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Miedo en el campo

| 04 de febrero de 2013

En el campo del gran tabaibal, reina el miedo, por culpa de miedo ambiente y el seprona (el cabildo). Para estos tres citados, hay una constante sospecha de los agricultores y de los pastores que ya casi ni quedan y se esconden para practicar sus actividades respectivas. De tal forma que ya casi ganaderos ni quedan sino unos muy pocos.

En el campo del gran tabaibal, reina el miedo, por culpa de miedo ambiente y el seprona (el cabildo). Para estos tres citados, hay una constante sospecha de los agricultores y de los pastores que ya casi ni quedan y se esconden para practicar sus actividades respectivas. De tal forma que ya casi ganaderos ni quedan sino unos muy pocos. Las autoridades del gran tabaibal, se han olvidado del campo, y solo ven en él, una fuente de ingreso, pero no de los productos –que no existen- sino de las multas que les ponen al que se atreva hacer cualquier cosa, como por ejemplo cogerle un puño de hierba para su cabra (que debe ser alimentada con granos y piensos importados). Y todo esto ha hecho que el campesino, se haya desplazado hacia los núcleos poblacionales, abandonando sus casas y campos de cultivo. Pesa pues como tres ejércitos que acaban con el sector primario (miedo ambiente, el seprona y el cabildo). Los que quedan en el campo, sobreviven a duras penas, y asombrados, no se atreven a hacer nada sino a escondidas, de noche y amparándose en la niebla cuando la hay. La tierra a pesar de tanto verde (retamas, tabaibas, escobones, etc.), es una tierra baldía, y el ambiente es de guerra, donde la hostilidad es constante en un enfrentamiento en el que en lo tuyo, lo primero que te piden es si tienes permiso para todo, ya sea mover una piedra, y la reacción del campesino ante lo que es un atropello y un sin sentido, acabando el encuentro con fotos, con escritos, con denuncias, con multas, y..., algunos ya (varios), se han suicidado. Ya no se ve a nadie con la azada al hombro; nadie con la hoz (jose) en las manos. Los caminos todos se obstruyen con retamas, tabaibas, escobones y otras basuras –que protegidas- no se las pueden ni tocar. La isla grantabaibera se espesa en una selva de matojos, de rastrojos, de hierbajos..., sin árboles frutales, todo está lleno de pinos, que solo dan fuego y resina –auténtica gasolina para los incendios-. Por las carreteras de la Cumbre solo circulan coches de bomberos, del cabildo, de la guardia civil, de..., ya nadie madruga para cultivas sus tierras. Nadie se aventura a hacer nada, como limpiar un cercado y plantar –como siempre se hizo- papas o cualquier otra hortaliza o comida para sus animales (que ya no tienen). Los del miedo ambiente les caen encima como sorpresa cuando más tranquilos están haciendo algo (por ejemplo vallar un cantero con lechugas y coles, que se las deben comer los conejos antes que el que las planta, cosa que se les prohíbe -vallar [con tela de gallinero])-. Te obligan a deshacer lo que has hecho (la valla, por ejemplo-) y además pagar la multa enorme por haberla hecho sin permiso. Es enorme la crueldad de este trío (cabildo-seprona-miedo ambiente), abusando de forma exageradísima, y acosando a gente pobre y humilde. Han diezmado el campo, y parece quieren dejarlo totalmente vacío, sin nadie. Los tres citados, es que no descansan ni siquiera los Domingos y días de Fiestas, como en sus vísperas, que es cuando la gente vuelve al campo y hacen su agosto, vigilando con helicópteros que con ojo amplio de pez, lo ven todo y no se les escapa absolutamente nadie, ni nada que se haga, y caen como moscas, al ignorar, lo están grabando y les meten la multa descomunal, por una simple bobería. Cada vez, quedan menos en el campo. Ya no se siembra semilla alguna, ahora siembran el terror. Con gran movilidad, atacan por sorpresa al más incauto, al que le va a saquear el bolsillo, eliminándoles los ahorros y más. Son auténticos saqueadores oficiales de un gobierno asesino y criminal, que matan ilusiones y esperanzas y arruinan económicamente a los campesinos, ya sean agricultores o ganaderos. Ya hemos dicho que algunos no pudiendo soportar tal atropello, se suicidan, y los que quedan, quedan marcados por el miedo, acobardados... El ataque de miedo ambiente y el seprona al campesino, es aterrador: los campos que antes se trabajaban, están vacíos, llenos de maleza asilvestrada. Ya no hay un claro donde plantar algo, la retama o la tabaiba se lo ha comido todo. A duras penas se encuentra una parcela donde poder plantar algo, y enseguida te caen encima el miedo ambiente y el seprona enviados por el cabido a multarte; siempre encuentran algo, porque sin permiso, algo hiciste prohibido. Ya nadie se afana por trabajar en el campo, atemorizado. Ya la tierra no es del dueño, sino del cabildo que manda en ella. La tierra está baldía, todo está en barbecho. Desbrozar el campo puede costarle la cárcel con elevadísima multa al que lo intente. Ya toda la isla tiene que ser selva. La familia enferma; nadie ayuda a nadie ya.  No hay una sola familia que no hay sido multada más de una vez, todas al cien por cien. Los hijos no saben nada de agricultura, ni de ganadería. La juventud tiene que huir a la fuerza, ante el acoso a los padres. Ya nadie cocina un cardero de verduras del campo; todo viene de fuera. El campo ya no alimenta ni al que vive en él; no se le deja cultivar, ni vallar lo plantado. Si los acebuches dieran aceite tendríamos aceite que exportar. Ser agricultor o ganadero, son profesiones de alto riesgo. El que hace algo, sea lo que sea, lo hace con mucha cautela, asombrado, mirando no lo vean, a escondidas. El campesino vive inseguro, prisionero en su casa, sin poder salir a su tierra; ya no es libre, ni se puede adentrar más allá de su patio; ya no es dueño ni de lo suyo, y tiene como si no tuviera. Los caminos, ya no llevan a ninguna parte; nadie camina, los caminos se cierran, y está prohibido abrirlos. Te multan si lo haces cual si fuera un crimen o asesinato.  Todo esto hace que muchos se desplacen fuera de sus pueblos y tierras. Mientras, todo se embosca por falta de limpieza, que te lo impiden aún siguiendo en tu casa y propiedad. No puedes ni podar un árbol sin permiso, y menos quemar la leña, que se amontona y crece como peligro de o para incendios. Humanamente, el campo va quedando desierto. Los que quedan en el campo, se esconden. El campo, ha quedado ya sin atractivo; sin niños, sin jóvenes, solo unos pocos ancianos. Se respira frustración. Emigran a las poblaciones. Comercios cerrados; pastores desaparecidos. Todo el campo, está vigilado. El miedo ambiente, está consiguiendo esto explote de alguna manera. Ha desaparecido los ganados. Sabemos que los helicópteros, equipados con sofisticados sistemas de detección, rastrean frecuentemente el campo, para detectar cualquier movimiento, aún de noche. Se trata de una patrulla permanente, que vigila y controla al pobre y desgraciado campesino, que se ha convertido en el enemigo número uno a erradicar del campo, y así proteger a la omnipresente tabaiba y seguir plantando pinos, todo ello con unos intereses ocultos, que no alcanzamos a adivinar, aunque los hay que los dicen y saben y hasta son creíbles y probables. El hecho es, la desmoralización del campesino, cada vez en número menor, y a menos cada vez más. Crece la pobreza en el mismo campo, base de la riqueza. El terror y el miedo están presentes en el campo. El campo está abandonado, por la autoridad del cabildo que con sus ejércitos de miedo ambiente y el seprona, están acabando con toda perspectiva de futuro; mientras, se espera surja un líder, que acabe con esta barbarie de arrasar con el campo y el campesinado.

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