¿FIESTA DE LA HISPANIDAD? II. EL 12 de Octubre en Abya Yala. México como paradigma del Día de la Raza (Primera parte)
Abya Yala, que en la lengua guna de los indios cuna significa “Tierra madura” o “Tierra floreciendo”, es el nombre más antiguo conocido para referirse a todas aquellas tierras continentales transmarinas a las que arribaron los europeos el 12 de octubre de 1492. Ese fue el adoptado por el indigenismo en la Primera Conferencia de Pueblos Indígenas celebrada en la Isla Quadra (Columbia Británica. Canadá) en 1975 a sugerencia del líder aymara Takir Mamarí (Constantino Lima Chávez) para oponerlo a “América” o a “Nuevo Mundo” con que la rebautizaron los colonizadores europeos.
En Abya Yala, al sur del Río Grande, lo que se conoce como América Latina existen unos 826 pueblos indígenas diferentes que suman más de 45 millones de personas, lo que está alrededor de 10% de la población del continente, aunque en algunos países el porcentaje de la población indígena es muy superior.
Cada día más los indígenas, preteridos, expoliados y hasta despreciados cuando no asesinados por los criollos colonizadores de toda procedencia, se movilizan, alzan su voz y tratan de ocupar el lugar en la historia al que tienen derecho. Las independencias de las colonias europeas (españolas, portuguesas, inglesas, francesas…) no ha impedido que continúe la expropiación y el expolio de sus tierras sino que, con frecuencia, ese expolio ha llevado a la masacre de poblaciones enteras. La auténtica realidad es que los pueblos indígenas siguen expoliados por las nuevas reglas que, en función de un “desarrollismo” capitalista que acaparan y expropian sus territorios, todo dentro de las nuevas “normas legales”, contando con el beneplácito culposo de las oligarquías criollas dominantes. Por cierto que en los territorios costeros canarios sabemos bastante de eso.
Por supuesto que son también frecuentes, desde la conquista europea al día de hoy, los casos de “malinchismo” en que, como la Malinche mexicana, la “Doña Marina” que, amancebada con Cortés fue, con su dominio de las lenguas indígenas, una pieza clave en la conquista de Tenochtitlán y que a su hijo Martín se le considera al primer mestizo de América, son piezas importantes en los episodios de invasión y conquista europea. Mayor impacto aún tienen los casos en que los enfrentamientos tribales internos facilitaron la extinción de comunidades indígenas. En la invasión y conquista de nuestra tierra tenemos ejemplos de ambos casos, desde Guanarteme en Tamarán o Acaymo en Güimar a los bandos de paz y de guerra en Tenerife o la participación de gomeros y canarios en la conquista de la última isla soberana, Tenerife
Fuera de nuestras fronteras y a lo largo de la historia tal vez el caso más importante es el de México, en que totonacas y tlaxcaltecas se unieron a Cortés (los tlaxcaltecas tras una primera derrota ante la caballería y los arcabuces españoles) para derrotar a la etnia dominante política y militarmente, los aztecas que no llegaban a la quinta parte de esa población del México central.
México es, con Honduras y El Salvador, los que conservan para el 12 de octubre la denominación de “Día de la Raza”. Hasta el año pasado también lo usaba Colombia que por decreto 0138 de 31 de mayo de 2021 lo cambió por el de “Día de la Diversidad Étnica y Cultural de la Nación Colombiana”. En Colombia, con una población de 49,7 millones de habitantes en ese 2021, estaban censados 4.281.192 afrocolombianos negros o mulatos y 1.392.623 indígenas. Como curiosidad y por involucrar a un canario, en el censo figuran 30.565 “raizales de San Andrés”, de religión principalmente anglicana por haber sido el Archipiélago de San Andrés, Providencia y Santa Catalina colonizada por ingleses (fue el refugio del pirata Morgan) y en 1775 el Teniente Tomás Francisco O’Neill Salmón, natural del Puerto de la Cruz de padre irlandés, como los Cólogan de los que eran amigos, tomó posesión del archipiélago en nombre de España. Como hablaba inglés medió con los colonos ya establecidos para que aceptaran la soberanía española y no fueran expulsados. Tras la independencia de los territorios españoles en América firmó la adscripción del archipiélago a Colombia
La adopción del 12 de octubre como “Fiesta Nacional” arranca de una reunión del Consejo de Ministros español presidido Antonio Cánovas del Castillo el 17 de septiembre de 1892, de cara al IV Centenario. Se comunicó con todas las repúblicas hispanoamericanas que acordaron adherirse. También se comunicó al gobierno USA pero, más papistas que el papa, aceptaron la sugerencia pero tomando el día 21 de octubre y no el doce, al tener en cuenta los nueve días “desaparecidos” del calendario en 1582 por la reforma adoptada por el papa Gregorio XIII. La denominación “Día de la Raza” es más tardía porque como ya dije, nace oficialmente con Alfonso XIII en 1917 pero tuvo gran aceptación en muchos de los estados independientes. La excusa, llamémosla filosófica-política, para esa adopción y `para el mantenimiento de la denominación en algunos de ellos tiene su origen en la obra del filósofo, ideólogo y político mejicano José Vasconcelos, candidato a la presidencia federal en 1929 “La Raza Cósmica. Misión de la raza Iberoamericana” publicada por la Agencia Mundial de Librería en Madrid en 1925. Son varios ensayos que nos dan la razón del contenido: “Origen y objeto del Continente” en que rechaza la denominación de “Nuevo Continente” porque, razona, “si somos antiguos geológicamente y también en lo que respecta a la tradición, ¿cómo podremos seguir aceptando esa ficción inventada por nuestros padres europeos, de la novedad de un continente que existía desde antes de que apareciese la tierra de donde procedían descubridores y conquistadores? Los otros tres análisis que completan la obra son reveladores desde sus mismos títulos. El 1º: “Latinos y Sajones” Vasconcelos plantea, como punto de partida que “Desde los primeros tiempos, desde el descubrimiento y la conquista fueron castellanos y británicos, o latinos y sajones, para incluir, por una parte a los portugueses y por otra al holandés, los que consumaron la tarea de iniciar un nuevo período de la historia conquistando el hemisferio nuevo. Aunque ellos mismos solamente se hayan sentido colonizadores, trasplantadores de cultura, en realidad establecían las bases de una etapa general y definitiva transformación”. A partir de este supuesto, Vasconcelos, confronta el mestizaje practicado por las razas latinas frente al extermino y la idea de una sola raza blanca que tienen los “sajones”. Desde luego que si Vasconcelos hubiera conocido a Hitler, seguro que hubiera incluido a los alemanes entre los sajones, y no solo a los holandeses.
Vasconcelos se muestra contrario a lo que denomina “las chabacanerías del darwinismo spenceriano”, pero en realidad es darwinista en el sentido de creer en la evolución de la humanidad en un progreso continuo de perfeccionamiento, aunque no por la supremacía del más fuerte. Para él, el continente americano es el designado por la providencia divina para asentar en él la “nueva raza” en la tercera y definitiva etapa del desarrollo humano, idea que propugna y toma como etapa final resolutiva de todos los conflictos. “El objeto del continente nuevo y antiguo es mucho más importante. Su predestinación, obedece al designio de constituir la cuna de una raza quinta en la que se fundirán todos los pueblos, para reemplazar a las cuatro que aisladamente han venido forjando la Historia. En el suelo de América hallará término la dispersión, allí se consumará la unidad por el triunfo del amor fecundo, y la superación de todas las estirpes” de ahí su reflexión sobre la 2ª parte: “Probable misión de ambas razas” en que, según él, la “latina” va en ese sentido de progreso: “De tal suerte se hizo en el bando latino lo que nadie ni pensó hacer en el continente sajón. Allí siguió imperando la tesis contraria, el propósito confesado o tácito de limpiar la tierra de indios, mongoles y negros, para mayor gloria y ventura del blanco. En realidad, desde aquella época quedaron bien definidos los sistemas que, perdurando hasta la fecha, colocan en campos sociológicos opuestos a las dos civilizaciones: la que quiere el predominio exclusivo del blanco, y la que está formando una raza nueva, raza de síntesis que aspira a englobar y expresar todo lo humano en maneras de constante superación”.
Aparece al fin la última y 3ª reflexión que expresa en “La quinta raza o raza cósmica” en que se fundirían en una sola todas las razas humanas, blancas, negras, amarillas y rojas. Para Vasconcelos “Solamente la parte ibérica del continente dispone de los factores espirituales raza y el territorio que son necesarios para la gran empresa de iniciar la era universal de la Humanidad. Están allí todas las razas que han de ir dando su aporte”.
Indudablemente que este pensamiento vasconceliano que tiene mucho de lo que podríamos denominar como “nostalgia de futuro” y un trasfondo romántico, místico y hasta mitológico -que hace, en bastantes pasajes, recordar a Unamuno y a Ortega- tuvo una profunda influencia en la aceptación por las Repúblicas americanas del concepto de “Día de la Raza”, refiriéndose a esa “raza cósmica” con la que soñaba Vasconcelos basada en el amor y la igualdad.
Precisamente también es en México donde, por primera vez tras las independencias americanas, un indígena alcanza la presidencia de uno de los nuevos estados. Benito Juárez, un zapoteco de Oaxaca que, como peón de un italoamericano en la capital del estado, y luego tutelado por el fraile franciscano Antonio Salanueva, logra entrar de alumno externo - de “capense” le dicen en México- al Seminario de Santa Cruz y estudiar luego derecho, ejercer como abogado, ingresando en la masonería mejicana, entrar en el panorama político adoptando ideas liberales y aplicando esas teoría en 1857 desde la presidencia de la nación promueve las “Leyes de Reforma”, proclamando la libertad de culto, la separación Iglesia-Estado y la creación de entidades civiles como el registro de población o los tribunales civiles de justicia, impensables en el México cristero y oligarca de entonces y que, aún hoy, siguen teniendo bastante de entelequia. Sin embargo, algo de “malinchismo” aflora en él porque, siendo Gobernador de Oaxaca –el Estado Libre y Soberano de Oaxaca de nombre oficial- reprime una manifestación de sus hermanos de etnia, los zapotecos, que protestaban por haberles sido arrebatado un yacimiento de sal y termina por ordenar se incendien las viviendas de los rebeldes.
En la historia de México desde el fin de la etapa colonial se han sucedido, según el actual presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) en su reciente obra “A la mitad del camino” cuatro transformaciones. La primera sería el propio Proceso de Independencia, que transforma a Nueva España en el nuevo Estado mexicano; la segunda la marca el primer presidente indígena –y último hasta ahora- Benito Juárez con su Reforma Liberal que queda interrumpida por la larga dictadura de Porfirio Díaz -el llamado “pofiriato”- que restaura los perdidos privilegios de la Iglesia e inicia a gran escala la expropiación de tierras indígenas y pequeños campesinos a favor de los grandes terratenientes criollos, las grandes compañías y los inversores extranjeros; la tercera sería la Revolución Mexicana, que se inicia con la llamada de Francisco I. Madero al apoyo revolucionario del más bien difuso “Plan de San Luis” de 1910 que, en su punto tercero, prometía el retorno de las tierras a manos de indígenas y campesinos y con las figuras señeras de los “agraristas” Pancho Villa, Pascual Orozco y Emiliano Zapata, etapa que tras sucesivos fracasos y rebeliones bajo la nefasta sombra de Victoriano Huerta y el incumplimiento del Plan de San Luis, dura hasta las transformaciones sociales impulsadas en la presidencia de Lázaro Cárdenas del Río que, según AMLO, inicia la cuarta etapa en la que, según él mismo plantea, está a “mitad del camino”.
Unos datos oficiales nos ayudarán a situarnos en la realidad del México de esta cuarta etapa y lo que significa para los indígenas mexicanos. Según el Censo de Población y Vivienda mexicano del 2020 en México existen 23.2 millones de personas de tres años y más que se autoidentifican como indígenas, lo que equivale a 19.4 % de la población total de ese rango de edad. La población total en hogares indígenas en 2020 fue de 11 800 247 personas, lo que equivale al 9.4 % de la población total del país.
El citado Censo de Población y Vivienda 2020 especifica también que en México había 7 364 645 personas de tres años y más, hablantes de alguna lengua indígena, lo que representó el 6.1 % de la población total del país en ese rango de edad que se concentran en los Estados Libres y Soberanos de Oaxaca donde residen el 31% de los hablantes de idiomas propios; de Chiapas el 28,2%; de Yucatán el 23,7 y de Guerrero el 15,5% los de mayor porcentaje, sobre todo de la lengua Nahauatl, la Maya y la Mixteco, la Zapoteco y la Tzeltal. Según el Instituto Nacional de Lenguas Indígenas (INALI) alrededor de un millón de indígenas solo hablan su propia lengua y desconocen el español.
De los 31 Estados Libres y Soberano mexicanos y el Distrito Federal, según el censo oficial, el 75% de la población indígena se concentra en los de Oaxaca (14’4%), Chiapas (14,2%), Veracruz (9,2%), México (),1%), Puebla (),1%), Yucatán (8,8%), Guerrero (5,7%) e Hidalgo (5%) que son, precisamente, los de menor desarrollo y mayores índices de pobreza del Estado Federal.
La Constitución Mexicana de 1917 reconocía el derecho de los indígenas a sus tierras tradicionales y a la no privatización de las mismas. En 1992, el corrupto gobierno de Carlos Salinas de Gortari del PRI –acusados él y su hermano Raúl de corrupción y narcotráfico por el anterior presidente, también del PRI, Miguel de la Madrid- lleva a cabo una Reforma del Art. 27 de la Constitución para permitir la privatización de las tierras colectivas y la posibilidad de su venta a empresas o establecer convenios con ellas. Fue una puñalada trapera a las propiedades comunales indígenas.
Recordemos que Carlos Salinas fue el presidente que recibió a Juan Pablo II en Yucatán, estado de mayoría indígena maya –forman la comarca maya por excelencia con los dos estados colindantes Quintana Roo y Campeche- y, una vez expresidente, invitado repetidas veces por la Fundación Ortega y Gasset y “buen amigo” de Felipe González. En su mandato, en 1994, dos años después de la Reforma Agraria, se produce la sublevación del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) con el objetivo, según su proclama, de luchar por los derechos incumplidos a tener “trabajo, tierra, techo, alimentación, salud, educación, independencia, libertad, democracia, justicia y paz”.
Una muestra de la prepotencia de la “alta sociedad” criolla mexicana lo encontramos en un grave episodio de la infancia de Carlos Salinas de Gortari y su hermano Raúl. Jugando “a la guerra” con un tercer niño con un rifle del 22, el niño Carlos de solo 4 años, le aflojó un tiro a una niña de 12 años que trabajaba de sirvienta en la casa de los Salina. “La maté de un tiro. Soy un héroe” comento el chamaquito Carlitos. La familia Salinas se encargó de que el asunto “quedara arreglado” aunque años después lo sacó a relucir la revista americana “Forbes”. Carlos fue también acusado, como cómplice de su hermano Raúl como coautor intelectual, en el asesinato del ex-secretario general del PRI José Francisco Ruiz Massieu.
Francisco Javier González
Gomera a 22 de octubre de 2022