Ha muerto un gomero de nación. José Ortiz, mago integral e íntegro
No sabía que José Ortiz Mendoza, José “El Mago”, había muerto en Gran Rey. Me entero ahora por la prensa digital que tenía algo abandonada y ni siquiera he llamado a su hermano Isidro Ortiz, tan mago –hijo de Magec- como él para transmitirle mi pésame.
No sabía que José Ortiz Mendoza, José “El Mago”, había muerto en Gran Rey. Me entero ahora por la prensa digital que tenía algo abandonada y ni siquiera he llamado a su hermano Isidro Ortiz, tan mago –hijo de Magec- como él para transmitirle mi pésame. Los Ortiz Mendoza, chipudanos de nación y raigambre, pasarán a nuestra intrahistoria, a la memoria colectiva de nuestro pueblo, como baluartes y adalides de nuestro saber ancestral, desde el silbo a las costumbres. Son los últimos que podía recordar el “Baile de los Angelitos” para acompañar a los pequeños fallecidos –cosa habitual en la Canarias colonial, explotada y empobrecida de no hace tanto tiempo- en su viaje a las estrellas llevando con ellos las pequeñas cintas con los recados murmurados para los antepasados ,los machiales que nos guardan y nos aguardan. La fuerza vital de muchas costumbres gomeras se ha mantenido gracias a ellos y a los que, como ellos, hacen y han hecho de nuestra cultura un preciado tesoro a engrandecer y conservar.
El último legado que nos ha dejado José El Mago y su familia ha sido su despedida. Tambores y chácaras acompañaron al cortejo a su última morada, romanciando y respondiendo en su honor. Guacimara Navarro en el digital “Gomera Actualidad” nos relata los pies de romance que entonaban los que “cantaban alantre” y que nos relata en su sentida crónica “Abre las puertas del cielo, que llega mi compañero” le cantó su amiga y “Mago te vas y te alejas, que acongojado me dejas” le cantó su propio hermano D. Isidro Ortiz, al mismo tiempo que el nieto del difunto tocaba las chácaras, es el ejemplo de una familia criada en la tradición auténtica”. Adjunto el enlace al artículo de Guacimara Navarro que encierra el sentimiento de todo un pueblo.
No pude menos que recordar que en mi familia se cantaba por folías las despedidas a los que emprendían ese camino sin retorno que es la muerte y que, cuando murió mi hijo Tinguaro, la despedida fue también de chácaras, tambor y bucios. Las chácaras las tocaba Rogelio Botanz que aprendió su toque y el silbo con Isidro Ortiz. Tiempo después me comentó Rogelio que ese día se había dado cuenta que ya era tan canario como vasco. Esta vez le ha tocado a la familia Ortiz recordarnos algo que ya sabíamos. Que son todos ellos canarios de corazón, alma y sentimiento. Ahul José que ya te has encontrado con Magek.
Acompaño a su familia en el sentimiento de su pérdida y en el orgullo de saber que nuestra tierra sigue dando estos hombres y mujeres.
Francisco Javier González