El universo alrevés
Durante el principio de la colonización en Teguise, antigua capital de esta isla de Lanzarote, los europeos aquí afincados armaban naos que se dirigían al Archipiélago de Cabo Verde y de ahí a la isla de Goré, donde cambiaban diferentes productos de quincalla por esclavos de diferentes orígenes, donde a veces encontraban blancos que por su color y rasgos físicos procedían de las Islas Canarias. A Teguise, en su mayoría, llegaron procedentes de la costa marroquí.
Con qué cinismo y qué ignorancia algunos “guías” hablan de ataques piráticos a Lanzarote como si los que habían ocupado este país de forma ilegal se consideraran pobres isleños indefensos. A esto siempre le llamo yo el “universo alrevés”: la misma “legalidad” que los nazis tenían en Alemania.
Durante el periodo portugués (la unión ibérica con España) esta isla prácticamente estaba unida a Madeira. Durante este periodo, casi un siglo, se aumentó el comercio de esclavos, nombres como Spínola son bien conocidos en Senegal. Durante este periodo el comercio de esclavos se expandió hasta Angola, Costa de Marfil y Mozambique.
La condición de esta población se redujo a la propia de los esclavos. Muchos de ellos, hijos ilegítimos del amo, donde a veces recibían la libertad a la muerte de éste, y como mucho algún casucho y un poco de tierra para mal subsistir. Hay muchos con apellidos del colonizador, que por su ignorancia lo llevan a orgullo, sin saber en realidad quienes eran sus antepasados. Ténganse en cuenta que las esclavas eran sometidas por sus amos como concubinas y ganado reproductor, para sí aumentar su riqueza personal. Según la ley de la época, los esclavos eran bautizados y adquirían el apellido de su amo. Solo en una de estas razzias en la costa africana se capturaron más de 260 esclavos, que fueron llevados a Teguise donde se vendieron en lotes a los diferentes colonos asentados.
Pasando este periodo negro de nuestra historia, muchos de aquellos descendientes de estos esclavos comenzaron a inventarse extraños árboles genealógicos para demostrar su “limpieza de sangre” y así tener la oportunidad de acceder a algún cargo o trabajo que les sacara de su oscuro porvenir. Hace poco tiempo decía una canaria nativa que creía que nuestros antepasados habían llegado de Europa y yo le pregunté: “¿De dónde, de España? Y ella me respondió: “No, no, más para arriba”. Y otra vez respondió: “Más para arriba”. Volví entonces a preguntarle: “¿De Francia?”, a lo que ella, muy segura, me dijo: “No, no, más para arriba, más para arriba”. Si hubiéramos seguido la conversación esta mujer hubiera puesto a nuestros antepasados más allá del Círculo Polar Ártico.
Otros, con un indiscutible aspecto beréber suelen decir, por poner un ejemplo: “Me llamo Juan Delgado, que es un apellido de Barcelona”, con mi consiguiente: “?”. A mi entender, esta es una de las causas que producen la endofobia, el odio a sí mismo, a lo suyo propio, inducido por un sistema hoy anacrónico y que en Canarias se deja sentir entre la gente que no ha podido curarse de esa enfermedad psicológica. Digo sistema anacrónico (sí, anacrónico) porque va a durar ya tan poco que empieza a verse el fin del mismo.
¿Y cuánto tiempo le queda?, se preguntarán mis respetados lectores.
Les contesto: Ninguno.