Tenemos la obligación de construir un movimiento

No tenemos alternativa. Mientras la situación social, política y ambiental es cada vez más insostenible para la mayoría social e inaceptable para aquellas personas que exigimos justicia social, la estructura de poder que lo fomenta se encuentra intacta.

El bipartidismo (o tripartidismo) ha resistido. El ciclo de protestas y desencanto político derivado de la crisis económica no ha sido suficiente para tambalear la estructura del poder existente. La pretendida canalización electoral de esa protesta ha fracasado en sus objetivos, siendo hoy el territorio estatal mayoritariamente azul popular, salvo curiosamente, pero no casualmente, aquellos territorios con soberanismos más arraigados.

Se demostró que no era ni es tan fácil asaltar las instituciones, y menos cuando no se tienen estrategias combinadas en otros campos de la lucha política tan o más importantes que el electoral. Incluso sin este enfoque múltiple, pudiendo llegar a gobernar seguirías siendo tremendamente vulnerable a otros poderes como el económico y el mediático.

Además la vía institucional se encuentra limitada por un techo que corresponde con los espacios ideológicos de la población, y que se trata de superar mediante la moderación y los discursos ambiguos, entrando en un juego de representación, no de transformación. Un juego en el que te atas de pies y manos condicionando tu política a las encuestas, a las ganancias y pérdidas de apoyo electoral. ¿Es posible hablar del cambio sin transformación? ¿Existe un cambio real sin afectar en las mentalidades y concepciones instaladas en la sociedad? 

Así hoy nos encontramos en un Estado Español irreformable, con un bloqueo donde el paso del tiempo beneficia claramente a la derecha, ya sea en su vertiente más conservadora o socioliberal, que no solo no tiene miedo a unas nuevas elecciones, sino que se plantea seriamente el repetirlas para culminar su triunfo sobre los partidos antes emergentes, ahora descendentes, que de una visible oposición ahora se contentan con servir a los pactos de la vieja política.

Con este nuevo triunfo del neoliberalismo, no solo en nuestro país y en el Estado, sino a nivel global, se abre otra etapa en la que la izquierda tiene necesariamente que replantearse y adaptarse a las nuevas circunstancias. Vivimos en un mundo con una creciente desigualdad, precarización, mercantilización, con la desposesión y el anti-humanismo como única manera de continuar con este sistema irracional. La oligarquía ha roto unilateralmente con el sueño de la clase media, de la movilidad social, con su retórica meritocrática y al mismo tiempo está creando las condiciones materiales y acumulando la frustración necesaria para el surgimiento de una nueva respuesta popular. La embestida ha derrotado a la socialdemocracia cuya única solución pasaba por una vuelta al pasado y una resistencia que no es realista con el actual equilibrio de fuerzas.  Incapaz de convencer, y copada de intelectuales poco comprometidos con la transformación, sino en todo caso con una defensa de lo público que les da de comer, el desencanto encuentra en el islamismo y la ultraderecha una forma de expresarse.

Una conclusión está clara, no vale con lo que se ha estado haciendo hasta ahora, pero tampoco sirve culpabilizar a la gente a la que no se ha conseguido llegar generando más rechazo, y mucho menos rendirse. Ante la dura realidad y los factores externos que no podemos controlar, siempre tendremos una capacidad de maniobra, aquello que podemos hacer.

Por nuestra parte, en este archipiélago dependiente y colonial, tenemos claro que los problemas estructurales solo pueden resolverse con soluciones estructurales. Si el modelo productivo que tenemos, profundamente dependiente, es el causante de grandes problemas como el paro y pobreza, tendremos que cambiar el modelo productivo. Si el sistema socioeconómico actual es el causante de profundas desigualdades, tendremos que cuestionarlo y plantear alternativas.

En ANC hemos hecho la tarea, asumiendo nuestras contradicciones heredadas como corriente política hemos dado un salto cualitativo y nuestra apuesta está clara. El enfoque más adecuado para la superación de la situación actual es la construcción de un movimiento.

Queremos y necesitamos un movimiento político que potencie estrategias realistas, fructíferas y a largo plazo, acabando con la miopía cortoplacista que tanta frustración y desencanto han generado al abandonar lo necesario por urgencias electorales. Un movimiento que sirva para construir la infraestructura y la base social que empuje a la transformación, que alimente a un pueblo desnutrido políticamente, que dé la batalla de ideas en todos los campos de la vida social. Un movimiento que sirva para dejar de estar a la defensiva y empezar a socavar, de todas la maneras posibles, todos los pilares en los que se asienta la injusticia. Todo ello partiendo de que en Canarias solo funcionarán planteamientos que estén autocentrados, apegados al territorio y a la vida cotidiana de las clases populares que no solo pretendemos representar, sino de la que somos parte. 

Sin embargo, un movimiento de estas características no lo podemos construir solos. Tenemos que confluir, puede que con colectivos y con gente que quizás no comparten al completo nuestra ideología, pero con la que tenemos importantes objetivos en común que nos permitirán avanzar gradualmente hacia la soberanía y el empoderamiento de las clases populares.

 

Jesús Arvelo, Coordinador General de ANC.