La Antigua Corona de Aragón, fue el conjunto de reinos, ducados, marquesados, condados y señoríos que permanecerán unidos dinásticamente en la figura del rey aragonés que, desde 1162, lo será también de la casa condal barcelonesa.
Su existencia institucional durará, tras distintas vicisitudes, hasta comienzos del Siglo XVIII, aunque el cénit lo alcanzará en las centurias de la baja Edad Media.
El rey Ramiro II de Aragón (1134-1137), quedaba como rey, dueño y padre en el reino y en el condado de Barcelona de Ramón Berenguer IV, entregandole a este a su hija en matrimonio y aportando integramente el reino (pero no la dignidad real), pasando Berenguer a ser súbdito y vasallo del primero.
Pero el Conde, además, aceptaba al monarca aragonés no sólo como a suegro, sino como a padre y, en consecuencia, se incorporaba a un linaje superior, pero renunciando al suyo, no titulándose más que"princeps", junto a su esposa
"regina", sin recibir nunca el título de rey, pero sí con capacidad ejercerla" potestas" regia.
Se hizo cargo del gobierno a la espera de que Petronila (titular vitalicia de los derechos) alcanzase la edad para consumarse el matrimonio. El hijo de ambos, bautizado con el nombre dinástico aragonés de Alfonso II (1162-1196), tutelado por su madre, se convierte en el primer rey de Aragón y conde de Barcelona.
Por conquistas de nuevos territorios, incluiría: los reinos de Mallorca y Valencia (Jaime I, 1213-1276). Sicilia (Pedro III, 1276-1285). Rosellón y Cerdeña (Jaime II, 1291-1327). Nápoles (Alfonso V, 1416-1458) asi como el efímero ducado de Atenas y Neopatria (Pedro IV, 1336-1387).
Existió una corona aragonesa que constituyó el imperio más extenso del Occidente medieval, donde, bajo su nombre y sus barras, Aragón, Cataluña y Valencia compartieron aventuras, comercio, guerras e historia, enriquecieron sangres y lenguas con el latín, el catalán y el castellano, cartografiaron el mundo, construyeron naves, pasearon mercenarios almogávares y dominaron territorios que luego aportaron a lo que ahora llamamos España.
Con la manifestación de los fueros y libertades propios en aquella fórmula tremenda, maravillosa y solemne: el «si non, non» heredado de los antiguos godos, mediante el cual los nobles aragoneses -«que somos tanto como vos, y juntos más que vos»-, acataban la autoridad del rey de tú a tú, reconociéndolo sólo como «el principal entre los iguales».
Semejante juramento pertenece a los antiguos Fueros de Sobrarbe, de los que hoy podemos leer un fragmento en el monumento al Justicia de Aragón ubicado en la plaza de Aragón, en Zaragoza.
En Aiguamurcia, provincia de Tarragona, se encuentra el Real Monasterio de Santa María de Santas Cruces, una abadía cisterciense del siglo XII, donde bajo el patrocinio del rey Pedro III de Aragón se construyó el panteón real, en el que está sepultado su hijo el rey Jaime II de Aragón, junto a su esposa la reina Blanca de Nápoles, también Roger de Lauria, almirante de la corona de Aragón.
Hemos tenido el privilegio de visitar este real monasterio de arquitectura románica, y contemplar estos bellos monumentos, exponentes de la grandeza de la monarquía aragonesa. Fue declarado monumento nacional en 1921.
También en en Tarragona, en la cuenca de Barberá, está el Real Monasterio de Santa Maria de Poblet, otra abadía cisterciense, fundada en el año de 1150, que también fue Sepulcro Real de la Corona de Aragón, desde 1340, por deseo del Rey Alfonso II, ejecutados por Pedro IV el Ceremonioso, allí entre entre otros se enterraron, Alfonso V de Aragón, Enrique de Trastámara, Martín I, los Hijos de Pedro IV, Juana de Aragón, los Infantes hijos de Juan I, y el Archiduque Carlos Pio. En 1991 fue declarado por la Unesco, Patrimonio de la Humanidad.
En fin, como decíamos al principio "una pequeña lección de historia", que no conviene olvidar en los tiempos que corren.