EL ENFOQUE DE PIETRO MARTIRE SOBRE LAS ISLAS AFORTUNADAS, EL PRIMER HISTORIÓGRAFO  DEL DESCUBRIMIENTO DEL SIGLO XVI

El redescubrimiento de las Islas Afortunadas, en 1312, gracias al navegante italiano Lanzarotto Malocello marca, desde un punto de vista histórico-geográfico, el inicio de los grandes descubrimientos de la navegación oceánica más allá de las Columnas de Hércules. Las islas que en la antigüedad habían representado un codiciado e inalcanzable paraíso terrenal situado en el misterioso límite del mundo habitado, pronto se convertirían en el trampolín hacia el llamado Nuevo Mundo: situado al final del viejo mundo y cerca del nuevo, las Islas Afortunadas constituyeron una frontera entre el mundo clásico medieval de míticos lugares paradisíacos y el renacentista moderno de descubrimiento. El tema de las Islas Afortunadas, por tanto, surge por primera vez en la historiografía del descubrimiento, en el siglo XVI, en la obra del humanista italiano Pietro Martire d'Anghiera como tema privilegiado en el contexto del intento más general de escribir una "historia" del Nuevo Mundo. Este autor, amigo de Colón, fue precisamente el primero en escribir una historia de los descubrimientos, llamada Decadi de orbe novo, entre 1511 y 1530. A continuación se muestra la versión final del pasaje sobre Canarias de la edición definitiva del trabajo: “Las Islas Afortunadas, como muchos creen, llamadas Canarias por los españoles, y descubiertas mucho tiempo atrás, están a mil doscientos mil pasos de Cádiz en alta mar, según cuentan, porque dicen que están a trescientas leguas, y expertos en el arte de la vela deducen de sus cálculos que cada legua contiene cuatro mil pasos. La antigüedad las llamó islas Afortunadas por la temperatura de su cielo, pues no sufren ni el crudo invierno ni el tórrido verano, por estar situadas al mediodía fuera del clima de Europa por completo. Pero hay quien cree que estas Islas Afortunadas son lo que los ingleses llaman Cabo Verde: yo creo que son las Hespérides Medusas. En estas Islas Canarias, habitadas hasta ahora por hombres desnudos, y viviendo sin religión alguna, Colón se detuvo a buscar agua y aparejar sus naves, antes de lanzarse a tan extenuante trabajo. Me parece que, ya que hemos llegado a Canarias, no nos molesta contar cómo de desconocidos se hicieron conocidos, y de los baldíos cultivados, que el largo intervalo de años les había hecho olvidar cómo eran desconocidos. Estas siete islas, llamadas Canarias, fueron recibidas con buena suerte en 1405 por un francés llamado Bethancourt por permiso de la reina Catalina, tutora de su hijo el rey don Juan, que era un niño. Bethancourt ocupó y colonizó dos de ellos: Lanzarote y Fuerteventura. Muerto él, su heredero los vendió a ambos por dinero a unos españoles. Posteriormente, Fernando Peraza y su mujer ocuparon la isla de Ferro y La Gomera; y en nuestros tiempos Pietro de Vera, noble ciudadano de Jerez, y Michele de Moxica hicieron lo mismo con Gran Canaria, y Alonso de Lugo con Palma y Teneriffa, a expensas del rey. La Gomera y la isla de Ferro fueron sometidas sin mucho esfuerzo. Alonso de Lugo obtuvo la sumisión por medios duros, pues aquella gente, desnuda y salvaje, guerreando con piedras y palos, una vez puso en fuga a su ejército, matando unos 400 hombres; pero al final salió victorioso. Así todas las Canarias fueron añadidas a las posesiones de Castilla”. En Pietro Martire la idea mítica de las Islas Afortunadas es casi inexistente ya que dice que los antiguos las llamaban Afortunadas por la suavidad de su clima, dando así una explicación racional, derivando su nombre de su posición geográfica. Ya no son lugar de descanso de los bienaventurados sino territorios donde se encuentran hombres desnudos y sin religión y además ya no se consideran tierras que, por sí solas,  producen frutos en abundancia (el proceso de su colonización requerirá obviamente del trabajo humano). En la historiografía del descubrimiento del antiguo mito de las Afortunadas, por tanto, sólo queda el clima templado. En Pietro Martire, sin embargo, las Islas Canarias no son vistas como un mero elemento del itinerario de viaje (en referencia a la parada de Colón para repostar) sino como un espacio real en el mundo digno de ser descrito y considerado a importancia de la figura y obra de Pedro Mártir radica sobre todo en que posteriormente, como él, otros historiógrafos contemporáneos y posteriores como Niccolò Scillacio, Gonzalo Fernández de Oviedo, Girolamo Benzoni, Andreè Thevet, Joao de Barros, Thomas Nicols y Bartolomeè de Las Casas, hasta el día de hoy con J.B. Thacher, confirman a Canarias como motivo recurrente y elemento caracterizador de la historiografía del descubrimiento. Este último, en su obra Christopher Columbus: His Life His Work His Remains, dedica un amplio espacio a Canarias, atribuyéndoles una gran importancia: "Las Islas Canarias constituyen un eslabón tan importante en la cadena del descubrimiento americano que merecen algo de su historia y colonización europea". Canarias, por tanto, ya en el siglo XVI ya no era una simple premisa, un mero redescubrimiento preparatorio pero ajeno y desprendido del Nuevo Mundo, y ni siquiera esa maravilla soñada e imaginada que representaba la alteridad de ese otro mundo, sino un lugar nodal en el centro de una red de tráfico marítimo-comercial que unía América, el norte de Europa, los territorios mediterráneos y África, constituyendo así, por derecho propio, parte significativa e integrante del concepto de Nuevo Mundo.

* Presidente de la Sociedad Dante Alighieri-Comitè de Canarias y del Comité Internacional para las Celebraciones del VII Centenario del redescubrimiento de Lanzarote y Canarias por el navegante italiano Lanzarotto Malocello