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Llega muy tarde: la hipocresía de un “NO A LA GUERRA”. (parte 1 de 2 de vivencias en Ucrania)

 |  05 de marzo de 2022 (20:22 h.)
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RAMÓN GONZÁLEZ - VOZ EN GARROTE VIL, Y ACTIVISTA POLÍTICO.    Me pongo a escribir esto tratando de contener la rabia y la indignación que me producen las reacciones de la izquierda occidental y de la sociedad en general sobre el contraataque ruso contra Ucrania.
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Necesitamos NUEVOS AIRES

La verdad es que no espero gran cosa con esto. Tengo de sobra comprobado que no hay más ciego que el que no quiere ver, y que por mucho que todos repitáis mil veces que la tele manipula, seguís bailando al ritmo que os marcan desde los medios de masas de occidente.

Desde ayer he visto las redes sociales llenas de cartelitos de NO A LA GUERRA a los que habéis quitado los casi 20 años de telarañas desde la guerra de Irak.

Podría decir que esos mismos carteles han estado olvidados en el fondo del cajón de la infamia, mientras Israel masacraba Palestina. Mientras EE.UU. arrasaba Afganistán, o Libia, en bombardeos masivos que han causado la muerte de más de 150.000 personas, incluyendo miles de niños. Muertes que EE.UU. se ha negado a investigar. Pero decir todo esto, sería demasiado fácil. Podría decir que cuando los medios os dijeron otra vez, que al igual que con Libia había que intervenir en Siria, os habéis mantenido callados mientras USA atacaba a un país soberano y saqueaba sus reservas de petróleo.

También podría decir que en lo que va de mes de febrero del 2022, ha habido muertos en Palestina, en Damasco por bombardeos de Israel, al igual que en Yemen o en Somalia. Y vuestros cartelitos seguían olvidados.

También podría decir que las políticas occidentales han causado un genocidio constante en las aguas mediterráneas, pero sería poner en bandeja el que 4 cara/culos me tachen de demagogia. Se ve que hay muertos que importan, y otros que no.

Como decía Malcolm X, tened cuidado con los medios de comunicación porque si no vais a acabar defendiendo a los opresores.

Pero quiero centrarme en la guerra que estalló en Ucrania en el año 2014, a la cual, vuestros insulsos carteles están llegando 8 años tarde. Todo el mundo puede despistarse, todos podemos cometer errores, pero también es posible que haya algo más perverso en según qué “descuidos”.

Tener memoria es algo muy importante, y más en una sociedad que fabrica conflictos de usar y tirar para los que la mayoría de personas sólo actúan poniendo un avatar de moda en su foto de perfil, y que días después con la aparición de cualquier noticia de la prensa rosa, del futbol o de cualquier gilipollez caduque en un suelo infértil.

Antes de nada, hay que entender que una guerra hoy en día no aparece de la nada y que muchos de nosotros entendemos que la guerra global comenzó hace mucho tiempo. Otra cosa es que los medios de comunicación de los que nos alimentamos, decidan qué tiempo hace, o qué conflictos existen o no existen, pero son muchísimos rincones del mundo los que desde hace años están en guerra y son invisibilizados debido a que los intereses económicos que hay detrás favorecen a la alianza occidental USA-OTAN.

Desde hace años OTAN-USA ha ido faltando a su compromiso y levantando bases militares estableciendo allí sus tropas por toda la frontera rusa, con la intención de debilitar, y asediar a los países euroasiáticos que podían hacer competencia al dólar y al euro.

Es tan fácil como buscar en un mapa las bases de la OTAN por el mundo y veréis como los movimientos militares de acoso llevan años sucediendo.

La Guerra de Ucrania es sólo un capítulo más de una serie mucho más extensa y es esencial tenerlo en cuenta a la hora de analizar los hechos de los últimos días.

Antes de nada, y para prevenir a los “niños rata” que aparezcan, diré que Putin me da asco, y que Rusia no es la URSS y sus políticas nada tienen que ver con su pasado soviético, pero me niego a poner el foco en Rusia, porque considero que es poner el eje de la balanza en un lugar erróneo y que sólo puede dar pie a posiciones manipuladas.

Voy a centrarme en mi querido pueblo del Donbass.

Cuando en el 2013 surgió el movimiento Maidán como una supuesta respuesta social a la corrupción política, los obreros y mineros del Donbass lo veían con simpatía, pese a que ellos estaban inmiscuidos en una huelga del carbón, de unas ciudades abandonadas desde hace tiempo por las administraciones, que quedaba muy lejos de la vida de la capital.

Desde aquí también vimos las imágenes de las manifestaciones multitudinarias en Kiev y de cómo se enfrentaban con mucha violencia contra la policía.

Hasta ahí todo iba bien. Las banderas rojinegras le daban el toque guapo para que para una sociedad del espectáculo como la nuestra se pusiera a aplaudir los símbolos y apoyar esos movimientos.

La cosa empezó a torcerse cuando los manifestantes que atacaban a la policía iban uniformados paramilitarmente y empezaron a aparecer símbolos nazis en sus escudos. Algo empezaba a oler mal. La bandera rojinegra resultó ser el símbolo del ejército insurgente ucraniano del nazi Stepan Bandera, que se alió a los nazis alemanes en la Segunda Guerra Mundial, llevando a cabo matanzas de sus compatriotas ucranianos judíos, que llegaron a escandalizar a los propios alemanes.

Es curioso ver como si alguien tira una piedra a la policía en Euskadi, Catalunya o Madrid, es poco menos que un terrorista, y cuando alguien quema vivo a un policía en Venezuela o Ucrania, es un activista por la libertad.

El caso es que los sucesos de después fueron por todos conocidos. El presidente Yanukovich (otro corrupto más, como cualquier otro) abandonó Ucrania y el golpe de estado colocó a un fascista reconocido como Poroshenko. Los nazis tomaron las calles. Poco a poco iría descubriéndose que tales protestas eran sostenidas por maletines de dólares americanos que insuflaban para levantar ese monstruo de la guerra.

La violencia desde entonces ha sido salvaje y diaria. Lo primero que hicieron fue acudir a las sedes comunistas y antifascistas y destrozarlas. Los grupos nazis armados llegaron a todas las asambleas, y dijeron, o con nosotros u os matamos. Muchos huyeron y se alejaron, otros supuestos compañeros se unieron a las filas nazis en pos de la Unidad de Ucrania. Un esperpento, pero así fue.

La población de Ucrania es muy heterogénea, con un 20% de gente de ascendencia rusa, principalmente establecida en el este del país, en la cuenca minera del Donbass. También hay tártaros, bielorrusos, rumanos, moldavos, polacos húngaros, gitanos, judíos etc.

. En el este de Ucrania, cuando Stalin mando a miles de obreros rusos a poblar la abandonada zona del Donbass, rica en carbón, para que explotasen las minas, se fusionaron las familias rusas y ucranianas creando una convivencia sana con más amor fraternal que odio. Las familias de padre ruso y madre ucraniana y viceversa eran de lo más normal allí.

Pero siniestramente, años atrás, algo estaba fraguándose

En primer lugar, desde la educación se empezó a lavar la cara del ejército insurgente de Stepan Bandera, que habían sido considerados como proscritos antipatriotas, y empezaron a venderles en las escuelas como “héroes por la patria” (a día de hoy es fácil encontrar libros de primaria con niños dibujados con los emblemas rojinegros de estos salvajes asesinos).

Por otro lado, desde las principales tertulias políticas de la televisión ucraniana, empezó a crearse el caldo de cultivo de odio étnico muy bien diseñado y cocinado, en el que se vendía a la población rusa como la culpable de todos los males económicos que sufría el pueblo ucraniano. Todo esto enrevesado por la política local de Yanucovich que se decantaba por unas relaciones comerciales hacia Rusia, en vez de hacia la “próspera Europa”.

En estas tertulias empezaron a vender a la población del Donbass casi como monos subhumanos que solo servían para picar las minas de carbón, en contraste con la población ucraniana de Kiev con su universidad y su mundo moderno. Eso fue un bombardeo constante de odio étnico.

Hay un video por internet en el que se ve a un famosísimo tertuliano ucraniano diciendo “Es una verdad dura de aceptar, pero esa gente es un lastre, que nos empobrece, y ocupa un espacio que los verdaderos ucranianos necesitamos. Es duro decirlo, pero hay gente en Donbass que debe morir”. Así, sin vaselina. Durante años, mientras además paralelamente, el Pravy Sektor y Svoboda, los principales partidos nazis de Ucrania, formaban paramilitarmente con dinero occidental a sus militantes en técnicas de guerra y combate.

Volviendo al Maidán, el efecto de toda esta estrategia dio los frutos que esperaban. El odio nazi, y racista se tradujo en linchamientos por Kiev de las personas racializadas, homosexuales, de izquierdas, o nostálgicos del pasado soviético. Los asesinatos se sucedían cada día. En ese momento es cuando los grupos paramilitares de extrema derecha, se conforman como batallones militares oficiales, pagados con un buen sueldo directamente de las carteras de oligarcas locales como Kolomoski entre otros. Estos batallones se dirigen al Donbass.

Mientras estas formaciones marchan emulando en simbología y uniformes a los grupos nazis alemanes, los civiles de Kiev les aplauden mientras corean “muerte a los rusos”, “Gloria a Ucrania, gloria a los héroes”. Se mascaba la tragedia.

Mientras las unidades nazis se dirigían a arrasar al pueblo del Donbass, los civiles exaltados ultranacionalistas empezaron a imponer su ley en todas las ciudades. Lo primero que hicieron fue derribar todas las estatuas de Lenin (en el este hay una en cada pueblo) y a linchar a todos a los que consideraban enemigos de la patria.

Sin ir más lejos, hay muchas imágenes de sucesos distintos, en los que grupos de jóvenes y no tan jóvenes patean sin piedad la cabeza de ancianos que llevan flores a las estatuas de Lenin.

La mayor parte de esas palizas descontroladas acaban en muerte.

Las personas del este, de procedencia rusa, se ven obligados a reaccionar. Viendo la que se les viene encima, se empiezan a reunir en torno a las plazas y estatuas de Lenin para demostrar su postura, y organizar su autoprotección.

Llega el día fatídico que nos cambió la vida a miles de personas de muchos países. El 2 de Mayo de 2014.

La liga de futbol, “casualmente” en mitad de ese caldo de cultivo, organiza un partido amistoso “por la patria” entre dos equipos de futbol con hinchadas grandes fascistas. Antes del partido todos se unen en una manifestación por la unidad de la patria ucraniana.

Cerca del recorrido de esa manifestación se había establecido en la puerta de la Casa de los Sindicatos, un campamento de manifestantes anti-Maidan, de ascendencia rusa.

En Rusia su “semana santa”, está marcada por la historia soviética, y desde el 1 de mayo, Día de la Clase Obrera, hasta el 9 de mayo, conmemorando el Día de la Victoria contra el III Reich alemán, son días de fiesta, y la gente aprovecha para visitar a familiares y hacer excursiones. Por lo que el campamento anti-Maidán sólo tiene varios cientos de personas, en su mayoría jubilados y chavalillos.

En un momento determinado de la marcha fascista, se desvían del recorrido y se dirigen en masa hacia la Casa de los Sindicatos. Habría mucho que hablar de cómo sucedió todo y de que agentes estaban involucrados, pero si me meto en eso ahora, no acabo nunca.

El resultado ya lo sabemos tod@s. La gente del campamento viendo a esa masa enfurecida de nazis con banderas ucranianas, tuvo que refugiarse dentro del edificio.

Los nazis rodearon el edificio y lo prendieron fuego con todo el mundo dentro. Más de 50 víctimas, incluyendo chavales de 16 años, murieron calcinados. Hay imágenes al alcance de cualquiera de una mujer embarazada estrangulada por los nazis con un cable de teléfono mientras el resto de manifestantes gritaban “muerte a los rusos”.

La gente que trataba de huir de las llamas y se tiraba desde un tercer piso a la calle, eran recibidos con barras de acero y golpeados hasta la muerte por la turba de “civiles inocentes”.

Los datos reales es que además de esas 50 personas quemadas, hay otras 150 que desaparecieron sin saber nunca dónde habían acabado.

CONTINUARÁ: (es la parte 1 de 2 de vivencias en Ucrania)

Artículo de Ramiro Gómez, miembro de la Brigada Rubén Ruiz Ibárruri y participante en la Caravana Antifascista de Banda Bassotti.

Brigada Rubén Ruiz Ibárruri- Caravana Antifascista de Banda Bassotti

REMITIDO Y REPUBLICADO POR Ramón Francisco González Hernández – Activista Político y VOZ EN LA BANDA CANARIA “GARROTE VIL” – en solidaridad con la hermana BANDA BASSOTTI.  - https://lamanoylapluma.blogspot.com/

http://elrockdegarrotevil.blogspot.com/