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Carlos Roldán

Cómo envejecer sin perder la cabeza

Médico de Familia. Geriatra

Carlos Roldán | 12 de febrero de 2017


Quien m​á​s y quien menos a partir de cierta edad, comienza a pensar en la jubilación, se pregunta si podrá vivir a partir de esa fecha con la pensión y en muchos casos organiza los ahorros para obtener rentas complementarias con la finalidad de afrontar los últimos años con mayor calidad de vida . Pero pocas son las personas que piensan en qué hacer para mantener la mente lúcida y la independencia necesaria para realizar las actividades de la vida diaria. 

A partir de este momento hay que hablar de un concepto nuevo para muchos denominado reserva cognitiva, que incluye numerosas actividades que si se practican regularmente la aumentarán. Entendemos por reserva cognitiva la discrepancia entre el daño o lesión cerebral producido por una enfermedad (p.e. Enfermedad de Alzheimer) y la presentación clínica de signos y síntomas propios de dicha enfermedad. Depende entre otras de la capacidad o bagaje de estímulo y actividad intelectual acumulada con el paso de los años (oficio, alfabetización, bilingüismo...) y de las compensaciones en base a esta reserva que se realizan una vez comienza el daño.

¿Pero como actúa la reserva cognitiva? Influye en el mantenimiento de la memoria y la capacidad de ser independiente tanto física como mentalmente la mayor cantidad de años posible. Metafóricamente hablando, se podría decir que al “cultivar” mayor número de neuronas y conexiones entre ellas , mayor daño es necesario que avance para que se “note” la enfermedad.

Pensemos que a una persona le afecta la denominada y conocida por terrible enfermedad de Alzheimer. Si tuviese escasa reserva cognitiva, esta persona a los pocos años de iniciar el daño cerebral comenzaría a presentar síntomas y signos de la enfermedad. En cambio si su reserva fuese amplia, imaginemos que fuese un ajedrecista o un comerciante, los síntomas del Alzheimer podrían aparecer años más tarde. Piensen e imaginen, una enfermedad devastadora tanto para el paciente como para sus familiares, que esta presente y no se manifiesta tan apenas durante años. Es como si no tuviese la enfermedad. Algo que ni los fármacos pueden conseguir a día de hoy...

¿Qué podemos hacer para incrementar esta medida preventiva?. Pues pensemos en las actividades que en la actualidad realizamos y las que podríamos añadir a nuestra forma de vida. Principalmente estimulación intelectual. Está demostrado que leer, tocar un instrumento, hablar un idioma distinto al materno, llevar la contabilidad de una comunidad, el voluntariado en O.N.G., ver con interés ciertos programas de televisión, jugar a las cartas, ajedrez, dominó o parchís entre otras actividades que podemos imaginar  aumentan la reserva cognitiva.

Fíjense en algo tan sencillo como caminar, imaginen que caminando vemos un coche, pues en décimas de segundo nuestro cerebro determina el color, por discriminación automática con otros colores, el tamaño, la marca y el modelo, el numero de personas que viajan en su interior, su edad y sexo, si las conocemos; incluso haciendo otras apreciaciones subjetivas nuestro pensamiento las podría calificar por su aspecto como agradable o tenebroso. Realizar este proceso de forma consciente y explicita, algo tan cotidiano puede convertirse en un entrenamiento cognitivo magnífico.

Sería conveniente que desde que somos adultos pensáramos en incrementar nuestras actividades tanto desde el punto de vista profesional como lúdico, pues sabemos gracias a técnicas de neuroimagen que la enfermedad neurodegenerativa se manifiesta bastante más tarde en personas que han tenido gran actividad mental durante su trayectoria vital. 
 

​(*) Médico de Familia. Geriatra.​

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