Como si de diamantes en bruto se tratara, salían aquellos chiquillos a las calles para patear esos "rudos" balones de cuero recocidos. Apenas con un calzado semi-adecuado, el que lo podía tener, practicaban aquel fútbol de los llanos o de las antiguas salinas, lugares éstos que cubrían sobradamente todas las expectativas futboleras de aquellos niños de manera placentera, formando sus propios campos de fútbol con dos porterías hechas generalmente de grandes TOLUCOS. En el mejor de los casos, las porterías las construían con vigas de madera encontradas por ahí, "adornadas" con redes de barcos de pesca que "inocentemente" se cogían de Puerto de naos, cuando éstas eran como un "paisaje" más en estos muelles. Era su campo de fútbol, su diversión de las tardes y fines de semana, el pasatiempo de la mayoría de los chicos del barrio, para los más humildes casi no había más entretenimiento y a ello le dedicaban de lleno su tiempo de ocio.
El llano, el solar, la salina o el andurrial era el lugar preferido donde los chavales echaban sus partidos, lugares donde el nivel del terreno era de todo menos horizontal, algunos eran terraplenes de muy señor mío. Por supuesto el piso tenía de todo menos comodidad; nos podíamos encontrar desde gravilla a cualquier risco semienterrado, por lo que era muy raro que en los partidos no saliera algún chaval con los raspones ensangrentados. Un puño de tierra y a seguir jugando.
No existía la figura del árbitro; cada jugador, cada equipo señalaba lo que le venía en gana. Se tenía asumido ese rol y se aceptaba, con algún cabreo que otro, pero eran las normas NO ESCRITAS y eran para todos.
Apenas se jugaba por tiempo, generalmente se marcaba la duración hasta un tope de goles, aunque también había partidos que duraban hasta que la negra noche no dejaba ver más, o simplemente finalizaban cuando algunas madres requerían a su vástagos con aquellos "dulces" GRITOS.
Era ese fútbol callejero donde no habían equipajes, nos conocíamos y punto; ese fútbol de pandillas, de piques entre barrios, donde el dueño del balón era casi como el JEFE SUPREMO, donde se disfrutaba sin más, donde los partidos se hacían cortísimos y donde las ganas de vencer a tu rival se unían a las mismas de demostrar que eras el figurilla de tu equipo, a la vez que respetado y valorado por los adversarios.
Muchos KILATES en ese fútbol ya casi enterrado, no sólo por los buenos jugadores que engendró si no también por el empeño de aquellos niños de jugar sin medios, de aprender sin entrenador, de montarse sus particulares ligas sin más organización que el boca a boca entre las diferentes pandillas, barrios o escuelas.
Afortunadamente en la actualidad gozamos de muchas y buenas instalaciones para practicar fútbol, además que desde muy pequeños se tiene la posibilidad de formarte en muchos clubes de la isla. Sin duda los tiempos han cambiado para mejor en este caso, pero a la alegría de ver los estadios de fútbol con niños entrenando durante la semana, se añora el vacío y el silencio de los barrios que ven como aquellos bullicios futboleros de los más pequeños han quedado en el olvido. El pasado, pasado es.