Cuando era un pibe de pantalón corto todos los 20 N se celebraba, obligado, el “Día del Dolor” para rememorar la muerte del “Ausente”, el tal José Antonio Primo de Rivera, asesinado, se decía, por las turbas rojas y cuya foto en blanco y negro hacía pareja con la del Caudillo a los dos lados de la pizarra de todas las aulas escolares del Estado Español, que todavía no era reino, pero al que el hispano fascio, que seguía clamando “Por el Imperio hacia Dios”, suponía era el heroico heredero de aquellas pretéritas glorias imperiales. Ese día, en mi Aguere natal, en la iglesia de la Concepción se ponía un catafalco de paños negros sustentando un ataúd, se supone que vacío porque no había cadáveres de José Antonio suficientes para cubrir la demanda de todo el Estado con aquella pantomima. Ni siquiera un cachito como reliquia que, en eso, los curas del nacionalcatolicismo eran muy celosos y aún, a pesar de la Cruzada, el tal José Antonio no estaba ni siquiera beatificado. Grandes velones a los lados, curas con sus canturreos, monaguillos con incensarios humeantes y autoridades de luto riguroso o camisa azul mahón bajo blanca chaqueta con insignias de cangrejos enyugados bordadas.
Ya por los 60 esa farsa se había acabado, pero quedaba la fecha. El 20 N, aunque el omnipresente Franco hacía innecesaria la presencia fantasmal del “Ausente” y sus catafalcos. Esa fecha había que aprovecharla y así, al más que moribundo Caudillo en noviembre de 1975 lo fueron acotejando para que durara hasta el 20N en que, según su yerno y otras eminencias médicas de idéntica catadura, murió por un “choque séptico”, una especie de autoenvenenamiento, algo así como la muerte de una víbora que se ha mordido la cola. Ese día, en muchos centros de trabajo, tras ver por TVE, en blanco y negro, pero no por luto, la aparición una especie de mono orejudo y llorón proclamando solemnemente “Españoles, Franco ha muerto”, se brindó por la fausta noticia. En mi caso, lo hicimos con vino de la Cruz Santa, muy a tono con la circunstancia.
Lo que sucedió después es bien sabido. Al heredero, Juan Carlos, hubo que numerarlo como Juan Carlos I y todos se dedicaron a transicionar a diestra y siniestra mirando de reojo a sables, bayonetas, sotanas y casullas que controlaban el contubernio, perdón, el cotarro. Este año cacofónico del veinte-veinte, con la momia incapaz de acaudillar nada, desahuciada con honores, todo hay que decirlo, y residiendo en Mingorrubio que, al fin y al cabo, es El Pardo, localidad y palacio donde vivió de okupa, la TVE, ahora en color, nos mostró la imagen de sus fieles devotos. Una colección de ancianas señoras y algún caballero de ringorrango con el inefable chino franquista que, con una sola guagua tuvieron suficiente para trasladarlos todos a Cuelgamuertos. Una misa en la basílica y luego a Mingorrubio entre cantos y vivas a una España suya que vuelve a amanecer, pero con una mala resaca. No sé qué harían sus hijos putativos de VOX, PP y algunos más, pero el espectáculo de la guagua de viejas glorias fachillas sacudiendo enérgicamente la bandera de la gallina era, realmente, penoso.
En Canarias deberíamos tener otro 20 N diferente de ese decadente “Día del Dolor” del nacionalcatolicismo carpetovetónico. Otro 20N de recuerdo glorioso, el aniversario de la REBELIÓN DE LOS GOMEROS. Esta podría ser, como los aniversarios de las batallas de Acentejo o de Tirajana fechas claves de recuerdo nacional. La del 20 N para los gomeros tiene, como importancia histórica, una que nuestras –es un decir- autoridades coloniales y colonizadas se niegan a reconocer. Tras muchos años solicitándolo por el Centro Amílcar Cabral se consiguió, con la ayuda de Erasmo de Armas, que ya mora con Hupalupa y Hautakuperche, que se le pusiera sus nombres a dos calles paralelas de la capital gomera. Bueno, llamarlas “calles” es un eufemismo. Son dos callejones con escalones de una sola vivienda por lado colocadas, para más inri, junto al cuartel de la Guardia Civil por si a sus espíritus rebeldes les diera por volver a las andadas.
Ya hace años que se ha abandonado aquella celebración que iniciamos con el Centro. El Cabildo y el Ayuntamiento, de entonces y de hoy, solo tienen ojos para los estafadores cortesanos de la monarquía (Teatro Infanta Cristina, judicialmente condenada y ahí sigue su nombre) y los fastos colombinos en que no importa el gasto si se festeja que Colón –que da nombre a la mejor avenida de la Villa- pasó a coger agua y dedicarle, de paso, alguna muestra de aprecio a la ninfómana Bobadilla, la viuda del criminal Peraza.
Para recordar este hecho copio parte de un artículo mío de 2016 suprimiendo todo lo que se refería al fenecido 20N hispano que formaba parte del mismo: Esos silbos que nombro de “Ya se rompió el Gánigo de Guahedum” no han vuelto a sonar. ¿Será el gomero un “pueblo muerto” que olvida su historia?
Francisco Javier González
Gomera 21 N de 2020-11-22
Artículo citado:
<< Ese es el 20N que el facherío hispano celebra hoy. Nosotros, los canarios, tenemos otro 20N diferente. Un 20N en que otro español, tiranuelo y asesino, emprendió el mismo camino que los Franco y José Antonio. Fue el 20N de 1487 cuando Pedro Hautakuperche atravesó con su astia al falso Conde y señor colonial de Gomera Fernán Peraza, en Guahedume, vergonzosamente travestido con una femenina saya de Iballa. Este acto de justicia y rebeldía costó la vida de muchos isleños a manos de los sicarios de Pedro de Vera, gobernador español de Gran Canaria y de la exbarragana del Rey Fernando “El Católico”, la ninfómana Beatriz de Bobadilla. La crónica de Gómez Escudero nos cuenta que "...a todos los de quince años para arriba, que no perdonó a nadie, ahorcó, empaló, arrastró con caballos, mandó echar a la mar vivos con pesas en los pescuezos, a otros cortó los pies y las manos vivos....." saña que otro cronista, Escudero, alarga más allá de Gomera, ya que "Venido Pedro de Vera a Canaria, hizo prender una noche a todos los gomeros que había en Canaria, que serían casi doscientos entre hombres, mujeres y muchachos y a todos los hombres condenó a muerte que ejecutó, y a las mujeres y niños dio por esclavos" y con ello, nos comenta el historiador Pedro A. del Castillo que "dejando ajusticiados más de quinientos gomeros, quedó la isla más yerma que sosegada".
Este 20 N del 2016 no se ha oído en Gomera ni un silbo que recorra la isla de monte a costa para decirnos que “Ya se rompió en gánigo de Guahedum”. No ha habido ni una misa en recuerdo de aquellos gomeros masacrados por el colonialismo por protagonizar la “Rebelión de los Gomeros”. Ninguna “autoridad” insular o local, ningún colectivo cultural, ningún partido político ha movido un dedo o ha tenido un simple recuerdo de aquellos hechos. Desde que desde el Centro “Amílcar Cabral” comenzáramos a conmemorar la fecha en 1984 y lo hiciéramos sucesivamente hasta el 5º Centenario y que, posteriormente recogiera el testigo la Asociación “Tagaragunche” y también esta cesara en el empeño, el 20N GOMERO, el de la REBELIÓN, ha caído en el olvido culpable de los pueblos sin memoria. Con vergüenza y tristeza recojo y me acojo a las palabras sabias del poeta de Taguluche Lucas Mesa Cabello:
“La Gomera tuvo historia, pero no se la escribieron
La historia de la Gomera se mantiene en el silencio
el motivo no lo sé, pero yo me paro y pienso:
pueblo que no tenga historia, para mí es un pueblo muerto”
Fco. Javier González.
Gomera noche del 20N de 2016 >>