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Desde mi observatorio: Ínfulas imperiales

 |  13 de septiembre de 2020 (20:23 h.)
Viaje a Marruecos
INFO MARRUECOS - RAMÓN MORENO CASTILLA

 Decía el insigne escritor argentino, mi admirado Jorge Luis Borges (1899 – 1986), referente inequívoco de las letras hispanas del siglo XX, que: “Entre España y Portugal, que en 1493 se repartieron la ‘mar océana’ más allá del Estrecho de Gibraltar, hay una gran diferencia: mientras Portugal es un país melancólico porque sabe que ha perdido su imperio; España, a estas alturas de la historia no sabe que ha perdido el suyo y sigue tan campante”…

Y así es, en efecto. El ocaso del otrora Imperio español, donde no se ponía el Sol, dio lugar al llamado “síndrome del 98” por la pérdida de las colonias; una grave y perturbadora patología que perdura hoy en día, dado el permanente eclipse total del astro rey que ensombrece la Península Ibérica, como si de una “conspiración planetaria” se tratara. Recuérdese que mediante el Tratado de París de 10 de diciembre de 1898 se dio por finalizada la guerra hispano-estadounidense que propició la independencia de Cuba; y en el cual, y esto hay que subrayarlo, España vendió literalmente a los Estados Unidos por 20 millones de dólares de la época Filipinas, Puerto Rico e Isla de Guam, que en la actualidad es una base aeronaval norteamericana en el Pacífico occidental.   

Pero ahora resulta que España se enfrenta otra vez a una posible pérdida de hegemonía que le cuesta asumir, y que en función de la geopolítica en el norte de África, todo apunta a que puede ser un hecho irreversible. Según publicaba recientemente el digital “El Español” en una información tendenciosa y beligerante: “Marruecos planta cara a España a nivel militar: quiere conseguir que los Estados Unidos abandone la base de Rota”. Por lo visto, y según dichas informaciones, el Rey Mohammed VI habría ofrecido al presidente republicano Donald Trump la base marroquí de Alcazarseguir (no confundir con Alcazarquivir, cerca de Larache) para sustituir a Rota una vez finalice el acuerdo hispano-norteamericano suscrito en 1988. De esta manera, especula el citado digital, “Estados Unidos controlaría el Estrecho de Gibraltar, y forzaría a España a realizar concesiones territoriales”.

¿Significa esa posibilidad de sustituir Rota por Alcazarseguir, una pérdida inevitable de hegemonía por parte de España en una zona de incuestionable valor geoestratégico? Veamos algunos hechos bastante clarificadores, que evidencian las ínfulas imperiales del ADN de España que ha ejercido históricamente como potencia hegemónica en la zona y cuyas actuaciones, inclusive en la etapa del Protectorado, no han sido bien acogidas por Rabat. Porque el nudo gordiano de la cuestión estriba en que es España, precisamente, quien quiere controlar el Estrecho de Gibraltar a “toda costa”, nunca mejor dicho.

En primer lugar, está el famoso “Eje defensivo” Baleares-Estrecho-Canarias de 1980; un planteamiento militarista considerado el centro de gravedad del posicionamiento estratégico español, y que parte del supuesto táctico de que “el enemigo viene del Sur”. Y en segundo lugar, la insistente reivindicación española del Peñón al Reino Unido, la “pérfida Albión”; pero manteniendo los anacrónicos enclaves de Ceuta y Melilla, en territorio marroquí, con el eufemístico e imperialista status de “Plazas de Soberanía”. Con la particularidad de que ambos territorios están fuera del “paraguas protector” de la OTÁN, con todo lo que ello implica. O sea, España quiere recuperar Gibraltar, una sesión a Gran Bretaña mediante el Tratado de Utrecht de 13 de julio de 1713, sujeto a un proceso de descolonización, pero en cambio no quiere soltar Ceuta y Melilla, que junto con los islotes adyacentes forman parte de la irrenunciable integridad territorial de Marruecos.

No es de extrañar, pues, que si a EE.UU le interesa sustituya Rota por Alcazarseguir o, inclusive, mantenga Rota y al mismo tiempo decida instalar también la US navy en Marruecos. Ya existen antecedentes como la base de Kenitra y la de Tan Tan con el AFRICON. Así lo posibilitarían las excelentes relaciones de amistad y cooperación entre Marruecos y los Estados Unidos, cada día más fortalecidas y consolidadas. No en vano, el país magrebí fue la primera nación del mundo en reconocer en 1777 la independencia de los Estados Unidos, el 4 de julio de 1776.

En este escenario se plantea el legítimo derecho de Marruecos, como Estado libre y soberano, de preservar su integridad territorial, construyendo o fortificando sus bases militares en aras de sus Planes de Defensa; puestos ahora en cuestión por la prensa  española, nostálgica del antiguo Imperio, en una clara e imprudente injerencia en los asuntos internos de Marruecos. Por cierto, ¿ha reparado alguien en el hecho evidente  de que Canarias es lo último que queda ya de ese imperio, más abajo de las Columnas de Hércules, en lo que supone un insostenible anacronismo en pleno siglo XXI?

¿Por qué razón, y en virtud de qué patente de corso las FF.AA españolas pueden armarse y Marruecos no? ¿Existe realmente una carrera armamentística entre los dos países? ¿Se pretende acaso que los llamados “intereses de Estado” se conviertan en un “arma disuasoria” para impedir la necesaria modernización de las FAR marroquíes? A tenor de las extemporáneas reacciones de los medios de comunicación españoles, todo da a entender que pretenden reeditar de forma virtual la famosa obra, “El Arte de la Guerra”; un auténtico tratado de ciencia militar, asignatura obligada en las Academias Militares (que no en las Facultades de Periodismo), escrito por el militar y filósofo alemán Carl von Clausewichtz. Unas reacciones que, por otra parte, trascienden el marco de las prácticas diplomáticas al uso en las relaciones internacionales. ¿Será por aquello de que “la guerra es otra forma de diplomacia?

Y antes de finalizar, conviene resaltar las recientes declaraciones del Embajador británico en Rabat al citado digital, El Español: “En el binomio Gibraltar – Marruecos hay muchas oportunidades”. Thomas Reilly, que se despide de su cargo diplomático en Marruecos, concluye una etapa imprescindible en los 800 años de relaciones diplomáticas entre los dos países con la firma de un Acuerdo de Asociación que es un calco de las relaciones comerciales que el Reino Unidos mantenía con el Reino de Marruecos en su etapa dentro de la Unión Europea.

A ello se suma un desarrollo cultural, lingüístico, educativo, empresarial y turístico con el país magrebí que le permite desde allí extenderse al mercado africano y “controlar el Estrecho de Gibraltar”. Una cooperación bilateral entre Marruecos y Gran Bretaña, dinámica y fuerte, consolidada con el Acuerdo post-Brexit firmado el 26 de octubre de 2019. Con el valor añadido, de que con el Brexit parte de las inversiones de Inglaterra en la UE se dirigen a Marruecos, con las ventajas de todo tipo que ello conlleva.

Y ya por último, y en este contexto de “intereses de Estado” hispano-británicos-marroquíes, con Canarias, aquí abajo, en la “fachada atlántica”, de obligado espectador, es oportuno sacar a colación la frase lapidaria atribuida al escritor canario, Domingo Pérez Minik (1903-1989), a propósito del frustrado desembarco del almirante Horacio Nelson en Santa Cruz de Tenerife en 1797, cuando dijo que: “Canarias ha cometido dos grandes errores históricos de los cuales se arrepentirá toda la vida: uno, no haber dejado entrar a Nelson; y dos, haber dejado salir a Franco”…