España y los peligros de cernirse al discurso

 

“Se puede engañar a todo el mundo alguna vez y a alguna persona todo el tiempo, pero no se puede engañar a todo el mundo todo el tiempo” (Abraham Lincoln)

La línea ideológica marca las acciones casi tanto como las acciones definen la realidad ideológica de las organizaciones.

El nacionalismo español no encuentra fundamentos cuando retrocede buscando raíces. Una historia llena de mentiras patrióticas e invenciones emocionales, no encuentran sostén en las narraciones que se hacen desde otras naciones de los mismos acontecimientos. Por eso, cuando España pretende fundamentar supuestos derechos para continuar explotando a diversas nacionalidades que se apropia el Estado español, se evidencian un cúmulo de nacionalidades oprimidas con el único vínculo que representa la monarquía borbónica y las cadenas de un ejército y fuerzas policiales dedicadas a salvaguardad una unidad inexistente. Por eso, el discurso nacionalista español es un espejismo que vive en nubes de Madrid, de las academias militares, del amplio entorno de su desfasada realeza y se tambalea donde choque con progreso, con nuevas tecnologías, con nuevos conceptos políticos, con el proyecto de la sociedad del futuro, porque no hay entereza para argumentar lo que no tiene fundamento sólido.

Cuando unos activistas canarios se vieron en apuros con el ejército luso, su organización dio la cara afrontando que se trataba de una acción organizada. No hablamos de que se le dijo al cónsul español que se mantuviera al margen y así lo tuvo que hacer; de que la armada lusa nos devolvió con todo el protocolo que merece la bandera de Canarias que se hizo en Salvajes, con todo el protocolo y respeto que merece una insignia nacional. No pregonamos hechos que no teníamos gráficamente documentados, pero velamos por los nuestros en todo momento, sin falsedades, sin negar nuestra condición de independentistas y nuestras reivindicaciones de soberanía. A pecho descubierto, con verdades como puños que dan unos fundamentos ideológicos que van de mano del progreso y se llenan de la coherencia que da el ansia de soberanía de cualquier pueblo.

Mientras tanto, el gobierno de España es capaz de poner su ejército al servicio de una empresa privada, llegando a atacar y lesionar a civiles por pretender manifestarse pacíficamente. Pero además, oficialmente, niega todos los hechos que aparecen en los vídeos, ateniéndose a un comunicado oficial del actor de la agresión que, cobardemente, acaba poniendo en duda cualquier documento histórico que provenga de los intereses que representan esa monarquía, ese imperialismo-colonialismo que históricamente han llamado "centralismo".

Cada vez es más evidente que tras el largo fracaso de ese invento que llaman "españa", se esconde el interés de una minoría. Al final vetan la posibilidad de romper con la frustración que supone no permitir a los países reinventarse y adaptarse a las sociedades del siglo XXI. Derecho a emanciparse, a decidir sobre su presente y futuro, o a buscar la igualdad social que pierde el sentido en nacionalidades diferenciadas forzadas a marcar el mismo paso.

Las cosas están cambiando y no es difícil predecir que cualquier rueda de repuesto acabará por estallarles en la cara. Ni Podemos, ni federalismos socialdemócratas pueden evitar que cada día acabe con un nuevo amanecer.