Uno sabe que está viejo cuando se va quedando sin amigos y sin referencias, cuando aquellos que lo apoyaron y estimaban o aquellos a los que apoyaba y estimaba van pasando a ser moradores de una verde estrella en el firmamento del recuerdo.
Esta vez ha sido Carlos Suárez Cabrera, aquel azote de la ramplona y explotadora burguesía criolla y de la colonial española, por lo que se ganó a pulso el sobrenombre de “Látigo Negro”, quien nos ha dejado, de forma callada, sin alharacas, para vivir en la Historia -con mayúscula- de esta nación colonizada y de sus clases trabajadoras y desfavorecidas.
Solo que cuando hombres como Carlos mueren, su vida sigue siendo un ejemplo, un faro que alumbra un camino que, a pesar de los innegables avances, sigue siendo tenebroso.
El despacho laboralista de Carlos Suárez, en la calle Sagasta, fue un auténtico puntal en todas las luchas antifranquistas, protagonizadas entonces mayoritariamente por las clases obreras y los militantes del PCE. Cuando Sagaseta regresa a Canarias tras su prisión en Burgos, llega ya afiliado al PCE que, en Gran Canaria en esos momentos, estaba dirigido por Tony Gallardo. Con Augusto Hidalgo, también laboralista, y Sagaseta como penalista se monta un nuevo despacho en la calle San Bernardo y, finalmente, los dos bufetes se unen estableciéndose en la calle Viera y Clavijo, bufete al que se unirá otro puntal independentista canario, el civilista Félix Parra. Contó con la ayuda inestimable de compañeros como Armando León Herrera, Luis Alsó o Arturo Cantero, miembros todos, como el propio Carlos, de “Canarias Libre”, que servían de contactos fundamentales con los trabajadores de base. Precisamente la condena de Arturo Cantero a 4 años por rebelión –pertenencia a Canarias Libre- estuvo muy determinada por las delaciones de la empresa de abonos nitrogenados “Cinsa” en la que trabajaba por haber llevado a los trabajadores en lucha al despacho de Carlos Suárez. Ignoro la razón por la que el franquismo no lo encausó en la “rebelión” de Canarias Libre, movimiento al que pertenecía, pero uno de los encausados, mi amigo Jesús Cantero me confirmó que Carlos asistió como público al Consejo de Guerra que se celebró en el ya desaparecido Cuartel de San Francisco, lo que entonces era un acto verdaderamente temerario.
Allí, en ese despacho, empieza la leyenda de estos luchadores por los derechos de los trabajadores y, de trasfondo, por una Canarias Libre y Socialista. Las luchas alcanzaron tal volumen que el bufete experimentó sucesivas ampliaciones. Si mal no recuerdo por allí pasaron al menos Gonzalo Angulo, Pedro Limiñana y Juan Carlos Domínguez al que en el FREPIC llamábamos familiarmente “El Pífano”.
Los estibadores, los guagüeros, los aparceros, los panaderos…hasta las mujeres de Tenoya, cuando la familia Lezcano, usando al gobierno civil, prohibió a las mujeres del Lomo de Tenoya, que carecían de agua corriente, lavar la ropa en la acequia porque perjudicaba a sus platanares, y el comandante Antonio Tejero -aquel facista que, años más tarde siendo teniente coronel, asaltó el Congreso español- quiso cumplir la orden y amenazó al bufete diciendo que ya sabía quiénes eran los comunistas que estaban tras la protesta. Todos los sectores en conflicto encontraron en el despacho de Viera y Clavijo, como antes en el de Sagasta, su apoyo y defensa.
El franquismo lo premió con años de exilio y clandestinidad que forjaron a fuego una rebeldía y un afán de lucha que marcó toda su vida, afán que determinó los encuentros que tuve con él. Sostuve una negociación infructuosa antes de las elecciones de 1977, cuando se fundaba PCU, en vistas a integrar al PTC, pero no fue posible. Algunas conversaciones con Carlos y Alfonso O’Shanahan en Tafira dieron como resultado afianzarnos mutuamente en la necesidad de continuar la lucha, a pesar del evidente retroceso que estábamos sufriendo, pero seguros de la pertinencia de nuestros planteamientos. Mucho más adelante, como Secretario General del FREPIC-AWAÑAK mantuvimos una “Mesa de Unidad” para intentar la cohesión de las diferentes visiones independentistas en La Garita en Telde con personas y organizaciones. Carlos fue de los valedores de un movimiento unitario fuerte que no se pudo entonces cuajar.
El sábado 29 le pregunté por él a Pedro Brisson al leer un artículo suyo anterior titulado “Carlos Suárez, el Látigo Negro de Canarias” y ayer domingo me comunicó la triste nueva de su fallecimiento. En el artículo vienen unas palabras que le dijo Carlos que son un auténtico resumen del pensamiento de un hombre íntegro y luchador: “Hay que continuar en la lucha, y a día de hoy, sí que me arrepiento de haber permitido que nos ganaran la partida y haberme marchado por el cansancio a tantas traiciones”.
No es verdad compañero Carlos. Sigues con nosotros y sigues formando parte de esta lucha porque, como tú mismo declaraste en “El Envido” del Diario de Las Palmas, marzo 1992 y que también recuerda Pedro Brisson: ¿Qué debemos hacer los que nos consideramos nacionalistas consecuentes, los que queremos la transformación radical de nuestra realidad colonial? Te lo contesto rápido: Seguir la lucha en que empeñaste tu vida.
Francisco Javier González
Gomera a 1 de julio de 2019.