En esta tierra especial llamada Canarias estamos -a veces sin darnos cuenta- inmersos en una atmósfera emocional realmente surrealista, con un cierto añadido de existencialismo unido al realismo mágico que, en una buena dosis, es consustancial a las gentes que, como nosotros, vivimos en una especie de burbuja atemporal, indefinida y ageográfica en que todo tiene un trasunto mágico, tanto que en la Cuba colonial creían que las brujas, noche tras noche, cabalgaban sus escobas desde Canarias a las calles de la Habana y a los campos de Matanzas, Pinar del Rio o Sancti Espiritu y de madrugada regresaban a las islas. Añadimos a eso el inevitable toque surrealista, omnipresente desde siempre, pero admitido pública y universalmente a partir aquel mayo del 35 cuando André Bretón, que vino a Tenerife, invitado por “Gaceta de Arte” para la Exposición Surrealista que se hizo en el Ateneo aguerense, definió a Tenerife como “Isla Surrealista”. Aquí se elaboró aquel Manifiesto Surrealista firmado por Bretón, Oscar Domínguez, Benjamín Péret, Domingo Pérez Minik , Eduardo Westerdhal, Pedro García Cabrera, Agustín Espinosa -todos represaliados y presos desde el luctuoso 36- y Domingo López Torres, con menos suerte, vilmente asesinado por el fascismo español en 1937. Nuestro natural surrealista inspiró dos obras de Bretón, “L’Amour fou” y “Le château étoile”.Lastimosamente, Bretón no conoció toda Canarias, que hubiera sido para él un continuum surrealista. Oscar Domínguez llevó nuestros guanches, sus cuevas y sus dragos a su particular visión vital, como Juan Ismael lo hizo a la suya, visiones que se prolongan en el tiempo hasta los alardes del existencialismo onírico de mis amigos Isaac de Vega, habitante desde hace solo unos días de FETASA, lugar que ya expresé que está situado entre el Valle de Anosma y el Barranco de Ijuana, accesible solo desde la memoria de la muerte, de Rafa Arozarena, que lo precedió hace un lustro escaso “cerveza de grano rojo” en mano y de Antonio Bermejo que lleva ya 20 años habitando en aquel château étoile bretoniano.
Es la misma mezcla de surrealismo y realismo mágico –territorio natural de San Borondón- que nos acompaña desde el inicio de la colonización ¿Cómo si no se puede calificar la colección de disputas entre nobles y reyes hispanos por ostentar el título de “señores” de unas islas que aún estaban en manos de nuestros antepasados que ignoraban totalmente la existencia de esos codiciosos europeos? ¿Y la grotesca procesión pública en la papal corte de Avignon para celebrar la coronación del supuesto Rey de Canarias, el infante Luis de la Cerda –que jamás conoció Canarias ni de él supieron nunca los canarios- con la que acabó la lluvia por la vía rápida? ¿Y el hecho de que fuera el Deán Bermúdez, en representación del Obispo Frías –ocupado en España en el jugoso cobro de las indulgencias- el Primer Capitán para la conquista de Tamarán y su eclesiástico pendón el que se alce sobre el Guiniguada proclamando la victoria militar y la esclavitud de los vencidos? Surrealismo puro es también lo que late en el lamento de Secundino Delgado en la páginas de “El Obrero” en su artículo“¿Que hemos hecho?”: “Olvidar nuestro deber, llamarnos lo que no somos, decir lo que no sentimos y, cobardemente, jactarnos de amar a quien no amamos ¿Será posible que la coacción, el atraso, el maquiavelismo de seres exóticos, sostengan por más tiempo la venda que cubre los ojos del pueblo canario?”
También es hoy pura inversión surrealista de la realidad el soportar estoicamente un gobierno autointitulado “nacionalista” que mezcla lo más rancio del insularismo con las más hispanas esencias del postfranquismo pepero y asalmonado, o que la esposa del Presidente “nacionalista” oficie de madrina de una bandera de guerra para la Armada Española y, para más inri, vaya ataviada con traje, peineta y mantilla “española” por la que el erario público canario – que parece más bien un erario privado- pagó más de 1.200 euros. ¿Y qué decir de las “Ferias de Abril sevillanas” en Gran Canaria y Tenerife, o del disfraz de andaluces que el alcalde Cardona les acaba de colocar, en un anticipado carnaval, a los nuevos tartaneros del Puerto de la Luz?¿Y de un ministro, español pero nacido en Canarias, que pretende que una multinacional como REPSOL explote el hipotético petróleo en nuestras aguas con riesgo de empichar todo el Archipiélago, mientras el presidente del gobierno autonómico implora al de España que le deje preguntarnos si queremos que Repsol nos expolie y contamine?
Todo esto y lo mucho más que podríamos añadir es, al menos, tan fetasiano como el deambular de su personaje central –Ramón- por los parajes de la muerte y saca a la luz el tragicómico surrealismo en negro, contrapunto y reverso del pujante y vivificador de Bretón, nuestro Domínguez y los hombres de Gaceta del Arte
Francisco Javier González.
Gomera, febrero 2014