La idea de que la población envejecida del primer mundo necesita rejuvenecer con inyecciones de emigrantes del tercer mundo ha pasado a la historia. La población activa de los próximos años va a ser distinta. Ya, en muchas fábricas hay más robots que trabajadores. Este hecho plantea una nueva duda: ¿quién pagará las pensiones y los servicios sociales del futuro?
Cuando hablamos del futuro de la robótica estamos señalando los próximos 20 años, no hace falta ir mucho más lejos para tratar un asunto tecnológico en el que hoy se ponen todos los esfuerzos. De momento, el robot no paga impuestos; la patronal, pretende no mantener a las personas improductivas; y los estados ceden poder ante las grandes empresas, que pronto serán las punteras en robótica o estarán robotizadas.
En enero de 2017, la UE aprobó un informe sobre cuestiones relativas a la robótica, su impacto sobre el empleo y la relación con el ser humano; en resumen, la afectación social de la nueva revolución industrial. En el citado texto se insiste en la importancia de la protección de datos, ante una inteligencia artificial de imparable crecimiento. Sin embargo, parece que se asume el impacto que supone una nueva sociedad robotizada con fundamento consumista, donde los escalafones de consumidores (más acentuados que ahora) diferenciarán las clases sociales; aunque ya, hoy, en los países industrializados se puede apreciar este tipo de clases sociales diferenciadas por la cantidad y hábitos de consumo.
Mientras la carrera tecnológica de la robótica sigue adelante, ningún país o estado está en guardia para regular socialmente la inclusión social de la tecnología 4.0. Ni jóvenes ni ancianos estarán bajo el paraguas legislativo proteccionista de sus gobiernos, ante la pérdida de poder de éstos y la cesión de decisiones a los grandes capitales y su nueva revolución industrial.
A todas estas, ya se ha impuesto una normativa europea de protección de datos para no alimentar esa inteligencia artificial que trabaja exclusivamente para los mercados. Se hacen esfuerzos desmesurados para blindar fronteras: fomentando un improvisado proteccionismo, xenófobo, que olvidó aquella máxima de que hacía falta rejuvenecer la población activa para garantizar las pensiones, ayudas y servicios sociales básicos; y se prepara el campo para acoger a unos intrusos sociales que, realmente, estarán ahí para enriquecer a los ya enriquecidos y empobrecer a los más discriminados de la sociedad. Ya se han hecho públicos estudios que hablan de 5 millones de parados en los próximos años, solo en los 15 países más industrializados, debido a la revolución robótica; pero sin duda irá a más.
Los flujos migratorios siempre han sido imparables; lo normal es que el ser humano huya de guerras y hambrunas en busca de mundos mejores. Pero también son imparables los avances tecnológicos y ahora toca la robótica. Aunque ¿está preparada alguna sociedad humana para gestionar una herramienta así? Somos conscientes de muchos reclamos de igualdad o equidad social, pero ¿existe alguna sociedad donde se haya conseguido una igualdad real?
Hay que recuperar el poder político para el pueblo, para los intereses populares y no los empresariales de unos pocos. Hay que hacerlo para gestionar una importante carga impositiva que permita sobrevivir a las personas mayores y a las no asalariadas de las sociedades robotizadas o se admita la necesidad de una renta básica universal. Pero, además, si esta política no se extiende por todos los rincones del planeta, los movimientos migratorios volverán a ser inevitables; y también será inevitable que algún país se convierta en paraíso de la robótica y el edén de cuatro empresarios de la ciencia ficción convertida en realidad, desde donde se verá al resto de la humanidad como un excedente sin sentido.
De momento, solo me atrevo a aseverar, respecto a la cuarta revolución industrial, que urge que las clases populares tomemos el poder y descartemos -para siempre- del escenario de las libertades políticas, esos venenos sociales que hoy se llaman liberalismo, mercantilismo y capitalismo: esa ansia de acumulación que no reparte la riqueza y crea desigualdad. Es una nueva avalancha de colonialismo económico que representa un auténtico peligro; es el neocolonialismo que predijo el Che Guevara y que anuncia su llegada. Por eso, hoy, más que nunca, hay que rebelarse por el bien de la humanidad.
Pedro M. González Cánovas
(Miembro de Alternativa Nacionalista Canaria - ANC)