El cabildo se sigue apropiando de las tierras de los campesinos.
El cabildo se sigue apropiando de las tierras de los campesinos. Todo comenzó allá por los años cuanta-cincuenta del siglo pasado, aunque ya desde antes, pero de forma descarada, nítida y clara entonces, proponiéndoles la compra de sus terrenos agrícolas y ganaderos para plantar los primeros pinos, haciendo presión, chantaje y manipulación, con lo que más que comprar robaban (nunca olvidaré lo que me dijo un día Clemente, el de La Cumbre, que casó con Manuela de Temisas: “... donde cogía todos los años un duro por metro cuadrado, me lo compraron por una peseta (se refería al monte que segaba y que vendía para cama de los animales y posterior estiércol)...”
.Práctica que si no igual, han refinado el procedimiento: no te dejan tocar tu terreno, porque previamente lo han clasificado según sus voluntades, y al no poder cultivar, ni plantar nada, el dueño lo abandona, que en otros casos según normativa tampoco puedes hacer nada porque te multan e igualmente el dueño lo abandona, pues ahora viene –la nueva táctica y ahora ya gratis- a la petición que hacen a dueños de terrenos inutilizados, para ellos plantar pinos en los mismos, con lo que poco a poco, y bien a las claras el cabildo hace lo que digo en el encabezamiento.
Y ello, sin que nadie denuncie este robo, abuso de poder y acaparamiento de todo el territorio para plantarlo de lo que es la mayor desgracia: pinos, más pinos, y solo pinos; y ello, donde siempre hubo agricultura variada, arboleda frutal y ganado (vacuno, caprino y lanar) por un tubo; ahora solo pinocha, y protegida las tabaibas, que como sabemos son productoras de leche, pero ni ésta es comestible, y la pinocha tampoco, a la par, que la pobreza en la isla va en cabeza a niveles nacionales y mundiales, sin que medio de comunicación alguna señale el mal o la causa, por miedo a represalias y retirada de ayudas que los callan, y ya sean instituciones, Medios de Comunicación o propietarios, que al ser gente sencilla carecen de los conocimientos mínimos para quejarse, y solo callan, sin más tragando, y con mucho miedo, no sea se las gasten perores: multas y amenazas, vigilancia y control por un miedoambiente que los tienen asombrados, y más callados que en Misa (eso era antes, porque ahora, no solo les han quitados las propiedades, sino que también les han robado el tesoro de la fe).
El Padre Báez, Pbro. 20-