María Medina Ferrer nació en Mácher el día 3 de febrero, día de San Blas, del año 1913. En 1936 contrajo matrimonio, y fijó su residencia en San Bartolomé en el barrio de El Lajar, hasta hoy. Aunque no tiene la misma vitalidad que la ha caracterizado, porque la movilidad le falla un poco, sigue manteniendo una memoria prodigiosa. Es una gran aficionada a los programas de la televisión, entre sus preferencias está el “Pasapalabra”, y a los deportes, destacando los torneos de tenis o fútbol, estando al tanto de la liga y otras competiciones. Se sabe los nombres de prácticamente todos los futbolistas, tenistas y ciclistas, y la prensa del corazón. Los domingos anda preocupada por saber los resultados de sus equipos favoritos.
María Medina Ferrer nació en Mácher el día 3 de febrero, día de San Blas, del año 1913. En 1936 contrajo matrimonio, y fijó su residencia en San Bartolomé en el barrio de El Lajar, hasta hoy. Aunque no tiene la misma vitalidad que la ha caracterizado, porque la movilidad le falla un poco, sigue manteniendo una memoria prodigiosa. Es una gran aficionada a los programas de la televisión, entre sus preferencias está el “Pasapalabra”, y a los deportes, destacando los torneos de tenis o fútbol, estando al tanto de la liga y otras competiciones. Se sabe los nombres de prácticamente todos los futbolistas, tenistas y ciclistas, y la prensa del corazón. Los domingos anda preocupada por saber los resultados de sus equipos favoritos.
Sus recuerdos de infancia, nos llevan según una transcripción de sus vivencias, recogida en el Archivo Municipal, a Mácher, hija de Juan Medina Hernández y Aramita Ferrer Bermúdez, destacando la tranquilidad y pocas diversiones de la época, los bailes eran lo único que había y “sus padres” no eran muy partidarios de dejarlas ir. Habla de las amigas de entonces, que se reunían y daban largos paseos, que alguna vez, las llevó hasta algún baile en Uga, en casa de la Señora Corina, abuela de Pepe Hernández. Este baile acarreó un pleito de sus padres por haber ido sin permiso y caminando.
De su niñez recuerda, jugar con muñecas que se hacían, o alguien regalaba, no se estudiaba como ahora, “los estudios que se hacían eran para saber leer, escribir y algo de cuentas”, pero si recuerda con cierta añoranza que “las familias antes se relacionaban más que ahora, D. Antonio Rodríguez, en Mácher tenía una gramola y discos, y por las noches recuerdo ir a oír música”.
Se casó en mayo del 36, con Rafael Reyes Perdomo, al que había conocido en una fiesta de San Pedro en el baile. Se veían cuando podían, que venía a Mácher en un coche con varios jóvenes más que iban para Uga, alguna vez vino en burro y hasta en yegua. Era la época de la guerra, María siempre estaba pensando que a su marido en cualquier momento lo llamarían, pero eso no ocurrió. Escuchaba las noticias de la guerra por la radio, y algunas noches música para amenizar las veladas.
Al casarse se dedicó al cuidado de la casa y los hijos, Ramiro y María Benigna, en la actualidad tiene 6 nietos y 9 bisnietos, nunca salió a trabajar a ningún sitio. Su marido era agricultor y plantaban de todo, “teníamos medianeros, los terrenos daban de todo, se cogía mucha cosecha y los granos no se picaban como hoy. Lo que más se plantaba eran las lentejas, porque se vendían de seguro, y también recuerda vender guayabos. Los higos de higuera se secaban y vendían secos. Los paseros se preparaban de un año para otro. Se hacían menos pasas porque siempre se hacía vino en la casa de abajo”.
“Mi marido era una persona entendida, por eso venía mucha gente, para que les arreglara algún papel”.
Sabores y olores
Sabores y olores de la época se mezclan en sus recuerdos, el millo tostado en casa, el pan hecho por ella misma, que guisaba en el horno de Francisco Machín. En las tiendas solo compraban azúcar, aceite y algún laterío. “Todo tenía más sabor antes y era más gustoso, las matanzas de cerdos, los carneros para las fiestas. Todo se salaba y se sacaba cuando se necesitaba, solo se sacaba lo que se iba a comer”. El agua se destilaba, la de la lluvia recogida, no recuerda pasar necesidades de agua, porque tenían aljibes.
Entre las casas que sus recuerdos le traen a la cabeza como inmuebles destacados estaban la de Don José María Gil, Don Juan Armas, Los Carrasco, como las más conocidas. Recuerda a Don Víctor, el cura, y que ella todos los domingos iba a misa, cosa que ahora “por los achaques” ya no puede hacer, también la mente la lleva a rememorar como se rezaba en familia el rosario.
Recuerda sus primeras amigas en San Bartolomé, las hermanas Armas, la madre de Fela Fuentes, las otras hermanas Antoñita Eugenia, Guenila, Las Nievitas, sus vecinas con las que siempre mantuvo buena relación. Entre las actividades que desarrollaban iban a la Sociedad, al teatro, alguna vez al cine en Arrecife….recuerda también a Don José María Gil.
Por las fiestas, se invitaba a toda la familia, sus hermanas venían y disfrutaban de los festejos, y estrenaba vestido, que le hacían “las Nievitas”, con telas compradas en Arrecife, en casa de Arencibia o Prat. “Era muy divertido”.
Actualmente vive en su casa rodeada por sus hijos, nietos y bisnietos. Una vida plagada de vivencias, una mujer optimista, delicada, afable, y que vivió entregada a su familia y su casa.
La Alcaldesa de San Bartolomé, María Dolores Corujo Berriel, en nombre de toda la Corporación y vecinos del municipio, felicita a María Medina Ferrer, por su próximo centenario.
*Información cedida Archivo Municipal.