“El fiscal pide que se inhabilite por 10 años al alcalde de Firgas. Manuel Báez (CC) comparece a juicio mañana acusado de prevaricación”
Este es el titular sensacionalista del periódico colonial Canarias7, firmado por Antonio F. de la Gándara, el día 17 de julio de 2013.
La prevaricación que se le presume a Manuel Báez es por cambiarle el nombre a una calle de su municipio, asunto nimio para que ocupe tanto papel en cualquier prensa que se digne de objetiva y rigurosa, y menos para que desate la ira y la altanería del fiscal, quien le pide 10 años de inhabilitación por semejante hecho. Por lo que se ve, parece que nos tendremos que acostumbrar a que la atención puesta sobre la corrupción vetusta y sistémica, que le ha dado existencia y personalidad a la putrefacta España y a su colonia, se dirija a temas insustanciales, habiendo material, por doquier, de donde sacar cientos de noticias que despierten el interés del pueblo sobre el presente y el futuro que le espera. Sin embargo, los medios de difusión –sobre todo los impresos– siguen apostando por el morbo y la simplonería para deslocalizar lo importante, y un aparato de justicia que, a la par, abre expedientes o admite a trámite conflictos de patio de colegio, que llegan a los juzgados más por razones personales que por su trascendencia pública, mientras se le da carpetazo a la indudable criminalidad pululante. Tampoco podemos esperar nada decoroso de un aparato de justicia que, desde hace mucho tiempo, se inhibe, elude, racionaliza o incumple la ley en los asuntos de gran calado –de los que hay abundantes en esta colonia de España–, como si sus miembros estuvieran pringados en el contubernio, timoratos ante una clase política y empresarial que los dirigen, y tiranos con los más débiles o rebeldes, con quienes dan a entender la rigurosidad e intransigencia de su poder. La primera injusticia, de facto, y pendiente de erradicar a través del marco de la legalidad internacional, es la estructura jurídica española en Canarias, impuesta por la fuerza de las armas hace más de 500 años y que se emprende como mecanismo coercitivo para aquellos que no acaten la dictadura colonial, para lesionar y perseguir a los que no son de la cuerda política afín a la metrópoli o se nieguen a colaborar con el sistema impuesto.
Si nos retrotraemos a la historia, la jurisprudencia social y política es manifiesta en el caso del alcalde de Firgas, pues, comprobaremos que las calles dedicadas por los fascistas y los colonialistas a sus asesinos héroes, continúan haciendo revivir su necrófila memoria y no hay fiscal que actúe de oficio contra esta ignominia (calles Pedro de Vera, Juan Rejón, Pedro de Algaba, General Mola, Pizarro…) En este sentido, ningún –o muy pocos– concejal ni pleno de ayuntamiento, se ha preocupado de ello con seriedad y voluntad, y el interés de la llamada justicia ha sido en contra, esto es, parte, ya que, además de eliminar de la vía pública estos insultos a la moral y la dignidad de nuestro pueblo, habría que pedirle responsabilidades a España por crímenes contra la humanidad, los consumados en Canarias y con los canarios.
No obstante, hay que comprender que la prensa colaboracionista del colonialismo no está para estos menesteres, sino para desorientar y manipular la realidad sangrante y vergonzosa en la que nos tienen sumidos, y gracias a algunos periódicos digitales dignos que dejan traslucir lo que opacan los del sistema.
Todo acto del colonialismo a través de su prensa conduce una intención perversa y, en el caso de Manuel Báez, trata de buscar la mansilla por haber tenido el honor y la valentía de declararse públicamente como independentista, identificación que, por lo visto, agravia a tanto político cobarde y a los plumíferos estómagos agradecidos, que cualquier cagada de mosca les vale para desprestigiar a quienes no le huelen los peos a sus amos españoles o, al menos, tratan de ser hombres libres. Si sacaran la mierda que se les ha tapado a los colaboracionistas del colonialismo, la mayoría de los fiscales, jueces, políticos y empresarios tendrían que estar en la cárcel. Ahí está la gran prevaricación: en los entogados, enchaquetados y diferenciados. Quizás hasta se crean ellos con prestigio y hasta que el pueblo les debe respeto; si ahora se diera un levantamiento popular son contados los que escaparían de la guillotina. Pero en Canarias la corrupción es lo natural y la tiranía somete al hombre por sistema ya que, para eso, nuestra nación es una colonia. ¿Para qué quiere un proxeneta una casa de putas si no es para explotarla? ¡Cerremos el burdel!