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AGUSTÍN ENRIQUE GARCÍA ACOSTA

Nuevos códigos

TRABAJADOR SOCIAL

AGUSTÍN ENRIQUE GARCÍA ACOSTA | 27 de abril de 2024

No hay mucho que decir cuando miles de personas salen a calle y expresan en bloque su preocupación por la conservación del entorno. 

Las decisiones presentes y futuras desde umbrales públicos respecto a temáticas sensibles como la protección de los ecosistemas, el tratamiento de los residuos, un responsable y ordenado crecimiento urbanístico, el desafío de asentar un modelo turístico sostenible, etc., deben diseñarse e implementarse en consonancia de la diversidad de propuestas y planteamientos de la sociedad civil. 

No se trata de reunirse de vez en cuando con un grupo de vecinos para resaltar las cuatro o cinco iniciativas que vienen desarrollando con "esmero y afán" para testar los ánimos del personal.

No se trata de vender lo que nace desde despachos alejados de las actuales realidades sociales que se encuentran sometidas a exigentes procedimientos de índole administrativo.

No se trata de anular con fiereza voluntades que muestran otras perspectivas, otras versiones, otra profundidad de miras. 

No se trata de apostar por la tibieza y una rancia gestión populista postmodernista revestida de humanismo seudo-ecologista.

Hay que concebir con firmeza y consensuar cambios  en la Administración, capacitando una estructura que pueda asimilar y abordar, en tiempos aceptables y con eficacia, las necesidades, prioridades, preocupaciones y aportaciones que los ciudadanos planteen acerca de su barrio, su municipio, su isla... 

Si no incentivamos ese apego mutuo, esa vinculación afectiva a lo rutinario, la capacidad de mejorar las cosas se hace inviable. Sinceramente, creo que se ha avanzado mucho en este aspecto. Ahora suelen ir a algunos foros de debate y reflexión. A pesar de la incomodidad que les produce esta falta de interacción con sustancia, lo cierto es que se percibe cierta tendencia aperturista.

No obstante, no se equivoquen. Estas presencias no se están dando por su insistencia o comprensión de las bondades que ofrece una escucha activa con los ciudadanos. Se han visto en la tesitura de variar un poco el rumbo por nuevos códigos de comunicación (nuevas tecnologías) con un impacto inmediato en la gente. Nuevos códigos y herramientas que están empezando a usar con efectos perversos en términos de una extrema polarización dogmática donde no caben espacios tendentes a acoger lo mejor o más adecuado, sin fricciones contradicciones o prensadas lealtades ideológicas (los anti-tal frente a los anti-cual)

El pánico a que su falta de solvencia quede retratada en las redes sociales o en algún medio digital a través de un comprometido puñado de fotos ha impulsado un salto cuantitativo en las destrezas relacionadas con el "maquillaje público" de sus actos. Les aseguro que no se aborda la cuestión desde paradigmas ideológicos, básicamente obedece a la conveniencia de pulir una estrategia de marketing social. Por supuesto que en los partidos políticos existen personas con una arraigada conciencia comunitaria que pretenden afectar las realidades, que reaccionan con coherencia ante contextos de desigualdades, etc., pero en los marcos relevantes de estas organizaciones las decisiones se vuelven densas, todo pesa en exceso, se miden las consecuencias con obsesión milimétrica.... De ahí la incoherencia constante entre lo que predico y lo que muevo. De ahí la urgencia de ajustar consignas internas, de eliminar la tozudez de variables incómodas. Si carecen de una creencia democrática en las extrañas de su funcionamiento, como vamos a pedirles que nos escuchen con atención y protejan los intereses sociales.                                                                                                                               Me encanta que nos despojemos del acomodo general. Que miles de personas hayan salido a la calle para recordar la esencia ciudadana en comunidad (ciudadano, ser social) solo puede tener una lectura positiva más allá de otros matices más profundos. Me quedo con las ganas de reclamar el derecho a participar, a gritar inquietudes latentes y reivindicar la capacidad de definir horizontes compartidos. Me encanta ese movimiento, ese andar y después hablamos de nuestras cosas. Debemos poner en valor la inquietud mostrada a través del movimiento y la protesta cívica reflexiva, sosegada y bien armada en sus propósitos. 

Sin embargo, me da pavor las declaraciones de "unos" y "otros". En resumen, desde ambas orillas políticas nos vienen a decir "que apoyan sin titubeos la movilización del 20 A". Incluso se atreven a alentarla con audacia, proyectando un siniestro y sibilino anhelo de apropiación... "Unos" predican incertidumbre y desasosiego, resaltando un mensaje xenófobo que solo ellos reconocen. Alimentan el miedo, nos recuerdan las penurias económicas de antaño, tiñendo de gris la pureza del "movimiento ciudadano". Nos hablan de proteger el entorno, pero con cautelas (no se vayan a enfadar y dejen de venir los turistas), centrando sus razonamientos en un efecto nocivo en cadena... Los "otros" se eximen de responsabilidades, plantean una postura de complicidad, cercana a esa figura del "coleguita guay" que tenemos todos en mente. Muestran sin pudor cierta "soberbia ética" amparada en la proclamación de constantes arengas instrumentalizado a ciertos colectivos para que se posicionen en primera línea de batalla.

¡En fin...!. Si no tomamos las medidas oportunas, si no habilitamos una "especie de VAR en la conciencia colectiva" (admítanme el tono sarcástico y el recurso de la analogía futbolera) para descifrar los postulados políticos en materias sensibles para los ciudadanos, mucho me temo que acabarán por pudrir lo que nació para avanzar con integridad hacia otras formas de gestión. 

Obviemos la dureza facial de algunos/as.... Vamos a desencajar las baldosas de esta resignación adquirida, decidamos abandonar las divinidades ideológicas y dejemos de vagar en torno a un eterno y enfermizo desarraigo social.      

 Agustín Enrique García Acosta   

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