El título es una “autocopia”. Lo confieso de antemano no sea que, como está de moda, algún guirre extemporáneo de ribetes franquistas, naranjas o azules, me acuse de plagio. Ya lo usé en un artículo en “La Sorriba” nº 20 de febrero de 1985, cuando se gestaban los repartos de las perras a gastarse en el –entonces famoso y hoy extinto- Vº Centenario, con inversiones y créditos multimillonarios, edificaciones faraónicas, AVES y Expos universales y hasta visiteos papales incluidos.
Eran tiempos revueltos para esto del columbinato, cuando Gran Canaria -con lo de la Niña y los sucesivos viajes del tal Cristóbal- y Gomera, con su 6 de septiembre y el famoso Pozo de la Aguada bautizando América, se disputaban la supuesta gloria de llamarse “Colombinas” y Segura Clavell, consejero entonces por el PSOE del Cabildo de Tenerife, presentaba una moción de apoyo a la creación en Gomera de un Instituto Colombino y Manuel Hermoso, como alcalde chicharrero, se apoyaba en Cioranescu para afirmar, rotundo, que “San Sebastián de La Gomera fue el único punto de la geografía canaria donde el descubridor Cristóbal Colón llegó con sus navíos…” Tras el tufillo de los billetes se formó en España una Junta Nacional para el Vº Centenario y, aquí, en la colonia, una llamada “Comisión Regional” que celebró en Gomera y luego en Tenerife y Gran Canaria, unas Jornadas -esto de Colón, a lo que se ve, va todo por “Jornadas”- sobre “Las derrotas de Colón en el Archipiélago Canario” –ojo, “derrotas” en lenguaje marinero que, desafortunadamente, nadie lo corrió de Canarias a la pedrada- donde Ana Lola Borges, directora del Instituto de Estudios Hispánicos en Canarias hablaba del “carácter planetario de la presencia de Cristóbal Colón en las costas canarias”
¡Toma ya! Recuerdo la inauguración de aquel ente “regional” en Gomera, con lo más granado y lucido de la administración colonial y delegada. Allí estaban el Capitán General de la colonia, el Presidente del Gobierno (subordinado) Canario, el Rector de la ULL, presidentes cabidicios, alcaldes y toda la laya de dependientes y medianeros del pastel colonial buscando cada cual su migaja. Hablaron el ya fenecido Gumersindo Trujillo –gomero de pro que, por lo que allí dijo, bien podría ser de Fregenal de la Sierra o de Madrigal de las Alta Torres- y Jerónimo Saavedra, idem, eadem idem. De todo aquello salió…Agua de Borrajas.
Las primitivas “Semanas Colombinas” –“Jornadas”- de los años 60 gestadas y paridas en La Laguna, mi Aguere, en el seno de la R.S. de Amigos del País, con Eliseo Izquierdo y Enrique Romeu Palazuelos , conde consorte de no recuerdo donde, y apadrinadas por el gobernador español, el poncio Ballesteros Gaibrois, también conde de Beretta con nombre, pues, de pistola italiana, historiador americanista al que el pueblo llamaba –por algo sería- “Billetero Gaibrois” . Las tales Jornadas, aparte de una reseña que publicaba la universitaria “Revista de Historia” –hoy “Revista de Historia de Canarias”- eran prácticamente desconocidas para el canario y para el gomero de a pie, salvo los comentarios a los medievales banquetes, de buen yantar y mejor libar, primero en el kiosko, luego en la Torre llamada “del Conde” y, cuando se inauguró, en el Parador, donde se ponían morados organizadores y conferenciantes.
La culminación máxima de este estilo de “Jornadas” fue con el “cuñadísimo” de Manuel Fraga, Carlos Robles Piquer, Director General de Información desde donde se permitió el lujo de censurar las obras del mexicano Carlos Fuentes, cuando su cuñado Manolo era el Ministro de Información y Turismo y Franco estaba en pleno auge. Luego fue Ministro de Educación y Ciencia en el gobierno del lacrimoso Arias Navarro, embajador de España y un largo etcétera de patrióticos servicios a la derecha hispana. Fue cuando envió a Gomera por las Jornadas a los“Festivales de España” para darle carácter hispano aunque, por esos entonces, el primitivo objetivo de “jornadas” supuestamente culturales iba ya proa al marisco.
Antonio Pérez Méndez, siendo presidente del Cabildo, se gastó sus buenos dineros pagando estancias y comilonas de los “mantenedores” de las Jornadas y sus adláteres, además de los que gastó en los supuestos “monumentos colombinos” (Torre “del Conde”, Pozo de la Aguada, Iglesia de la Asunción y “Casa de Colón”) que, salvo la parte inicial de la Torre, ninguno de ellos pudo conocer Colón por el simple hecho de que cuando tuvo como parada y fonda de paso a la isla gomera, elegida por su excelencia como puerto velero, ninguno de estos supuestos monumentos existía. De la Torre de los Peraza –hay que recordar que el título de “Conde de La Gomera” no se crea hasta el S. XVI para Guillén Peraza de Ayala, el retoño de la Bobadilla- solo pudo conocer Colón el primitivo cuerpo, puesto que el actual se construyó con Felipe II. La Casa de la Aguada actual –la del pozo con su letrero del agua de bautismo de América- se levantó casi 300 años después del paso de Colón, y el mito de la “Casa de Colón”, que no pasa de ser eso, un mito para consumo turístico, es una construcción del S. XVII como bien acreditan los estudios de Pablo Jerez Sabater y los de Alberto Darias Príncipe. El Cabildo de Pérez Méndez compro ese inmueble para instalar en el mismo el “Instituto de Estudios Colombinos”, con biblioteca, museo y toda una parafernalia que quedó, de nuevo, en Agua de Borrajas. Para 1977 el cacareado Instituto era ya un cadáver, hasta tal punto que la subvención que la Consejería de Educación, Cultura y Deportes concedida para la realización de la “XLIV Semana Colombina y el V Curso de América ante el reto del II Milenio: Relaciones Canarias-América” tuvo que ser reintegrada a las arcas públicas porque, según reza el BOC la entidad “Asociación Instituto de Estudios Colombinos de La Gomera” se encontraba en “ignorado paradero”.
Cuando el Cabildo gomero, fenecido el Instituto de Estudios Colombinos –creo que su último presidente fue Luis Macías- introdujo, paulatinamente, en las Semanas –inicialmente concebidas como “culturales”, pseudoculturales más bien, basadas en conferencias sobre el tema- una serie de elementos de disfrute popular, desde las verbenas en la plaza -¿qué gomero no se apunta a un baile y un chajoreo?- hasta una multitud de heterogéneos campeonatos desde los que llevan un balón a los de tiro al plato, la motonáutica, el envite o el dominó y más tarde las regatas veleras Palos-Gomera, en un esfuerzo para que calara en el gomero la idea de que el hecho de ser, siglos atrás, la rada de San Sebastián una escala de paso, una fonda provisional, para toda una serie de españoles en su camino a las Indias en búsqueda de fortuna, era el hecho histórico más importante sucedido en esta desafortunada isla.
Poco a poco se introdujeron las exposiciones de pintura o escultura, los cantantes y grupos de moda y todo el largo etcétera que, con la consolidación de la regata –iniciadas en su día con el empuje y empeño, entre otros, del desaparecido Erasmo Armas- y recuperada este año con carácter bianual, pasado el tiempo, ha culminado con el añadido en esta edición del tenderete de sardinas asadas, papas con mojos, tortillas y toda la parafernalia de los catering habituales con vinos, cervezas o refrescos a granel y, como se decía antes, “al tuti plen”, pa’disfrute de autóctonos y allegados, chonis varios incluidos, que encontraron cena y tenderete gratuito en la playa de la Villa.
No creo que haya que ignorar el paso de Colón por esta isla, pero si desmitificarlo y ponerlo en su auténtica dimensión. Para la historia real de nuestra Gomera no tiene más trascendencia que la de ser, durante un par de días, la parada y fonda de aquellos marinos, como lo fue posteriormente de la mayoría de los viajeros a Indias que aprovechaban su excelencia como puerto sin igual en esa época en este archipiélago. Por poner un ejemplo de contraste, la “Rebelión de los Gomeros” si fue un hecho básico y fundamental en la isla y, sin embargo, las figuras de Hupalupa y de Hautakuperche pasan, ignoradas por todos los estamentos oficiales. Colón tiene ya dos estatuas en la Calle Real que, con la del Padre Torres Padilla constituyen todo el acervo escultórico público de la Villa capital ¿Y de los héroes gomeros, qué? ¿Para cuándo? Recuerdo que, año tras año, el Centro “Amílcar Cabral” solicitaba una calle para cada uno de estos dos héroes gomeros hasta que, por mediación de Erasmo de Armas se consiguió que unas escalonadas y empinadas callejuelas, de UNA SOLA CASA por cada lado, muy cerca del Cuartel de la Guardia Civil, llevaran el nombre de los próceres que se enfrentaron a la tiranía brutal de los Peraza y la Bobadilla. A Hautakuperche, como les sonaba subversivo, le españolizan el nombre a Huatacuperche.
Este año, en ese sentido, parece haber llegado al Cabildo algo más de sensatez. Salvo el libro de José Pedro Sabina –que aporta datos de interés sobre el proceso de beatificación de Colón -¡toma ya!- y la exposición de “Colón en el mundo del coleccionismo” poco ha tenido de exaltación a la figura, cada vez más controvertida aquende y allende de los mares, del Almirante. El propio presidente, Casimiro Curbelo, en su discurso institucional, con la inevitable presencia del afuchado presidente Fernando Clavijo, que está, como las cajas del turrón, en todas las fiestas que se precien, no pasó por Colón ni siquiera de puntillas. Se centró en la relación Canarias- México, en la acogida que dio aquel país a los exiliados políticos que provocó el franquismo -como mi tío Antonio Pérez Suárez entre ellos- , en los elementos comunes mexicanos y gomeros, desde las vírgenes de Guadalupe al silbo de los indígenas de Oaxaca, para rematar con un llamado a la “revolución pendiente para arrinconar la pobreza” cosa de la que tanto gomeros como mejicanos sabemos más de lo que desearíamos.
…Y otro día hablaremos de Colón, que bien que lo merece.
Francisco Javier González
Gomera a 17 de septiembre de 2018