ECOLOGISTAS EN ACCIÓN PIDE REFLEXIONAR SOBRE EL IMPACTO NEGATIVO DE LA CAZA
Ahora que acaba el periodo de caza es una oportunidad de reflexionar sobre esta práctica especialmente arraigada en Lanzarote, que nos acerca a los primeros pasos de la evolución humana cuando era un acto de subsistencia y, por el contrario, nos aleja de la posibilidad de cohabitar con respeto y criterio junto a los seres sintientes con los que compartimos isla.
Esta acción cinegética centrada en matar animales silvestres en determinados periodos conlleva un significativo riesgo para la Salud, el Paisaje, el Territorio, y supone un freno en el avance como sociedad tolerante y respetuosa con el medio del que dependemos.
Las personas que practican la caza deberían recibir cursos o talleres para que sean conscientes del peligro que comporta: el derroche gratuito de plomo con sus consecuencias, incluso para la salud humana, la pérdida de biodiversidad animal y vegetal, el derribo de paredes de piedra seca -declaradas Patrimonio de la Humanidad-, la basura “olvidada”, además de otras conductas irrespetuosas más individualizadas, son consecuencias de esta práctica tan ancestral como no evolucionada.
El conejo, por su naturaleza pone en riesgo la supervivencia de diferentes especies de nuestra flora, algunas de ellas en peligro de extinción, aunque éstas se localicen en zonas protegidas por su alto valor patrimonial como Famara o Timanfaya. El necesario control para solucionar definitivamente la pérdida de biodiversidad vegetal isleña debe de ser una prioridad.
Por otra parte, resulta doloroso el proceder de quienes no dudan en abandonar o soltar sus perros cuando éstos dejan de serles útiles que luego atacan a especies en peligro de desaparecer, como sucede con el corredor sahariano y con la hubara. Aparentemente no se piensa en las graves consecuencias ambientales que genera esta negligencia que, con toda probabilidad quedará impune, ya que no todos los perros van identificados y el silencio entre el colectivo es la norma.
Hemos de tener en cuenta que la nidificación de la hubara depende de la presencia de lluvia. Por ejemplo, en la pasada anualidad los machos de hubara empezaron a bailar a finales del mes de septiembre, cuando está vigente la temporada de caza. Mientras, el corredor sahariano nidifica varias veces al año, por lo que concluimos que el periodo de caza ni siquiera respeta la nidificación de las especies en peligro de extinción.
Muchas veces, los animales que no mueren por los impactos de las balas lo harán por intoxicación, cuyos cadáveres ingerirán otros animales que seguirán contaminando porque el plomo permanece en el cuerpo y en el medio físico durante cientos de años.
Las piezas de caza que se consumen en Lanzarote, pueden almacenar plomo en sus organismos que con la maceración y cocción se facilita la liberación de esas partículas de plomo y que finalmente ingerimos, con el consiguiente peligro para nuestra salud.
No nos olvidamos de las pardelas, que como especia amenazada y protegida furtivamente sigue siendo cazada y sometida a desorientación con las luces del litoral.
Finalmente advertimos el riesgo que se deriva de permitir que una persona de 14 o 15 años maneje un arma de fuego, edad a la que no se le considera mayor de edad, no se le permite votar en las elecciones políticas, ni aún conducir, pero sí manejar un arma.