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Padre Báez

Otra de las cualidades de los guanches

Sacerdote y escritor

Padre Báez | 13 de enero de 2017

Otra de las cualidades de los guanches, sin lugar a dudas, era la alegría, el optimismo, la felicidad, el buen humor, el mejor talante, etc. Y todo ello, lo manifestaban en sus diversas fiestas y en un vivir en gozo y satisfacción; y si había jolgorio y aire festivo era precisamente en lo relacionado con la labranza y en la recolección de los frutos, donde no faltaba la algarabía, y ello más allá de cinco o seis días, pues hasta en ello eran generosos, pero no solo se quedaban en celebrar fiestas rústicas, que las tenían muy de otras maneras, sin excluir las religiosas, las tenían de marcado espíritu político o social, como los encuentros del Sabor, en la Coronación de los Reyes, y cuando el juramento de éstos, donde como en las Cortes o Palacios de cualquier país y épocas no faltaban los bailes (en los que asombraban por su ejecución, destreza y belleza, según consta por crónicas y escritos, siendo en una ocasión de regalo de coronación extranjera (una princesa portuguesa que se casa con un emperador ruso), el envío de unos danzarines guanches que asombraron más allá de sus vestimentas, por la ejecución de danzas tan perfectas; tenían como divertimento juegos y no faltaban convites, todo ello propio de una cultura refinada y propia de personas excelentes como ya dijeran sobre sus cualidades en todos los órdenes. Fiestas que solo se interrumpían si el enemigo rondaba y se ocupaban de espantarlos y no dejarlos penetrar en sus islas. También en ello, parece los genes nos acompañan y siguen los mismos, bailando y danzando en un folklore que de alguna manera conserva reminiscencias y más que el punto, el aire festivo del canario actual, descendiente de aquellos que tan sumamente bien lo hacían y lo pasaban. Me recuerda cuanto precede, el carnaval entre nosotros, que reúnen varias decenas de jóvenes por meses que superan el medio año de ensayos, para mostrar sus sorpresas en espíritu heredado de aquellos que no conocían depresiones, tristezas y aburrimientos, por más que los sufrimientos inherentes a la condición humana siempre estuvieron presentes, pero que el buen ánimo nunca faltó en aquellos hombres, que si no los habían mejores que ellos en el mundo, también en esta faceta sobresalían (más allá de lo que es una virtud evangélica). Es la condición del guanche, un fenotipo propio y distinto dado por el organismo tan perfecto que poseían, expresado en la condición física (o belleza), al tiempo de un comportamiento digno de ser imitado dado que en su desarrollo fueron en todo modelos, y que gracias a Dios, heredamos con cuanta información genética nos constituye como los mismos pero al presente. Se trata pues, de un talante, de una forma de ser, de una actitud frente a la vida, que a poco que hurguemos en ellas, la encontramos como no hay otra en ningún lugar del mundo, y que pasa por muchos por su socarronería tan propia del isleño, que confunde por su sagacidad y astucia, devenida siempre en guasa o buen humor, broma o chiste que te hace siempre reír, bien sea con anécdotas o con realidades.

El Padre Báez, que descubriendo el alma, el espíritu y el cuerpo de los guanches, no hace sino un resumen tan apretado tal, que queda para más explicitación lo que sobriamente y breve presentamos, pero que poco a poco -como hemos dicho y hasta repetido- nos descubre un talante, una manera de ser que nos hace tan distintos y distantes, originales y auténticos por pureza, por finura, por elegancia, por tanto y tanto, que nos mantienen en cabeza de esa lista no realizada por nosotros, sino colocados en ella por los que a simple y a primera vista descubrieron lo que somos; mientras, otros siglos posteriores siguen ciegos y vierten sobre nuestra condición difamaciones y apelativos que creídos por repetidos nos han convertido en apocados, tímidos, acomplejados y creído y asumido lo de aplatanado, siendo justo todo lo contrario, pero nos descalifican los que no nos alcanzan a la suela de los zapatos.

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