El Beñesmer, o Fiesta de la Cosecha, era la festividad más importante de nuestros antepasados, ya que se procedía a la repartición de las cosechas entre todos los isleños. Al mismo tiempo se distribuían las zonas de labranza, pastoreo, pesca y recolección, para "el nuevo año que comenzaba". En dicho ritual se rompía el gánigo (vasija) utilizado a lo largo del año que finalizaba (como algo viejo e inservible), y se "estrenaba" uno nuevo.

En este "año nuevo", los canarios imploraban a sus divinidades (sobre todo a Chaxiraxi, la Diosa Madre), mejores cosechas, más lluvias y mayor fertilidad en la tierra (y en sus ganados) en el año que comenzaba... Cuando llegaron los castellanos (y sus divinidades), aprovecharon la devoción de los guanches hacia Chaxiraxi, para "convertirla" en su Virgen de Candelaria.