Entramos pues, por el sendero o camino de los guanches, y nos encontraremos con la fisonomía completa de aquellos hombres, que lo eran o fueron de verdad; hombres de inteligencia superior o “de lindo entendimiento” en decir de las Crónicas primeras. Hombres de mejor comportamiento no será fácil encontrarlos en ninguna otra cultura, ya que con todo eso, más el cristianismo que recibieron antes de venir aquí, hacen de ellos unos seres casi superiores, con ser de nuestra condición. Antes de proseguir, para ir atando cabos, digamos que el término guanche ha dejado de ser exclusivo de Tenerife y ha pasado a ser genérico de las restantes islas, pues todos tienen el mismo origen, que no es otro que el del norte de África al menos en este último periplo antes de llegar a estas islas a donde fueron traídos. Y sucedió, que llegados que fueron a este nuevo territorio, aún sin denominación sus distintos lugares, los recién llegados comenzaron a llamar por su parecido a las tierras dejadas al norte de África -de donde venían- a poner los mismos nombres de allí, siempre y cuando hubiera un parecido entre este y aquel sitio o lugar, dándose la curiosidad de existir –salvo por traducción, pequeños matices de pronunciación y transcripción- los mismos nombres de pueblos, región o lugares aquí que allí o allí que aquí. Que, al proceder de la misma zona, tienen características similares, si bien con pequeños matices diferentes en cada isla dada la condición de islas y estar de alguna manera aislados, con lo que hay variantes insignificantes entre ellos, si bien son los mismos en el idioma, en las costumbres, en el modo de ser y proceder, teniendo hasta la misma religión católica como elemento que no los distingue, al igual que cultura y otros aspectos comunes, ya que el término “guanche”, hace referencia sin distinción a los hombres de este lugar, tierra o islas. Sobra hacer un paralelo de los nombres dobles aquí en las islas y allá en el norte del continente, dado que la lista es extremadamente larga por no decir que se corresponde con todos y cada uno de los lugares de nuestros pueblos, que difícilmente no sabiéndose el tuareg, la lengua propia de ellos, no sabemos sino por aproximación o deducción lógica su significado, dándose ese pareado de nombres de lugares en ambas orillas. Y así como trajeron la denominación de los sitios, otro tanto hicieron con sus costumbres, idioma y religión, que como hemos repetido y dicho, es la católica con aires de frescura dada la cercanía al y del Fundador del mismo, y que tan bien aquí enraizó, hasta el mismo presente, donde hasta el aire que respiramos es cristiano, si bien no faltan los que abandonando todo credo y fe en la trascendencia, si hablan de los guanches y sus restos arqueológicos, todo al cien por cien –tal vez para suplir sus carencias- proyectan a toda manifestación o yacimiento aborigen guanche el calificativo de sagrado, que como quedó dicho más atrás, nada más lejos de la realidad, pues lo profano es lo que sobresale y lo es todo, menos ese minúsculo residuo de sacralidad en los altares domésticos y muy poco más, sin más sol y solsticios, rayos y observaciones cósmicas, propias de los pobres en fe, y ricos en fantasías.
El Padre Báez, que lentamente, y como el que no quiere la cosa, pero algo reticente, v adentrándose muy poco a poco en lo que es más que complejo por su riqueza y abundante material documental tanto en escritos, como en otras variadas manifestaciones. Simplemente, para que podamos digerir tanta novedad, es por lo que procedemos con la calma que llevamos, para así poder llegar más lejos, pero dejando firmeza en cuanto decimos y despejando el territorio de todo lo expúreo que se le ha echado encima a la más bella Historia jamás bien contada, y ello por intereses creados, no confesados, y que saltan a la vista, y que personas de pensamiento despierto, no debemos dar más pistas, sino lo dicho. Pero, como a todo santo le llega su día, a la Historia de los Guanches, le ha llegado la hora, y en ella estamos.