España no es un Estado, una entelequia
Como todo el mundo sabe, el término Hispania fue originado por los púnicos, cuya etimología tiene una explicación zoológica (tierra de conejos) y más tarde acuñado por los romanos para determinar y delimitar una zona geográfica de su imperio, como también fue Lusitania, Mauritania, Germania, La Galia etc. Es de entender que el Imperio Romano, deslindó éstas y otras zonas como sus solares y nunca como naciones (evidentemente ésta se enmarca en un concepto de pueblo: antropológico, etnográfico, cultural y demás) por lo que determinar a España como una nación o como un Estado, es, a mi juicio, una ironía. El Estado es una entidad administrativa para organizar la nación, pero que nunca tiene que ver con la esencia de ésta. Pudo existir una forma de Estado, sin que nadie le pusiera título, que se creara per se, en los intercambios entre naciones o colaboración interesada y recíproca, bien por su cercanía geográfica o por evitar conflictividad a causa de las fronteras.
Se puede entender un Estado, cuando éste nace de la voluntad de las naciones, de los pueblos –eso cuenta con toda legitimidad–, pero no es el caso de España, que se forjo por las imposiciones y anexiones de las monarquías territorialistas de la época, concluyendo su empresa con la anexión del Reino de Nafarroa en 1516, momento en el que el enunciado de la dicha entidad recoge como principio: Una, Grande, libre e indisoluble. Todos los métodos usados por esta entelequia, dispuestos para sostener los intereses de las castas parasitarias de siempre, los han recogido en sus constituciones –siempre presente e imperante el poder coercitivo de las leyes, el poder represivo de la policía y el ejército– sin ninguna disposición que dote a los pueblos de auténtica soberanía para poner fin al sistema político si éste se corrompe. Sólo el monarca, en este caso el Borbón (un corrupto amparado por el aparato judicial y por una constitución malévola que le deja impune ante sus fechorías, redactada por los mismos criminales del régimen anterior, que es el mismo que el actual) ostenta el privilegio para disolver Las Cortes o declarar la guerra y ordenar la paz.
Nuestra nación, Canarias, ha sido anexionada por la fuerza de las armas de este Reino inveterado, fascista y asesino, en el que los llamados “españoles”, aunque sea por decoro, ya no se sienten como tales y piden clamorosamente, aunque no lo parezca, la desintegración de una España que nunca debió existir.
Sin dudas, nunca tuvo razón de ser, sino como topónimo, y vemos como la entelequia entra en contradicciones con los pueblos que ha forzado a una unificación contrapuesta a sus interese y cultura, sólo válida para las castas de siempre y nunca para sus “súbditos”.
Canarias tiene grandes posibilidades, independizándose de este cadáver putrefacto –yo digo que es la única salida–, que ha supuesto la ruina para nuestro pueblo y el freno a nuestro desarrollo: hemos sido su burdel y no nos queda otra que acabar con su proxenetismo; son más de 500 años, no solo de rapiña, opresión y segregación, sino de ignominia para el pueblo canario. Tenemos que quitarnos esta lacra colonial de encima, cuanto antes, pues la miseria es notoria y la desvergüenza y corrupción de la casta política irrespirable.
Quien quiera darle oxigeno a este reino decrépito, que lo haga. La mejor forma de alimentar al espectro es participando en sus elecciones y colaborando con su sistema, acatando una constitución que no ha redactado el pueblo, de la que no se aplica sino los artículos que les interesa, además de saltársela a su antojo sin que nadie se sonroje. Después vendrán las disculpas y los enfrentamientos internos si no llegan a concejaluchos del prostíbulo.
Las elecciones son una herramienta muy útil para que la criminalidad gubernamental justifique su legitimidad y legalidad, y así continuar con su latrocinio, sus privilegios y el desmantelamiento de las clases media, pobre y submundana –los últimos ya no tienen ni cara.
Los tribunales españoles estás dirigidos, no son imparciales; tampoco los europeos, en tanto sus leyes contravienen el derecho internacional, al embarullar a esta colonia en un marco contradictorio de la UE –estamos en África– llamándonos por el eufemismo de RUP.
Sólo hay una vía para la solución del problema colonial de nuestra nación y, por ende, del gran problema social, político, económico y de delimitación de nuestras aguas: acudir al marco de las Naciones Unidas, al Comité Especial de Descolonizacón, único autorizado para dotarnos de un Estado propio y poder dirigir nuestro destino.
Yo, un hombre del pueblo, que nunca ha probado la miel del poder –ni quiero probarla–, parafraseando a Simón Bolívar hago un llamado: “Canarios, españoles y demás extranjeros que se han enraizado e integrado en nuestra patria, hay que hacer de Canarias un Estado Archipielágico para que las presentes y futuras generaciones vivan con dignidad. Hagamos una Canarias nuestra, verdaderamente libre, donde se respete los derechos humanos, nacionales, fundamentales e históricos; que la libertad religiosa sea esencia de nuestra convivencia, que la libertad de pensamiento sea la base de una auténtica democracia, y, sobre todo, que sea la conciencia y la preparación política del pueblo la que dirija a sus representantes y le dé equilibrio al nuevo Estado. También, como nos sugirió Miguel de Unamuno, en su destierro a esta colonia, instándonos: “¡Muestren su colonialidad!”. Mostremos nuestra colonialidad al mundo, por lo menos para ir salvando esta pequeña parte del mundo, y exijamos nuestros legítimos derechos de pueblo: la independencia y la soberanía nacional.
No nos engañemos: que no espere nadie el arreglo de esta situación, porque la entelequia no se diseñó para el bienestar del pueblo sino para engorde de chupópteros.
A esta banda criminal ya ni les interesa la empresa España, porque la misma está en una quiebra irreversible y mortal. ¡No nos engañemos!, a esta banda criminal no les importa si el pueblo se hunde o se va a la deriva –el que quiera negar lo que hay, más vale que se quede ciego– pues el desdén y el desprecio a los derechos de la gente ya los han racionalizado. Insisto, los canarios debemos recurrir al marco jurídico de la Naciones Unidas, por ser el único que nos garantiza una retirada pacífica de España y quien nos puede reconocer y dotar de un Estado, que legalmente nos pertenece, para estructurar la nación.
La independencia de Canarias no obedece a cuestiones patrioteras, folklóricas, chauvinista o baladí, sino que es la salida a una violación sistemática de los derechos humanos por parte de España, en la que se ha sometido a nuestro pueblo durante más de 500 años. La soberanía Nacional, además de ser un derecho, es una necesidad intrínseca para la supervivencia de Canarias y de los canarios y la vamos a ejercer: ¡Nunca renunciaremos a ella!
Para concluir, el topónimo puesto por los cartagineses sigue enraizado en una realidad zoológica, aunque, a estas alturas de las centurias, en el parque no residen conejos, sino una banda de lobos y un gran rebaño de ovejas.