, resulta oportuno recordar que el caso español, con ser significativo no es único; el caso de Bélgica resultó mucho más llamativo, por el largo período de tiempo sin Gobierno, rebasando más de un año; exactamente 541 días, y las cosas funcionaron perfectamente al igual, que a día de la fecha, viene aconteciéndose en España.
Llegados a este nivel; resulta oportuno plantear una pregunta ¿el actual modelo de hacer política está desfasado?, pues las instituciones del Estado (Seguridad, Defensa, Justicia, Educación, Sanidad, etc.), itero, vienen funcionado adecuadamente, pese a la parálisis de las Cámaras legislativas. No obstante; ciertamente, un País necesita de una clase dirigente política; pero en todo caso, a la altura de las expectativas requeridas por una sociedad en continua evolución. La actual forma de hacer política, ha perdido el contacto con la realidad social exigida, propia de un siglo en el que las corporaciones transnacionales capitalistas, es decir, la globalización y liberación de los mercados, demandan responsabilidad, transparencia en la gestión, honradez, honestidad, fiabilidad, equidad, estabilidad, etc.; en definitiva, exige una clase de políticos con talla de estadistas que antepongan el interés general sobre los particulares ideológicos «partitocraticos» o de partidocracia (1); por lo tanto, visto lo visto, la actual clase política española, salvo excepciones, trasciende o sobresale su postura más partidista que la estatalista.
En referencia a los actuales acontecimientos políticos por los que atraviesa el País; hasta el día de la fecha, la clase política que ha conseguido representación parlamentaria ha optado por desoír el mandato popular, es decir, formar una coalición, conforme a las circunstancias exigidas, tendente a dar un Gobierno de estabilidad en pro de los intereses del Estado; cosa a la que, todos, han venido, en mayor o menor medida, rehusando, amparados en razones ajenas a los intereses generales del Estado-nación, prefiriendo anteponer los intereses, itero, partidistas o ideológicos por encima de los del pueblo soberano, con claro y palmario desentendimiento o indiferencia a lo expresado en las urnas por los electores; asimismo, obviando a los más de nueve millones (9.280.639) de españoles que decidieron, por razones diversas, no emitir su voto; otro tanto, respecto a los 226.997 mil ciudadanos que votaron nulo y a los 187.771, que votaron en blanco (2); muchos de ellos, probablemente, hartos del bipartidismo demagógico y del “tú más”; e, incuestionablemente, influidos en alto grado, por la corrupción e impunidad que la ciudadanía percibe respecto de gran parte de la clase política (local, provincial, autonómica, estatal, europeísta, etc.); haciendo de menos a los ciudadanos una vez han obtenido el mandato; quizá vaya siendo hora, por parte de todos, de entrar a repensar la política en mayúsculas; baste echar una ojeada a las hemerotecas y hacer una búsqueda en Internet, para ver el desafuero y malversación de caudales públicos al que se ha llegado en España, para entender el desafecto y desapego de una gran mayoría de españoles respecto a las formas de hacer política.
Los políticos con representación, itero, deberían anteponer el interés del Estado por encima de cualesquiera otros partidistas o ideológicos; por ello, sería sensato exigirle a la clase política en general, un cambio radical en el hacer, que resulte plenamente acorde con lo demandado por la ciudadanía (pueblo soberano).
No queda por menos que aseverar, que el modelo actual de hacer política, en el mundo en general, está cambiando de manera acelerada, es una realidad insoslayable e cuestionable; los Estados-nación, han perdido su capacidad de soberanía en todos los sentidos, especialmente respecto al manejo de la economía; todo ello, impulsado por las corporaciones transnacionales de capitales, verdaderos motores de los cambios, impuestos a nivel mundial. Como referencia; al respecto, baste citar algunos de los múltiples tratados e instituciones transnacionales en funcionamiento, que se han venido implementando, especialmente finalizada la Segunda Guerra Mundial (1939/1945), sin ser sometidos a elección alguna; destacan: a) Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio (GATT) Habana 1947; b) Organización Mundial del Comercio (OMC) Ginebra 1995; c) Fondo Monetario Internacional (FMI) Bretton Woods, con sede en Nuevo Hampshire 1944; d) Banco Mundial (BM) Bretton Woods, con sede en Washignton 1944; e) Banco Europeo de Inversiones (BEI) Luxemburgo 1958; f) Tratado de Libre Comercio de las Américas, Miami 1994; y, por su transcendencia para los países de la Unión Europea y los Estados Unidos de Norteamérica, cabe mencionar las negociaciones que se vienen gestando para implantar la puesta en marcha de la Asociación Transatlántica para el Comercio y la Inversión (TTIP o TAFTA); por lo tanto, cabe afirmar que los parlamentos nacionales no toman decisiones de manera endógena, pues los mandatos vienen dictados exógenamente, desde las instituciones transnacionales, que, de manera obligatoria han de ser adaptados en cada uno de los países firmantes, es decir, de obligado cumplimiento, pues se trata de normas de «ius cogens» entre los miembros; de tal manera, que los países deben acatar /o someterse a cortes de arbitraje creadas ex profeso, ajenas a los tribunales nacionales.
En conclusión; los fundamentos de la nueva forma de hacer política, hoy día, nada tienen que ver con los de siglos pasados; siendo pertinente plantearse una remodelación de las formas de representación política, pues es más que evidente que a la fecha, las diferentes clases de políticos electos, han venido reconociendo de manera explícita y constatable, su incapacidad manifiesta para gestionar, directamente, muchos de los servicios y empresas públicas (3); al punto de entregar a manos de empresas privadas, mediante diversas formulas de gestión y/o concurso muchos de ellos, incluso en algún que otro caso de bienes de carácter esencial (agua, energía eléctrica, transportes aéreos, marítimos, educación, sanidad, seguridad, etc.). Por lo que, no queda más que replantear la conveniencia de un cambio del modelo de gestión de los órganos de la diferentes administraciones públicas locales, provinciales, autonómicas, estatales, supranacionales, etc.; Asimismo, cabría mencionar la imperativa reforma de las estructuras estatales, al punto de recomendar la amplitud de competencias al Jefe del Estado, mediante la creación de gabinetes de gobiernos bajo las órdenes del presidente o jefe del Estado, un modelo de tipo presidencialista, compartido con la gestión de las empresas privadas con responsabilidades. El pueblo soberano erigiría, cada cierto periodo de años, al jefe del Estado y a los miembros del gabinete presidencial, mediante un sistema de elección directa mayoritaria y, con mandato revocatorio; por otro lado, la consabida separación de poderes es una cuestión a revisar, pues en realidad la cuestión judicial y legislativa, podría quedar a manos de funcionarios que responderían de su función, ante el gabinete. Por supuesto, para todo ello se hace imprescindible una reforma constitucional acorde a la realidad económica, social y política que vivimos en el siglo XXI. Las fórmulas adoptadas, con sus modificaciones y/o adaptaciones, resultan infructuosas y agotadas, pues la sociedad exige cambios que el actual sistema de partidos políticos estatales no resulta operativo, pues están diseñados para épocas pretéritas, ampliamente rebasadas por la realidad en la que estamos inmersos. En definitiva, será la praxis corporativista de las transnacionales de los capitales las que, finalmente, terminen diseñando el modelo político acorde a seguir; sea el modelo que resulte; no siendo objeto de desarrollo, por exceder el ámbito expositivo del presente ensayo.
Entiendo que habrá, posiblemente, muchos a los que lo expuesto les parezca yerro; nada más lejos de la realidad, todo cambio de modelo, a lo largo de la historia del mundo, en sus albores habrá resultado demencial, especialmente para las clases dominantes y/o acomodadas, incapaces de reestructurarse desde dentro; por ello, todo tipo de cambios han surgido o devenido de manera externa al poder instituido ya desfasado; a título ejemplificativo mencionar, por todos, la Revolución francesa, siglo XVIII (1789/1799), derrocamiento de la monarquía e instauración de la República. (4)
Juan F. Ramírez (Abogado, Analista e Investigador político)
Zoón Politikón (Animal político): El hombre es un animal político que vive en comunidad (ARISTOTELES/384-322 a. C. – “Política”); pudiendo afirmar, que la función básica de un Estado conlleva facilitar el bienestar de sus ciudadanos, es decir, de los diferentes grupos humanos asentados en el ámbito territorial-administrativo, bajo su potestad soberana.
INDICACIÓN: La exposición ofrecida “ut supra”, se ampara en la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Adoptada y proclamada por la Resolución de la Asamblea General 217 A (iii), del 10 de diciembre de 1948; concretamente conforme a lo establecido en su Art. 19: “Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión”.
Citas utilizadas:
(1) GARCIA-TREVIJANO F., Antonio, “Frente a la Gran Mentira”, Espasa Calpe, S.A., Madrid-1996: “…forma actual de oligarquía partidista llamada Estado de partidos o «partitocracia», bajo forma monárquica o republicana” (pág. 245 in fine)
(2) https://resultadosgenerales2015.interior.es/congreso/#/ES201512-CON-ES/ES
(3) GERRAD WINSTANLEY, “La Ley de la Libertad”, Tecnos, Madrid-2005 “…el Parlamento, que es el padre del territorio, no debe de dar su consentimiento a que se compre o se venda la tierra…” (Pág. 121)
(4) Proceso social y político acaecido en la Francia del siglo XVIII, que supuso el destronamiento de la monarquía encabezada por Luis XVI (Casa real de los Borbones), estableciéndose la I República; todo ello, causa de una clase gobernante (nobleza, clero y burguesía), incapaz de dar respuesta a los graves problemas que desmoronaban el Estado.
Bibliografía recomendada:
a) COLOMER, Josep M., “El gobierno mundial de los expertos”, Anagrama, Barcelona-2015
b) MAX-NEEF, Manfred y B. SMITH, Philip , “ La economía desenmascarada, del poder y la codicia a la compasión y el bien común”, Icaria-Antrzyt, Barcelona-2011.-
c) ROBINSON William I., Una teoría sobre el capitalismo global: producción, clase y Estado en un mundo transnacional”, Siglo XXI, México, marzo 2014.-
d) MONTERO BEJARANO, Daniel, “La Casta – El increíble chollo de ser político en España”, La Esfera de los Libros, S.L., Madrid-2009.-
e) ARISTOTELES, “Gran ética”, Sarpe, S.A., Madrid-1984.-
f) MONTESQUIEU, “Del espíritu de las leyes” Tomo I, Sarpe, S.A., Madrid-1984.-
g) MORO, Tomás, “Utopía”, Sarpe, S. A., Madrid-1984.-
h) ROUSSEAU, Jean Jaques, “El Contrato Social”, Sarpe, S. A., Madrid-1983.-
i) PLATÓN, “DIALOGOS – IV. República”, Ed. Gredos, S. A., Madrid-1988.-