La Asociación Cultural Pueblo Maho de Lanzarote denuncia la pasividad de las administraciones con competencia en la protección del suelo, ante el incremento de la reciente costumbre de modificar el territorio apilando piedras. Cada vez aumenta el número de personas que manifiestan poseer escasa conciencia de la necesidad de respetar el suelo y de no dejar su huella a su paso. Reflejo de esa carencia de sensibilidad con el patrimonio natural de estas islas es la existencia de los múltiples lugares que existen en los que se han levantado piedras sobre piedras, posiblemente en el intento de crear arte o de encontrar armonía, mientras como contrapartida se atenta contra la integridad de la fauna y flora que habita entre las piedras.
Las administraciones competentes deben actuar ante esta nueva afición para frenar su práctica y evitar que se siga o se aumente desarrollando campañas de concienciación e interviniendo en los espacios afectados para borrar estas huellas. Ello trae consigo que aumenten las áreas intervenidas y cada vez más playas, interiores de calderas, laderas de montañas o llanuras pedregosas están afectadas por esta práctica que se vuelve rutina para las personas que visitan Lanzarote y para las que aquí residen.
Este hecho nada tiene que ver con la espiritualidad que practican personas taoístas o budistas, o bien por pertenecientes a las culturas originarias de América del norte o del sur, entre otras, donde el profundo sentido espiritual de estas comunidades culturales, les posibilita vivir en armonía con la naturaleza de la que dependen. Sin embargo, la práctica que se desarrolla en Lanzarote responde a un propósito diferente, aunque en ocasiones se intente explicar que se trata de un proceso a través del cual se pretende alcanzar un equilibrio entre las personas y el medio físico. Con esta actividad se pretende obtener una imagen con la obra creada, dejar un recuerdo de su paso, irse del lugar con un selfie y dejando tras sí un reguero de apilamientos de piedra que nada tiene que ver con el territorio salvaje y sin huella humana con el que nos encontramos al llegar.
Pero es que además de ello, esta práctica conlleva nefastas consecuencias para los ecosistemas a los que se agrede, al destruir el hábitat de multitud de seres vivos -vegetales y animales-, muchos de los cuales permanecen ocultos a nuestra mirada por ser microscópicos. A la avifauna también se le perturba, pues muchas de ellas anidan y crían entre las piedras que ahora permanecen apiladas, alterando su tránsito, además de significar un peligro dada la fragilidad de estos apilamientos. Igualmente se altera la vida de los reptiles al modificar su hábitat impidiendo una movilidad normalizada, y de las plantas que crecen al soco de las piedras al tener mayor capacidad de guardar la humedad nocturna. Se destruye el hábitat de las especies vegetales y ello repercute en la frecuencia de la presencia de los insectos -escarabajos, arañas, hormigas-, de los que se alimentan las aves y los reptiles de los que existen variedad y aportan calidad natural al suelo. Los reptiles utilizan estas piedras para coger sol y calentarse, fabricar sus pequeñas madrigueras o acomodar los huevos para que se calienten. Las piedras es el refugio de las aves y de los reptiles, además de las plantas. Con la práctica de apilar las piedras, esta cadena de vida y evolución de los ecosistemas se ve alterada y rota. Además de ser una actividad carente de sentido, al restringirse a una moda y un souvenir, existen otras dos vertientes que son necesarias reseñar:
- La pérdida de las piedras o su alteración, acentúa la merma del suelo -tierra o arena- al no tener un elemento importante para su cohesión y facilita la muerte de las especies vegetales que crecen y se desarrollan al abrigo de las piedras. Igualmente, cuando se produzcan escorrentías, el suelo se erosiona y se pierde más fácilmente.
- En ocasiones, estas práctica de realizan en zonas arqueológicas y paleontológicas, tal y como hemos comprobado recientemente en la localidad de El Cuchillo, donde además de las piedras, se apilan materiales arqueológicos de pertenencia indígena.
Tenemos que ser conscientes de que estos actos -por inocentes que parezcan- tienen repercusiones negativas en el patrimonio natural. Por ello, la administración debe arbitrar cuantas medidas se precisen para frenar estos atentados, para lo que existe multitud de recursos que se encuentran a su alcance: informando en los lugares de residencia de la población turista, como hoteles y apartamentos, instalando cartelería o pequeños dípticos de cartón en las mesas de desayuno, informando a los empresas de vehículos de alquiler para que se sumen a esta propuesta, retirando las acumulaciones creadas, disponiendo pequeños paneles, allí en los espacios donde se advierta más reincidencia, cuñas en la radio pública, entre otras múltiples medidas, algunas de las cuales desarrolla la Asociación Cultural Pueblo Maho, al entender que la conservación de Patrimonio natural y cultural no debe quedar solo en manos de la administración, especialmente si cuenta con una larga trayectoria de pasividad, tal y como demuestra, y además manifiesta ser más ágil en llenar las vías de carteles, que de actuar de manera eficaz y continuada, y no en un solo y único acto para cumplimentar una visita.