Las fiestas de Mácher en honor a San Pedro comenzaron este miércoles 22 de junio con la lectura del pregón a cargo de Ruth N. Corujo Saavedra, periodista vinculada al pueblo de Mácher a través de su familia y participación en las fiestas patronales.
PREGÓN DE RUTH CORUJO:
"Estimadas amigas, amigos, gracias por acompañarnos en el inicio de las fiestas de Mácher en honor a San Pedro.
Mi madre me dijo que un pregón no es válido si no nombro al santo patrón al menos cuatro veces, como mínimo. Comencemos.
San Pedro era un pescador originario de Betsaida, junto al Mar de Galilea, lago situado al norte de Israel. Según la Biblia, se llamaba Simón y tras unirse a los discípulos de Jesús de Nazaret, éste le dijo que lo iba a llamar Cefas, que en arameo significa roca y traducido al latín sería Petrus, Pedro.
“Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi iglesia. Te daré la llave del reino de los cielos”.
San Pedro, el elegido, se convirtió en príncipe de los apóstoles y primer obispo de Roma. Parece ser que los romanos condenaron a muerte a Simón Pedro por ser cabeza de la religión cristiana. Fue crucificado un 29 de junio del año 67, pero pidió que lo hicieran boca abajo porque no se consideraba digno de morir en la forma de su Señor.
Mucho más tarde, en el año 326, fue el emperador Constantino quien dijo que sus restos se encuentran en la colina vaticana de Roma y ahí tendría que construirse la antigua Basílica de San Pedro. Ese sería el embrión de la iglesia y el eje del altar tendría que estar encima de la tumba del apóstol.
Mi abuelo materno, Pedro Saavedra Robayna, de Mácher, no era pescador pero además de trabajar en las tierras como medianero, salía a pescar por la zona de los barrancos cercanos al pueblo. Falleció en julio de 1979, cuando yo todavía no había cumplido los 7 años, por lo que mis recuerdos son difusos. Sí recuerdo sus manos como piedras, que metía en el bolsillo para sacar algún caramelo y ofrecérmelo con una sonrisa. Y mi abuela, Carmen Umpiérrez Viña, madre de 9 criaturas y costurera, siempre se las arreglaba para tener sobre la mesa de la cocina algún plato de viejas y pejesverdes, además del agua de pasote que tan bien le sentaba.
No soy una pregonera al uso de este pueblo tan especial para mí y para todos ustedes. No nací en estas tierras y cuando era más joven tan solo viví durante una corta etapa en la maravillosa casa de mis abuelos maternos, en El Mesón. A pesar de estas circunstancias, Mácher forma parte de mi vida por sus fiestas, por su historia y por sus gentes. Y por mi familia.
Las fiestas de San Pedro evocan a la familia, a los bailes y la música, a las miradas entrelazadas, convivencia con primas y primos, tías y tíos, tíos abuelos como tía Juana y tío Pepe. Y la presencia protectora, siempre con nosotras, de mi abuela Carmen. Por supuesto que me transporta a la poesía, a la máquina de escribir y a las máquinas de coser, a los regalos confeccionados por las manos de mi abuela con telas que daban forma a bolsos, neceseres y estuches, a los juegos interminables, al dominó, a la guitarra, a las comidas por turnos, a las historias cercanas y a las tertulias entrañables, a la constatación de pertenecer a una familia y a una comunidad, a un pueblo.
Mi abuela Carmen decía que su abuela Juana Lemes tenía una letra preciosa y que había escrito en una pequeña libreta el lenguaje del abanico para comunicarse con amigas o amigos en fechas como estas, durante la celebración de las fiestas de San Pedro. Contaba que su madre Enriqueta Viña inventaba cuentos para entretener a mis tías y que estas le ayudaran en algún quehacer como pelar papas acariciando la piel para aprovecharlas al máximo o descabezar cebollas sin que se aburrieran demasiado. Esos cuentos debían ser de terror para mantener la expectación pues de hecho en mi memoria quedó la imagen de una niña con rabo de cerdo en la frente y de un niño que aunque estaba en un pozo de agua no paraba de levantar y mover un dedo de forma insistente.
Nuestros seres queridos viven la cuarta vida, la vida que existe cuando una persona es recordada. Estos recuerdos, los buenos recuerdos, forman parte de nosotros, nos sustentan y nos ayudan a perseguir nuestros sueños. Nuestros seres queridos siguen con nosotros porque contamos las historias que ellos nos contaron y los nombramos amorosamente. Se dice que algún día todos seremos palabras y todos seremos historia.
Mi tatarabuela Juana Lemes
Mi bisabuela Enriqueta Viña Lemes
Mi abuela Carmen Umpiérrez Viña
Mi madre Juana Saavedra Umpiérrez
Mis hijas Ana y Marta Bencomo Corujo
Para mi familia, para mis antepasados, para mis abuelos Carmen y Pedro, padres de Adita, Angélica, Queta, Juana, Gerardo, Pepe, Celestino, Suso y Sergio, y todos sus compañeros de vida y descendientes, estas fiestas siempre han sido todo un acontecimiento.
Quisiera aprovechar esa energía para desear que cada uno de nosotros las mantengamos como un gran acontecimiento:
Me gusta imaginarme a San Pedro, al pescador Simón Pedro, cerca de la orilla o cerca de algún mar con llaves que abren nuestros corazones. Llaves que abren nuestras sonrisas.
Con esa sonrisa, les invito a que abramos las puertas de nuestra solidaridad y de nuestra tolerancia con todo lo que sea diferente. Por supuesto que somos tolerantes con aquello que nos gusta o se nos parece, pero podríamos hacernos el regalo de ser amorosos con el que no piensa ni se comporta como nosotros y aceptarlo en nuestras vidas, siempre que prime el cariño y el respeto.
Así que abramos cielos, puertas y ventanas a la gente, a la actitud amistosa, a los matices, a las dudas, a las preguntas e interrogantes, a la naturaleza de la que formamos parte. Sintamos que cuando pisamos un rastrojo o un insecto, nos estamos pisando a nosotros mismos.
Queramos las llaves de San Pedro para abrir, de verdad, las puertas cerradas a las que todavía hoy nos enfrentamos las mujeres, los migrantes, los refugiados, a los que dan pasitos para proteger nuestro planeta y nuestro territorio frente a la voracidad del poder.
Hagamos gestos hacia aquellos que tienen vidas precarias, a los que no pueden enviar a sus hijos a la universidad, a los que trabajan en malas condiciones laborales, a los que deben esperar meses para ser tratados de alguna dolencia o enfermedad, a las sanitarias, a las docentes, a las cuidadoras, a las solidarias, a las comprometidas, a las personas incorruptas, a la justicia, la filosofía, los enigmas sin resolver, la ciencia, la curiosidad respetuosa, las palabras, la escritura, la belleza, el arte y la gentileza.
Volviendo a la familia, vuelvo a mi madre y a su consejo sobre este pregón.
Gracias por fijar mi mirada en San Pedro y en esas llaves que abren cielos, puertas, ventanas y sonrisas. Como la que surge de nuestras caras cuando echamos un vistazo a Tinasoria, Guardilama y Gaida. Cuando levantamos nuestra mirada hacia el mundo, hacia el mar y hacia nuestra isla vecina de Fuerteventura, hacia la zona de Capitas, llegamos al barranco de la Calera, donde estaban las chozas y las chalanas de nuestros abuelos y nos bañamos sobre una alfombra de callaos y piedra volcánica. Mantenemos en nuestra retina imágenes del Mesón, Capitas, el Cortijo, Los Barrancos, Camino Los Olivos, la ermita, la montañeta, la molina, el antiguo casino, Los Llanitos, El Volcán, Mácher abajo y el Cercado; y seguimos con la base y el fundamento de crear y mantener una red de cordialidad y comunidad donde cabemos todos.
Me gusta lo dicho por el filósofo Gorgias, que leí de la escritora Irene Vallejo: “La palabra es un poderoso soberano, que con un cuerpo pequeñísimo e invisible realiza empresas divinas: eliminar el temor, suprimir la tristeza, infundir alegría, aumentar compasión”.
Por lo tanto, abogo por algo invisible pero necesario como la palabra y el amor en una comunidad abierta que convive con reflexiones serenas, con información real, debates, consensos y acuerdos, con el arte de hablar y escuchar.
Así que, para terminar, este pregón es una invitación a que cultivemos el arte de hablar, escuchar y soñar, sin olvidar el baile y la carcajada, para celebrar la vida participando en los actos festivos programados para estos días hasta el 29 de junio, festividad de San Pedro y día grande de nuestro pueblo. Agradecimientos merecidísimos a la comisión de fiestas.
¡Felices Fiestas! ".