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Francisco Javier González

LA “PAX AMERICANA” AMENAZA NO SOLO A VENEZUELA (III)

Soberanista

Francisco Javier González | 09 de marzo de 2019

1914_Occupation_of_Veracruz

El “Idealismo Wilsoniano” y el martirio mexicano

Cada día un poco más aumentan las amenazas del guirre Trump sobre Venezuela, extendibles a otros “díscolos” encabezados, como no, por Cuba, e integrados por Nicaragua –viejo objetivo gringo- Bolivia, El Salvador y toda una pléyade de naciones insulares caribeñas. Desde esta colonia de Canarias poco más podemos hacer que continuar con la relación, muy lejos de ser exhaustiva, de las andanzas del Tío Sam por esas tierras a lo que tanto nos une a los canarios. Precisamente el caso mexicano puede y debe servir de ejemplo y guía para los venezolanos que están entrando en una etapa muy similar. De todas formas, y pase lo que pase en estos duros momentos, el imperialismo yanqui no prevalecerá sobre el alma y empuje de los pueblos porque, sea hoy o mañana, la historia y la lucha por la libertad de los pueblos son inexorables.

 Leí en “Imperialismo, Petróleo y Profecías”  -puede descargarse desde la red- del profesor venezolano Manuel Mariña Müller la afirmación del senador gringo por Indiana en 1900, Beveidg, que resume bien el pensamiento yanqui del Destino Manifiesto y su origen divino cuando sostiene que “Dios nos ha hecho maestros, organizadores del mundo para establecer el orden donde reine el caos. Él nos ha dado el espíritu del progreso para vencer las fuerzas de la reacción en la tierra…si no fuera por las fuerzas como éstas, el mundo se vería inmerso en la barbarie y la oscuridad”. Esa idea del Destino Manifiesto parecería que estaría en franco retroceso con la llegada a la Casa Blanca del sucesor de Taft, el demócrata Thomas Woodrow Wilson, como  28º presidente USA.

Wilson fue el creador de la teoría política denominada “Idealismo Wilsoniano” o mejor una variante del “Idealismo Liberal”  por basarse  en el idealismo y en el liberalismo. Fundamentalmente se basa en las tesis liberalistas de lo político y lo económico, planteando el menor poder de intervención de los estados en la economía, la libertad económica total al considerar que el capitalismo es el único sistema que permite la libre iniciativa individual, capaz de promover el crecimiento económico-social y la extensión de la democracia. Internacionalmente se basaba en la evitación de conflictos bélicos mediante el Derecho Internacional y la creación de organismos supranacionales de control y mediación lo que le llevó a los conocidos 14 puntos para resolver el conflicto europeo entre los Imperios Centrales y la Triple Entente que agrupaba a Francia, Gran Bretaña y Rusia y sus aliados frente a los tres Imperios coaligados, el Alemán, el Austrohúngaro y el Otomano junto a Bulgaria. La entrada en la guerra de los EE.UU decidió  el curso de la contienda. A su término, Wilson impulsó, coherente con su teoría, la formación de la Sociedad de Naciones pero no logró siquiera convencer al Congreso gringo para que admitiera la entrada de USA en ese organismo, aunque su esfuerzo en esa dirección le valió el Nobel de la Paz.

Aplicada al patio trasero gringo, a Latinoamérica –o a cualquier parte del globo de interés para USA- la cuestión era muy sencilla. La tan cacareada doctrina del Idealismo Liberal se reducía a que, en aquellos países en que los gringos tuvieran intereses tendrían, sea como sea, que gobernar los buenos demócratas, esto es, aquellos que se plegaran a los manejos gringos independientemente de lo que la población del país pudiera pensar o desear. Era la repetición de la expresión de Roosevelt  de que este hijo de puta es mi hijo de puta, ergo, es el perfecto demócrata. Lo pone de manifiesto la invasión de Haití en 1915 por “el desorden existente” y el peligro que corrían los intereses yanquis. El secretario de Estado William Jennings Bryan informando sobre la situación en Haití comento “¿Pueden ustedes imaginarse a negros hablando francés?” Desembarcaron los marines, ocuparon la isla y establecieron un protectorado que perduró hasta 1934. Más grave, por los medios dispuestos y el tamaño del país agredido, además de haber sido realizada sin la preceptiva Declaración de Guerra aprobada por el Congreso fueron actuaciones como el bombardeo y la subsiguiente toma del mexicano puerto de Veracruz en abril de 1914 por la marina y las tropas gringas y la defensa heroica de su pueblo.

Veracruz parece destinada a ser invadida por extranjeros ávidos de las riquezas mexicanas. Ya Cortés la eligió para iniciar la conquista colonial española. Por Veracruz, de nuevo, se lleva a cabo, en marzo de 1847, durante la guerra de invasión y expolio gringa sobre México, otra invasión extranjera. Se realizó por la escuadra yanqui un feroz bombardeo sobre la ciudad durante 5 días. Decenas de miles de proyectiles de cañón caen sobre la ciudad amurallada al tiempo que desembarcan casi 9.000 soldados gringos al mando del general Winfield Scott, en la primera operación anfibia de la historia, con lanchones de desembarco construidos especialmente para eso. Varios miles de civiles y unos 400 soldados mexicanos muertos en esa acción decidieron la rendición de Veracruz, cabeza de puente para la invasión de México.

Vamos ahora a la historia y sus precedentes de la invasión de febrero de 1914, en los albores de la 1ª Guerra Mundial. A fines del 1909 el presidente Taft había nombrado a Henry Lane Wilson, diplomático de larga trayectoria, como embajador en México. Tuvo el nuevo embajador gran actividad durante el “porfirismo” en la protección y extensión de los intereses yanquis a los que Porfirio Díaz había hecho grandes concesiones petroleras y mineras en la “Faja de Oro” del norte de Veracruz y el sur del estado de Tamaulipas. En 1913, siendo Francisco Madero presidente mexicano, en la embajada gringa y con la determinante actuación del embajador Wilson -que temía las supuestas tendencias izquierdistas de Madero tras el derribo de la dictadura porfirista- se firma el llamado “Pacto de la Embajada” con los golpistas Victoriano Huerta y Félix Díaz para derrocar a Madero. La conspiración culmina con la llamada “Decena Trágica” de 1913 y el asesinato del presidente Madero, de su hermano y del vicepresidente José Mª Pino, llevando a la presidencia a Huerta. El golpe de estado de Huerta y el asesinato de los hermanos Madero, con un México en plena efervescencia social, con figuras tan relevantes entre el campesinado y el proletariado mexicano como Emiliano Zapata y Francisco Villa, hace que se inicie una revuelta popular, la Revolución Mexicana, en la que se forma el “Ejército Constitucionalista” que encabeza Venustiano Carranza frente al “Ejército Federal” que apoya a la dictadura de Huerta a la que, finalmente, derrota y derriba en agosto de 1914.

Cuando se publica en medios de EE.UU el “Informe Hale” (William B. Hale) sobre los manejos del embajador H. Lane Wilson y su responsabilidad directa en los asesinatos durante la Decena Trágica de los hermanos Madero, el presidente Wilson tomó la decisión de sustituirlo. En realidad, lo que estaba detrás de la decisión era el especial interés de las empresas norteamericanas en México de que se alcanzara una situación favorable a sus intereses y creían que Carranza encarnaba esa posibilidad por lo que había que favorecerlo frente a Huerta.

Además a Wilson le inquietaba que, por el sur, Emiliano Zapata, icono de la lucha de los desheredados de México, portando sus ideales de reformas de la propiedad feudal –herencia hispana- y el apoyo explícito a las clases trabajadoras y campesinas alcanzara  Ciudad de México y se hiciera con el poder en la nación azteca, lo que pondría en claro peligro el control yanqui de los medios de producción y la economía productiva de la República. El apoyo a Carranza y a los intereses que representaba fue, pues, el motivo real de la invasión gringa a Veracruz tratando de impedir un desembarco en su puerto de armamento y munición comprada por los agentes de Huerta y transportadas en el mercante alemán “Ypiranga”, al tiempo que el despliegue de fuerzas y la demostración del poderío yanqui asentaban el dominio sobre todo el “patio trasero”

Para justificar la invasión el gobierno gringo utilizó un pretexto realmente fútil, el llamado “Incidente de Tampico”. En la bocana de este puerto del sur del estado de Tamaulipas, frente a la ciudad donde se localizaban las mayores inversiones yanquis en petróleos, el gobierno USA había desplazado a tres de sus barcos de guerra, los USS Dolphin, Des Moines y Chester, mientras que en la bahía  tenían a los USS Connecticut, Minnesota y San Francisco, además del buque hospital USS Sokce y el carbonero Cyclop al mando del contralmirante Henry T. Mayo con la misión de bloquear cualquier ayuda al Ejército Federal de Huerta y con el consabido pretexto de “proteger las vidas y haciendas de los norteamericanos”. El 9 de abril de 1914, Jueves Santo, 9 marineros de Dolphin con una lancha a remos, arribaron a puerto a comprar unos bidones de gasolina comprados a un comerciante alemán. Al entrar a la zona fueron detenidos por una patrulla federal por haber entrado en una zona restringida estando Tampico sitiado por las fuerzas de Carranza. La detención duró menos de una hora. El general Morelos Zaragoza, al mando de la plaza, los puso en libertad y solicitó disculpas al contralmirante Mayo explicando la causa del incidente. El jefe de la flota gringa exigió que, además de las disculpas, tuviera que izarse en el puerto de Tampico la bandera norteamericana de las barras y las estrellas saludadas con una salva de 21 cañonazos. Morelos Zaragoza aceptaba si, a su vez, el Dolphin disparaba otra salva igual al izado de la bandera mexicana. Mayo se negó a ello y dio un ultimátum de 24 horas para que se cumplieran sus exigencias,

El presidente Wilson consideró de “extrema gravedad” el suceso y solicitó al Congreso yanqui permiso para invadir militarmente la zona. Sabedoras de ello, las autoridades de Tampico se preparaban para un posible bombardeo gringo al expirar el segundo plazo de 12 horas del ultimátum, pero la flota comandada por Henry T. Mayo levó anclas, siguiendo órdenes del Secretario de Marina yanqui Josephus Daniels y se dirigió a Veracruz donde ya estaban fondeados los cruceros USS Florida, Utah y Praire al mando del almirante F.F.Fletcher, oficial máximo de la operación, que ahora ya sabemos que había planificado el desembarco y las operaciones militares desde el día 13 de abril. Al mismo tiempo, y también siguiendo las órdenes del Secretario de Marina, el grueso de la flota de guerra gringa del Atlántico, al mando del contralmirante Charles J. Badger con el acorazado USS Arkansas como buque insignia, se dirigían al mismo destino. En la tarde noche del 21de abril se concentraban frente al puerto de Veracruz 44 buques de guerra –acorazados, cruceros y cañoneros- 3 buques hospital y medio centenar de auxiliares desde carboneros, transportes de tropas, lanchones de desembarco y de suministros, con una tropa expedicionaria de más de 7.000 combatientes dotados del más moderno armamento, se concentraban en la bahía veracruzana.

Es importante reseñar la cronometría del desembarco gringo para entender el trasfondo de la situación. A las 8 de la mañana del 21 de abril el presidente Wilson, sin recibir autorización del Congreso,  dio al almirante Fletcher la orden de “Captura inmediata de Veracruz”, aunque desde días antes el almirante Fletcher había avisado a los comandantes de los buques de guerra extranjeros amarrados a puerto, los cruceros acorazados británicos HMS Essex y Berwick y el español Carlos V, lo que iba a suceder el día 21y, a primeras horas de la mañana, les pide que salgan del puerto. A las 11 h. el cónsul gringo en Veracruz, William Canadá, comunica al general Gustavo Mass, jefe de la guarnición mexicana de la ciudad y a los jefes de Aduana y Policía que se iba a iniciar el desembarco de las tropas gringas. El general Mass consultó con el presidente Huerta que le ordenó la retirada de las tropas mexicanas dejando libre el desembarco yanqui y, como ya había sucedido en Ciudad de México el 14 de septiembre de 1847 a la entrada de los soldados invasores gringos, abandonó a su suerte al pueblo sin tratar de presentar cara al invasor. Tan rápida fue su evacuación que el uniforme de gala del general con sus medallas y condecoraciones y hasta la bandera de su regimiento se quedaron abandonadas en la huida. Solo quedó en la plaza un centenar de soldados al mando del coronel Albino Rodríguez Cerrillo con la misión de cubrir la vergonzosa retirada.

Diez minutos después del aviso del cónsul, desde el USS Praire, salieron once lanchones de marines remolcados por los “picket boats” que desembarcaron en el muelle y minutos después se inició el desembarco de los marines de los USS Florida y Utah. El pueblo veracruzano se vio, una vez más ante una invasión extranjera –la cuarta en menos de un siglo- sin el amparo de las tropas que habían abandonado el lugar y sin más armamento que las escasas armas de los pocos soldados que quedaron y las que cada uno pudiera tener. Sabedores de esto los gringos desembarcados no esperaban resistencia alguna y ocuparon tranquilamente los lugares clave pero no esperaban la respuesta del pueblo mexicano. Un poco menos que ignoto policía municipal, Aurelio Montfort Villaseñor, cuando vio avanzar a los gringos desembarcados, sacó su arma reglamentaria y disparó a los invasores, tratando de detenerlos. Inmediatamente fue ametrallado por lo gringos pero ese disparo fue el inicio de la rebelión popular antiyanqui. La población reaccionó. Disparos desde los balcones, de los lanchones del puerto, de los tejados y azoteas trataban de impedir el avance gringo.

Fue un día heroico del pueblo veracruzano. Los escasos soldados que quedaban de la guarnición ser sumaron a la resistencia y los cadetes, casi niños, de la  Escuela Naval se aprestaron para la resistencia.

Los paisanos buscaban armas por todos los lados pero a pesar de que los comercios de armas cedieron todas las suyas eran totalmente escasas. De todos lados se intentaba combatir a los invasores. Llegó al punto de que tenían que recuperarse las armas de los muertos parea continuar la resistencia. Eran los héroes anónimos del pueblo los que constituían el alma de la resistencia. Incluso una buena parte de colonia española allí establecida empuñó las armas para repeler el ataque gringo y dejó algunos de sus componentes en esa batalla. Valga de ejemplo el de Andrés Molina, un humilde carpintero ebanista que, tras toda una mañana de combatir en la calle, regresa a su casa para llevar algo de comida para su mujer e hijos. Su mujer intenta que desista de reanudar el combate pero Andrés se niega y deja, escrita, una carta al menor de sus hijos: “Hijo mío, si algún día vuelve a repetirse esto que está pasando ahora, defiende a tú patria como lo estoy haciendo yo. Tu padre”. A los ruegos de su esposa  para que desista de volver a la lucha, (podemos leer en “Veracruz Mártir. La infamia de Woodrow Wilson. 1914” edición de la autora de 1966 reproducida muchas veces) Andrés contesta que  “ahorita no tengo madre, ni esposa ni hijos. Sólo veo que tengo una patria muy linda y tengo que defenderla de la infamia yanqui”. Esa noche del 21, Andrés, uno de los más de 500 héroes del pueblo que cayeron ese día ante los invasores gringos, fue alcanzado en el estomago por una bala dumdum explosiva, prohibida por las convenciones internacionales. Su memoria, como la de otros muchos héroes anónimos de esos días, se ha intentado incluso borrar por unas autoridades mexicanas. No tienen, hoy por hoy, ni lápidas ni monumentos que los honren. Incluso, bajo el entreguista y progringo mandato de Enrique Peña Nieto, se han eliminado hasta las placas puestas en su memoria en los lugares en que combatieron. Se rememora cada año el combate “al enemigo” pero ni siquiera se especifica de qué enemigo se trata y se exalta la “heroicidad” del ejército, ese ejército que por orden de su general en jefe había huido de la plaza. Solo puede hablarse del comportamiento ejemplar del escaso centenar de soldados del 19º batallón que dejo atrás el general Mass, de los policías locales y, sobre todo de los cadetes de la Escuela de Marina. El resto de la resistencia fue del pueblo llano y de los 20 o 30 “rayados” –presos liberados y armados de fusiles del penal de Las Galeras- que hostigaban continuamente al enemigo

La heroica resistencia, que siguió en forma de disparos que surgían de cualquier lugar, dejó medio millar de muertos mexicanos, la mayor parte por los intensos bombardeos gringos sobre la ciudad y por la posterior represión indiscriminada. El 30 de abril la fuerza de marinos y marines es sustituida por el ejército de ocupación, el US Army 5th Reinforced Brigade, y habrá que esperar hasta que, en los meses de mayo y junio, con la mediación de Argentina, Brasil y Chile (Pacto ABC) logran que, sin llegarse a una guerra que nunca se declaró entre México y USA, los gringos abandonan Veracruz el 23 de noviembre tras siete largos meses de ocupación.

Triste es conocer determinadas posiciones como la de algunas partes de la burguesía veracruzana y/o de los supuestos escritores “socialistas” gringos como Jack London, que ya había dado muestras de clasismo y racismo –léase su cuento “La Invasión sin paralelo” en que especula con el “peligro chino” para 1976 y explica cómo acabar de una vez por todas con el peligro amarillo-. En este caso, en sus crónicas como periodista presente en los sucesos nos regala con un escrito que, seguramente, expresa el auténtico pensamiento gringo cerca de los “inferiores” latinoamericanos. Nos dice London (ver Collier’s, auténtica Enciclopedia gringa muy completa, Volumen 53 nº 11 30 de mayo de 1914)“Verdaderamente los veracruzanos recordarán largamente haber sido conquistados por los americanos., y rogarán por el día bendito en que los americanos los conquisten otra vez. A ellos no les importaría ser conquistados para siempre”

Lo verdaderamente grave es que, en realidad Jack London expresa el pensamiento de muchos latinoamericanos y otros colonizados que no sabemos quiénes somos.

Francisco Javier González

Al Andalus. 8 de marzo de 2019. Día de la Mujer

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