Hace bastante tiempo que el ciudadano normal considera a la clase política con la peor opinión desde, prácticamente, todo el período que llevamos de democracia y esas cosas no suceden porque sí, ni porque un día la gente se levanta de mucha mala uva, sino porque está decepcionados de la prepotencia y de la mediocridad instalada en los organismos públicos y más concretamente en el Cabildo de Lanzarote. ¿Prepotente? Sí, cuando se pretende ejercitar el poder de manera abusiva, cuando el cumplimiento de leyes y normas son para los demás menos para ellos. La prepotencia suele asociarse a la soberbia y la arrogancia.
“Voy a poner balizas en toda la parte de las dunas de Famara para que los coches y las caravanas no puedan aparcar” absurda declaración de la consejera de Medio Ambiente del Cabildo de Lanzarote "Elena Solís".
"Elena Solís reúne a los vecinos para buscar soluciones a la masificación turística de Famara".¡Igual pretende reducir el aforo!
El sujeto prepotente tiene una excesiva valoración de sí mismo, se siente superior a los demás, por lo que no duda en tratar de imponerse, convencido de que el resto de la gente debe someterse a su voluntad.
Siempre he creído que a la política se ha de ir con afán de servicio, con ilusión de aportar y con la humildad suficiente para aprender, obviando la prepotencia, la chulería y –sobre todo- la soberbia.
No se puede llegar al mundo político asumiendo responsabilidades que no son de sus competencias y faltando el respeto a otros organismos oficiales y a sus dirigentes, se debe tener mucho cuidado de no hacer un uso incorrecto, inapropiado o ilícito por ser un simple cargo público de un organismo supuestamente superior, se tiene que respetar las competencias de los demás.