Vergüenza me da, después de escribir y haber publicado una trilogía sobre la Arquitectura Guanche, llevando el primer libro ese mismo título, el segundo sobre la Cueva Guanche y el tercero sobre la Torreta Guanche, escribir ahora este minúsculo comentario sobre la vivienda de los mismos, con lo que no llegaré ni al más apretado resumen, sino a unas cuantas ideas. Intentaré ser lo más conciso posible y decir algo coherente y que se ajuste a verdad, y no las mentiras e inexactitudes vertidas en siglos sobre la mejor vivienda mejor nunca construida. Y así digamos que no vivían en cuevas naturales, sino labradas exquisitamente, que tampoco eran cuevas sus viviendas sino casas (y algunas en cuevas) construidas. Teniendo en cuenta el corto ajuar que poseían, las casas, y casas-cuevas eran más que amplias, y todas ya fuera con piedras como las en roca o riscos, eran de una perfección tal que mejorarlas es imposible por no encontrar en ellas el menor defecto, y ello en todas sus casas, fueran de donde fueran. Algunos pobres y maliciosos autores desconocen el arte de construir cruciformemente que tenían, con lo que la casa o vivienda, tenía dos habitaciones muy definidas a ambos lados, con una estancia central, otra de fondo y lo mismo de cabecera, más el pasillo de entrada. Insultan los que hablan de las casas de los guanches cuales si fueran chozas (que éstas son de y para animales). Que ripios o piedras de calzo jamás usaban ni hay una sola pared que los tengan, pues asentaban piedra sobre piedra y en su ascender la pared las piedras eran seleccionadas a la medida cuando no trabajadas para buscar el pegue total y tanto que una hojilla de afeitar imposible pasarla entre piedra y piedra. La argamasa, ¡ni la conocían!, pues no la usaban sino el pegue natural de piedra que se ajusta a la medida bien pisando dos, como con la contigua. Que los techos con ramas, pertenecen a culturas extrañas a las islas, que aquí las piedras-lajas cuales tejas sobre urdimbre de madera era una primura, como aún se pueden observar en las pocas que siguen en pie (sin descubrir su ubicación para su conservación). La muralla china nada tiene que envidiar a la de los guanches en plan de defensa y protección de sus poblados o casas. La utilización de maderas, sustituyó lo que en otras subculturas hacían con ramas y otros materiales, que en todo eran unos perfeccionistas refinados como corresponde al pueblo de mayor inteligencia encontrado antes ni después. Falso también que cuales indios salvajes tuvieran el fuego dentro de sus habitaciones donde cocinaban si se exceptúa en épocas de lluvia y fríos intensos. Es decir: eran hombres de una habilidad y una cultura, que responde a la romana clásica de donde proceden, y nada de lo construido, si se tiene en cuenta la carencia de útiles propios para trabajar, más parece arte de magia o brujería el hacer trabajos tan finos y con tal perfección, utilizando la razón y la piedra y no el azar o lo que la naturaleza les ofrecía como a aquellos hombres de las pinturas en las grutas o cuevas antes de toda cultura, que los nuestros la traían de donde procedían y sabiamente la adaptaron a este lugar, contando con lo que el mismo les ofrecía, que muchos otros, ¡ni eso!
El Padre Báez, que se queda corto frente a tema tan amplio y rico como es el arte de construir, y justo el mismo por el cual se mide los tiempos o épocas, pues del clásico, al románico, de ahí al gótico, de este al renacimiento, y luego el barroco y otros estilos para volver al pasado y en desorden urbanísticos y en casas y puentes que no resisten una década cuando la de ellos, los guanches, se mantienen por siglos sin término a pesar de los que ya tienen encima, pues fueron construidos para una eternidad, y así se encuentran. Todo un hacer, del cual la primera obra publicada sobre su arquitectura y otras manifestaciones constructivas (cuevas y torretas), es la de un servidor, pero... como el otro, no vine aquí a hablar de mis libros, sino del arte de construir de los guanches, que rayan con lo clásico, si no es que lo supera, como se puede ver.