La tan polémica y controvertida reelección del Presidente de la República Italiana, Giorgio Napolitano, de 87 años de edad, es el más claro reflejo de lo que está aconteciendo a una democracia como la europea actual, muestra de la clara decadencia o descomposición del sistema democrático, pues se ha consentido que partidos poco o nada democráticos, es decir, la casta de políticos que hacen lo indecible por perpetuarse en los cargos, hasta el punto de sentirse dueños imprescindibles y absolutos del sistema. Ello, ha terminando generando una profunda desafección de los ciudadanos respecto de la política; lo que resulta preocupante.
No es de extrañar, que una corriente de aire nuevo (no por edad) exijan un cambio al clásico modelo de partidos, al resultar patente que el actual está más que agotado; los hechos lo confirman; como ejemplo no excepcional el reciente caso de Italia, en el que los partidos clásicos han preferido pactar antes que ceder en beneficio del candidato elegido por una nueva manera de hacer política, representada por el movimiento “5 Estrellas” abanderado por el genial “Beppe Grillo”.
Muchos podrán pensar que lo acontecido en la República Italiana es un caso aislado, fruto de la idiosincrasia del pueblo latino; nada más lejos de la realidad. Lo sucedido en Italia viene resultando normal en la actual sociedad occidental europea dirigida por políticas neoliberales; de hecho, los partidos funcionan como si de una finca privada de pocos se tratase, pues incluso los afiliados y simpatizantes de base, son meros activos de complementación exigida.
Los partidos clásicos, caso de cualesquiera de los existentes, están conformados por una clase dirigente inamovible, y cuando se mueve lo hace con reposiciones familiares, o de afines elegidos por los que mandan; ello sucede de una manera clara y flagrante, en las bases nada o muy poco pueden aspirar; prueba evidente, es la tendencia a que un mismo individuo opte o cope varios cargos dentro y fuera de los partidos políticos. Bástese con echar un vistazo a la conformación de las cúpulas dirigentes de los partidos, y a los cargos institucionales.
Por otro lado, la manera de elección de los cargos de los partidos es, en sí misma, poco democrática, pues para acceder a la elección del cargo de secretario general, se necesita lo que se denominan avales, para presentarse a candidato; por tanto, cualquier afiliado, no puede presentarse a cargo alguno sin contar con el número de avales exigidos.
Por otro lado, como podemos colegir, no es la Asamblea (órgano soberano) la que elige, una vez se ha seleccionado al cargo, éste deberá ser votado no por todos los afiliados, Asamblea, sino a través de los denominados compromisarios, delegados o apoderados, según partido, nombre con que se designa a los afiliados previamente seleccionados por el partido, para que en representación de la Asamblea sean los que puedan votar en la elección del candidato avalado.
Por lo tanto, ningún afiliado aún estando al día en las cuotas y reuniendo más de dos años de afiliación real y continuada, podría presentarse a ser candidato a la secretaria general de su partido, ni a ningún otro cargo orgánico, sin contar con los avales exigidos.
En definitiva, estamos ante un sistema partitocratico, que con el devenir del tiempo se ha terminado configurando en un sistema representado por el poder de los que dominan las fuentes de riqueza, es decir, una plutocracia; lo que en una tercera fase ha terminado por configurarse en dictocracia. Siendo las clases dominantes de la sociedad las que, de manera paulatina, han terminado apropiándose de la política a través de la coaptación e implantación de un sistema de regalías modeladoras, a su medida, de los partidos; resultando el actual modelo de funcionamiento de los partidos políticos clásicos, totalmente obsoleto y anquilosado; negándose a permitir que el pueblo soberano pueda acceder al control de la vida política.
Por ello, el actual modelo de funcionamiento de los partidos políticos clásicos está agotado, necesitando de una urgente regeneración; tal y como se viene demandando por una gran parte de la ciudadanía, al estilo de lo acontecido en la silenciada reforma de Islandia o lo demandado por el movimiento italiano “5 Estrellas” liderado por “Beppe Grillo”, que tilda lo acontecido en Italia de golpe de Estado (1) y (2).
La democracia no consiste en constreñir la soberanía popular a votar cada cuatro años; debe y tiene que ser la participación activa de lo ciudadanos en la toma de decisiones de importancia, ejemplo aborto, salida del euro, etc., mediante la vía de referéndum. Eso, es lo que se denomina democracia participativa, verdadera democracia; lo contrario, es otra cosa.
Lo acontecido en Italia, podría resultar extrapolable a cualesquiera países de nuestro entorno europeo occidental; movido funcionalmente, por un sistema democrático de partidos políticos clásicos, que han venido, paulatinamente, inducidos por los partidarios del modelo neoliberal capitalista de carácter elitista y excluyente, surgidos de la manipulada revolución francesa del modelo de partidos.
Traducido al español del anterior:
(3)http://www.youtube.com/watch?v=rOfjZNEsL7g (La Clave – Transición) minuto 38, Jesús Balbín, dice: “…No existe libertad…”