Brasil: golpe de estado parlamentario
A la sombra de los juegos Olímpicos de Río 2016, se desarrollaba un suceso singular: un golpe de estado contra la presidenta democráticamente electa de Brasil, Dilma Rousseff. Un crimen contra la democracia y el derecho que se ha cometido con la complacencia de la comunidad internacional. Así pues, se completa tres países latinoamericanos bajo golpe de Estado: Honduras de Zelaya, Paraguay de Lugo y Brasil de Rousseff, mientras se trata de desestabilizar otros gobiernos de carácter progresista, como los de Venezuela, Ecuador, El Salvador y Bolivia.
La presidenta de Brasil consiguió en 2014 de sus compatriotas más de 54 millones de votos para su reelección; los senadores, en cambio, apenas 61 votos para destituirla. La farsa fue tan grande que no tuvieron coraje de quitarle los derechos políticos.
Todo comienza el 17 de abril de este año cuando 367 diputados dieron lugar un juicio político que no jurídico, a la presidenta de Brasil, hasta que 61 senadores dieron la estocada final el 31 de agosto a cambio de un puñado de favores para sus intereses particulares y la promesa de inmunidad judicial: Recordemos que 41 de los 81 senadores y casi un tercio de los diputados están acusados de hechos de corrupción. Consumándose de esta forma lo que se denomina como golpe parlamentario, es decir, no se necesitan las fuerzas armadas para acometerlos. Hace falta entre otras cuestiones la presión mediática, el sabotaje empresarial, la conspiración política y un uso torticero de la constitución.
No hubo una sola prueba concreta que justificase el golpe parlamentario. Pero probablemente por razones de “mala conciencia” fue rechazada la inhabilitación para ejercer cualquier cargo público por un periodo de ocho años.
Dilma Rousseff no ha sido destituida por ninguno de los múltiples casos de corrupción –según han destacado numerosos medios de comunicación- que azotan la política brasileña. De lo que se ha acusado a presidenta es de firmar tres decretos presupuestarios en los que habría maquillado las cuentas para poder obtener nuevos préstamos bancarios sin haber terminado de pagar los anteriores, es decir de lo que se le acusa es de su mala gestión económica. Llevando a Brasil a un supuesto desastre que, en cualquier caso, tendrían que juzgar los ciudadanos en las urnas.
El periodista ganador del Premio Pulitzer Glenn Greenwald que vive en Brasil afirmó durante una entrevista al diario estaudinense Democracy Now lo siguiente: “La acusación formal contra Dilma que están utilizando para justificar su destitución se llama en portugués ‘pedaladas’, que significa pedalear. Refiere a una maniobra política por la que el gobierno pide dinero prestado a un banco estatal y luego demora en devolverlo para que parezca que el gobierno tiene más dinero en su haber. Por lo que, básicamente, la acusan de recurrir a trucos presupuestarios para hacer que la situación presupuestaria del gobierno parezca mejor a fin de ganar la reelección. Algo que, al hablarlo con europeos o estadounidenses, genera perplejidad porque no se entiende que algo así pueda justificar la remoción del cargo de una presidenta democráticamente electa, dado que es extremadamente común que los líderes políticos del mundo lo hagan, y, de hecho, otros presidentes de Brasil han usado ese método en el pasado”.
Ahora el golpista Michel Temer, gobernará sin haber sido elegido por los ciudadanos con la meta de encubrir corruptos y ejecutar su plan neoliberal. Ahora llegará con contundencia el turno del desmantelamiento de los avances en materia laboral, sanitaria, educativa y de la soberanía de los recursos naturales. Temer lo dejó claro apenas asumió la presidencia al anunciar el cierre de Ministerios como Cultura, Mujeres, Derechos Humanos e Igualdad Racial.
Con este triste episodio de ataque a la democracia, no sólo queda consolidada la nueva ofensiva neoliberal que está sufriendo América Latina, sino que parece que las constituciones e instituciones siguen siendo un pedazo de papel, con el que cada cierto tiempo grupos de poder económicos y oligopolios mediáticos suelen utilizarlos según sus conveniencias y circunstancias.
No está demás recordar que al capitalismo y al colonialismo jamás le interesa la democracia, uno de sus principales teóricos, el premio Nobel de economía Friedrich Hayek, decía: la democracia es una simple “conveniencia”, admisible en la medida en que no interfiriese con el “libre mercado”, que es lo no-negociable del sistema.
* Miembro de la Coordinadora Insular de Alternativa Ciudadana 25 de Mayo