El día después
La jornada del 20 de abril fue histórica para Canarias por varios motivos: fue algo más que un grito contra el actual modelo económico y turístico, fue un grito de empoderamiento social, un grito de reafirmación, de orgullo e identidad. Fue la exclamación del hartazgo colectivo frente a la pasividad de la clase política que ha dirigido el rumbo de esta tierra en los últimos cuarenta años.
Esta idea la percibieron pronto algunos, puesto que no se trata de una reivindicación de reciente cuño. Ya había pasado antes. Éstos se apresuraron a blandir la turismofobia, infundir el miedo al cero turístico o intentar desmovilizar con la recurrente “politización” para deslegitimar la protesta contra un modelo desequilibrado, promovido y sostenido por ellos mismos.
El 27 de septiembre de 2002 Lanzarote se manifestó exigiendo una moratoria turística y denunciando las consecuencias de un modelo especulativo y cortoplacista. Se trató, sin duda, de una de las manifestaciones más multitudinarias convocadas hasta ese entonces. Cerca de diez mil personas salieron a la calle en una isla de noventa y siete mil habitantes en ese momento.
Aquel nivel de movilización se consiguió gracias al trabajo de una quincena de colectivos de distinta índole y de numerosos ciudadanos dentro de un espacio enriquecedor. Desde Foro Lanzarote se reclamó, entre otras cosas, el cese del turismo desbocado o el control sobre el vertiginoso aumento que estaba experimentando la población, en un contexto de carencias sociosanitarias.
Salvo fenómenos recientes, como la vivienda vacacional, aquella situación era similar a la actual. Las circunstancias de hoy se determinaron hace más de veinte años. La ciudadanía sigue padeciendo un modelo turístico depredador, extractivo y carente de responsabilidad social. Además, y por si fuera poco, adolece de una clase política dirigente con crédito y valentía suficiente para ofrecer alternativas realmente transformadoras.
Es admisible afirmar que no se ha promovido nada sustancialmente transformador en Lanzarote en el último cuarto de siglo. Cabe recordar que en 1999 el Cabildo insular aprobó, por unanimidad, la revisión del Plan Insular de Ordenación del Territorio (PIOT). Dicho plan entraría en vigor en mayo de 2000, supondría una reprogramación a la baja de la oferta turística y la suspensión cautelar del otorgamiento de licencias. Esta medida sería anulada en los tribunales posteriormente.
La pasividad les ha desacreditado. Todos los partidos políticos que en los últimos cuarenta años han estado en los gobiernos son responsables; actores necesarios al servicio de la oligarquía unos, bienmandados y sumisos conformistas otros. No hace falta enumerarlos, usted sabe quiénes son, tienen nombre y apellido. No han acometido ninguna medida decidida para atajar este problema, ni siquiera se han puesto de acuerdo para revisar el desfasado PIOT del ‘91.
Por tanto, y teniendo en cuenta los precedentes históricos, una pregunta es obligada: ¿Los actuales partidos, los mismos que se han alternado en el poder político durante las últimas cuatro décadas, están en condiciones o son agentes válidos para ofrecer soluciones?
La respuesta lógica es evidente. Teniendo en cuenta, además, las declaraciones posteriores a la manifestación de algunos miembros destacados de los partidos gobernantes en Canarias cargadas de intransigencia y terquedad.
Sin embargo, considero que es necesario generar ese espacio enriquecedor en donde encontrarnos todos e invocar al espíritu que impulsó Foro Lanzarote. Volver a reconstruir un espacio sociopolítico donde los agentes sociales estén ampliamente representados. Quizás haya que construirlo más allá de los escenarios institucionales.
Es fundamental realizar un diagnóstico en profundidad de la situación actual. Se trata de problemas complejos que deben abordarse entre todos. La ciudadanía debe asumir el protagonismo y la responsabilidad que le toca. Los partidos políticos, que han reconocido y aceptado las reivindicaciones del 20A, deben hacer lo mismo y ser capaces de iniciar el camino de la transformación desde el compromiso social y el sentido del bien común.
El presente y el futuro de quienes habitamos esta tierra está en juego. Es vital que se tome conciencia de ello y que de una vez por todas se actúe como un pueblo que rema hacia el mismo horizonte.