Volvió a Lanzarote Rafael Álvarez ‘El Brujo’ y lo hizo la noche del pasado viernes inundando con su presencia todo el escenario del Teatro Insular. Su espectáculo, ‘Cómico’, traído a la isla por la Consejería de Educación y Cultura del Cabildo, es todo un homenaje al humor y una demostración de su impresionante valía como actor. Una calidad escénica que el actor andaluz adereza con su humildad y sencillez para hacer aún más grande su presencia y su proyección hacia el público.
Precisamente con esa sencillez se presentó Rafael Álvarez ‘El Brujo’ en las tablas del Insular de Lanzarote, haciendo un prólogo de 15 minutos –anunció- por cortesía para que quienes llegan un poco tarde no se pierdan un detalle del espectáculo. Un prólogo lleno de humanidad, con un toque atrevido, ligeramente picante y esencialmente irreverente que el actor mantendría de manera más o menos implícita o explícita a lo largo de todo el espectáculo.
No desaprovechó el más mínimo interlineado para encajar una crítica a los palos que está recibiendo la Cultura en nuestro país, e incluso dedicó unos minutos a plasmar sus particulares caricaturas de personajes como Rajoy, Merkel, Rouco Varela y hasta Florentino Pérez llegaron sus trazos. En este menester andaba ‘El Brujo’ justo antes de adentrarse en la sátira conceptista de Quevedo, ese humor ingenioso y genial del Siglo de Oro español, capaz de hablar con la mayor elegancia y solemnidad de aquel noble lugar del cuerpo donde nunca da el sol…
Así fue avanzando este peculiar homenaje de ‘El Brujo’ al humor, y aún quedaba la perla. En una escenografía conceptual costumbrista, con notas de su niñez, un hule con el mapa de España en el que estudió geografía, un padre con mucho ‘tumbao’, un gato cantaor de flamenco llamado Macandé, y un cura que vivía en la misma pensión y al que nadie entendía su habitual coletilla. Una frase indescifrable que ‘El Brujo’ manejó con maestría para hacer reír al público durante más de un cuarto de hora con algo que ni siquiera entendía.
Noventa minutos de risas generadas muy bien logradas y muy agradecidas. Humor desmenuzado en muchos de sus matices, desplegado con maestría. Un humor que gustó mucho al público lanzaroteño que llenó el Teatro Insular y que aplaudió con muchas ganas.