Ganado Guanil
LUIS RIVERO
NOTA PREVIA: La Consejería de Medio Ambiente del Cabildo Insular de Gran Canaria (‘gobierno’ de la isla) ha decretado, manu militari, el exterminio de cabras guaniles ( ‘salvajes’ o ‘cimarronas’) de los montes de la isla de Gran Canaria, dándoles muertes (o dejándola a veces mal heridas) por disparos de escopeta. Pero no se trata de una batida de caza selectiva de control de este herbívoro y para su aprovechamiento posterior. No. Se está procediendo a una matanza masiva e indiscriminada hasta el total exterminio de esta especie. Este animal, forma parte de una raza autóctona que es tan antigua en las islas Canarias como la población humana que en ella habita. Algunos estiman que pudo haber llegado a las islas hace 2000 años.
Tachan de ignorantes a quienes rechazamos las matanzas de cabras guaniles que defienden los “expertos”. Yo debo de ser muy, pero que muy ignorante. Estaba convencido de que la biodiversidad era la coexistencia de especies animales y vegetales en su medio natural. Que la cabra y el pastoreo en las islas son tan antiguos como la presencia del hombre en el territorio insular. En mi ignorancia, creía también que en todo este tiempo la ganadería en el archipiélago ha dado como resultado de la evolución de las cabras prehispánicas “tres razas nativas genéticamente diferenciadas”. Y que “las tres razas de cabra autóctona están adaptadas y forman parte de sus respectivos ecosistemas” (esto, aunque soy un ignorante, lo recién leí en algún sitio). Y también tenía entendido que las cabras guaniles o ‘salvajes’ son una variedad autóctona, única en el mundo, que, según algunos que saben más que yo (porque yo soy un ignorante, vuelvo a repetir), destaca como auténtica reserva genética de potencialidades productivas inestimables y de gran resistencia a enfermedades comunes en herbívoros en otras latitudes. Con la desaparición de este recurso genético (a través de su eliminación) se abortan infinidad de posibilidades en investigación, impidiendo las mejoras en nuestro ganado caprino, y en el papel de estos animales en las cumbres (esto me lo dijo un primo mío que es ingeniero agrónomo y de eso sabe un güevo).
Yo creía que el exterminio de esta raza autóctona contradice abiertamente las políticas que desde Europa han sostenido el pastoreo extensivo, subvencionándolo por las políticas agroambientales de la PAC, al ser considerado parte de un ecosistema de explotación sostenible que contribuye a la conservación de los agroecosistemas, la biodiversidad y las razas autóctonas.
La verdad, lo reconozco, debo de ser muy osado para atreverme a pensar que el decretar la matanza de ganado guanil como medida “proteccionistas del medio”, se acerca más a una suerte de talibanismo fitoconservacionista que a medidas de equilibrio y respeto con los ecosistemas en su integridad, y sobre todo: de respeto a estos animales (parte del propio ecosistema).
Parece evidente –eso, hasta un ignorante como yo lo sabe– la conveniencia de compatibilizar las prácticas ganaderas y pastoreo tradicional (y la suelta de ganado así como la subsistencia del ganado guanil en los montes como ha sucedido desde tiempo inmemorial) con la conservación de la biodiversidad vegetal y animal. Es lo que se ha hecho en cientos de años en Gran Canaria. Pero si para eliminar –supuestamente– “los obstáculos” a la repoblación de una especie vegetal se decide el exterminio de una especie animal autóctona es como matar moscas a cañonazos. (O quizás peor el remedio que la enfermedad, no lo sé). Como mismo nos parecería un despropósito que un agricultor la emprendiera a tiros con los mirlos porque se comen las brevas. Pero difícilmente veremos una conducta de este tipo; nuestro hombre del campo sabe –aunque no haya estudiado– que las deposiciones de los pájaros procurarán la fertilidad de la tierra y, eventualmente, el brote de nuevas higueras por la presencia de semillas en sus heces. Y deducirá un rotundo y simple principio: lo que se come, se caga (perdonen ustedes mi rusticidad). A lo sumo, cuando la presencia sea masiva, recurrirá a algún artilugio disuasorio no agresivo ni impactante en el medio o a la introducción de un predador equilibrante (poner un gato en la finca para mantenerlos a raya, para entendernos).
Conviene no olvidar que la cabra guanil es una especie autóctona (perdón, pero la ignorancia es testaruda) y, en cualquier caso, forma parte de esa biodiversidad a proteger. Aunque sé que este argumento es considerado por los “expertos” una reacción emotiva, yo, en mi ignorancia, no puedo dejar de mostrar compasión por esos seres vivos sensibles que son masacrados porque –según esa gente que todo lo sabe– están poniendo en peligro la repoblación de ciertas especies vegetales. Razón poderosa que justifica nuestra reacción instintiva y emocional sobre la desconsiderada supresión de especies; y esto es una respuesta a los que dicen que es algo puramente sentimental…
Algo que cuando sucede en otros lugares, nos merece el calificativo de barbarie; como mismo nos resultan indignantes actuaciones como la del toro de la Vega, el sangriento espectáculo de la tauromaquia o el sacrificio masivo de delfines en Dinamarca… Pero para todo mal hay siempre una justificación por quien lo promueve. No se olvide.
El exterminio de la cabra guanil en Gran Canaria –hay que llamar a las cosas por su nombre– es una atrocidad, se mire por donde se mire. Las imágenes de cabras abatidas a tiros en montañas y barrancos, muertas o malheridas y agonizantes, resulta un espectáculo poco digno de un ser humano que se precie de amar la vida y la naturaleza. Permítanme al menos que desde mi ignorancia así lo exprese. Pero también estoy convencido –la ignorancia es atrevida– que se trata de un tamaño error que contradice los propios fines presuntamente perseguidos.
Si cuando eliminen el ganado guanil del monte comprobaran que las repoblaciones de ciertas especies no prosperan o lo hacen en detrimento de otras: ¿reconocerán que la exclusión de ganado de los espacios naturales puede ser contraproducente para garantizar la biodiversidad, como sostienen algunos?
¿Y si el tiempo demostrara que la ausencia de ganado conduce a un aumento de las especies vegetales más competitivas e invasivas que desplazan a las menos resistentes y disminuye la diversidad (según autorizadas opiniones)? ¿Lo reconocerán o buscarán otro responsable herbívoro? ¿A quién darán la culpa?
Me pregunto cuál será el paso siguiente: ¿acabar con la ganadería tradicional de suelta y trashumancia –la poca que nos queda– porque a su paso ramonean los brotes de alguna planta autóctona digna de protección?
Supongo que si llegara a peligrar la cabaña ganadera, siempre nos quedará el tetravrik y los quesitos en porciones…
En fin, creo que haber dejado claro que, a parte de un ignorante, soy un romántico y un sentimental, nieto de agricultor-ganadero, para más señas. Por lo que sólo me queda instar a los defensores de las matanzas:
¡Compañeros políticos, técnicos y científico-funcionarios, depongan las armas y únanse a nosotros, no tienen nada que perder, excepto las subvenciones!
Firmado: un ignorante