Carta abierta a Mariano Rajoy
ALBERTO SOLER MONTAGUD: Aquí no hay brotes verdes que valgan ni luz al final del túnel, mientras la parsimonia y la templanza (pachorra e ineptitud en realidad) de quien preside el Gobierno de España, nos mantengan en esa oscura gruta que no avanza hacia afuera sino hacia abajo, donde todo son tinieblas.
Señor Presidente:
Como no quiero ser descortés, al escribir esta carta no pondré mi empeño en manifestar el respeto que usted me inspira sino el que protocolariamente le corresponde por ser el presidente de Gobierno del país donde nací, donde vivo y donde pago –con subjetiva sensación de expolio– unos impuestos que hacen justicia a la etimología del verbo imponer (impuesto es su participio) en lo que a castigar, sancionar, obligar y escarmentar respecta.
He decidido escribirle debido a la situación de descontrol que padecemos tras perder un rumbo que no se si algún día tuvimos, al menos siendo usted presidente. No me andaré con rodeos y voy a pedirle de entrada (tómelo como un consejo, por favor) que dimita y convoque elecciones anticipadas, no sin antes promulgar un decreto ley (algo que, al menos, me consta que sabe hacer por la mayoría absoluta que detenta) en beneficio de la democracia y de los españoles.
Redundaré en este decreto al final de mi escrito, pero antes, quiero decirle que sus promesas electorales han sido un fiasco para quienes le creyeron, votaron y ahora sufren la exasperante pasividad con que gobierna. La política económica de su equipo, señor Rajoy, no ha dado resultados satisfactorios. El paro ha alcanzado unas cotas altamente alarmantes y aunque sus ministros den muestras de un inapropiado optimismo, las medidas de austeridad que nos han impuesto, han devenido en fracaso.
No van a surgir brotes verdes ni veremos luz ninguna al final del túnel, mientras su parsimonia y templanza (pachorra e ineptitud en realidad) nos mantengan en esa oscura gruta que avanza hacia abajo, donde todo son tinieblas, y no hacia un exterior pletórico de luz y de esperanza.
Para mas inri, señor presidente, estamos sufriendo las consecuencias de una pertinaz corrupción que ha hecho de España el hazmerreír del mundo y ha convertido al PP en una panda de presuntos con siglas, para escarnio de los honrados votantes, militantes y políticos del partido de la gaviota (que los hay y, me consta, son mayoría) que están hartos de que usted no ataje de cuajo tan vergonzosa lacra en la que, para colmo de males, un ex secretario y unos impertinente papeles, le involucran como presunto receptor de sobresueldos.
No nos engañemos presidente, la hora ha llegado y Luis Bárcenas –dueño y señor de su destino– ha decido cargar contra usted y contra el que fuera su partido. Todos sabíamos que ese señor, ex secretario y ex gerente del PP, era una bomba de relojería que se activaría apenas pasara un par de noches en la cárcel. Y así ha sido. La estrategia de Bárcenas ha dado un cambio tan rotundo tras su ingreso en Soto del Real, que incluso sus propios abogados han renunciado a defenderlo.
Una fiera enjaulada es capaz de hacer cualquier cosa, cualquier barbaridad, sobre todo si está rabiosa. Por eso entiendo que esté muerto de miedo, señor Rajoy, desde que El Mundo publicara ese par de folios de los originales de unos documentos cuya existencia su partido siempre negó. También me imagino cómo y de qué magnitud habrá sido su pavor al escuchar a Miguel Durán decir que “Bárcenas se ha ratificado en todas las acusaciones y tiene suficiente información para hacer caer al Gobierno actual”.
Sin embargo, erre que erre, se mantiene usted en sus trece y en ese pacto de silencio que ha hecho consigo mismo y sólo Dios sabe con quien más y por qué.
¿Por qué se calla, señor Rajoy?
¿Por qué no da la cara y se defiende en lugar de guardar silencio mientras otros (como Carlos Floriano) le excusan al amparo de paranoicas insidias y confabulaciones contra su persona y su partido?
¿Por qué no nos ofrece, señor presidente, una explicación que justifique la aparición de su nombre, y el de muchos altos cargos del PP, en los papeles de Bárcenas como presuntos perceptores de sobresueldos? Clama al cielo una aclaración por su parte, en lugar de mantenerse agazapado con un cobarde silencio.
Son mayoría los militantes y políticos honrados del PP que hoy sienten vergüenza, porque son gente decente que nunca ha recibido un sobre lleno de dinero y no quieren, por generalizaciones gratuitas, ser incluidos en un grupo al que no pertenecen.
Los votantes engañados y los que no le votaron se lo piden. Igualmente la oposición e incluso algunos militantes emblemáticos de su propio partido como Esperanza Aguirre que acaba de manifestar que “si ha habido irregularidades en la financiación, tendremos que reconocerlo, explicarlas y pedir perdón a los ciudadanos, [porque] ser los primeros en hablar claro nos dará una ventaja moral y es muy importante que nos adelantemos a la justicia”.
Es incomprensible que se siga haciendo el loco, señor Rajoy, porque no lo está y sólo tiene miedo.
Del mismo modo, me parece una burla que el PP continúe, como si nada ocurriera, con el trámite de una Ley de Transparencia que ahora cobra un especial sentido, cuando miembros del PSOE, Izquierda Plural y el Grupo Mixto han renunciado a acudir a una reunión convocada a tal efecto hasta que la Diputación Permanente decida si va a pedirle que comparezca, como presidente del Gobierno, para dar explicaciones por el caso Bárcenas.
Que una ley de transparencia dependa del Partido Popular (por ostentar mayoría absoluta) , es ahora tan grotesco como que un congreso de pirómanos decidiera las medidas a adoptar para evitar incendios forestales provocados.
Al principio de esta carta, cuando le pedía que, al amparo de la mayoría absoluta que le otorgaron las urnas, promulgara un decreto ley de despedida, me refería a un cambio de la actual ley electoral que posibilite unas listas abiertas en las que sea fácil votar a quien se desee, y sobre todo, imposible votar a quien no se quiera dentro de una lista de candidatos.
Una ley que otorgue el número de diputados que corresponda a cada formación política dependiendo sólo del número de votos obtenidos en todo el Estado y no en la circunscripción en que se hayan emitido.
Y ya por último, una ley que permita instaurar la modalidad del voto negativo, es decir, que un ciudadano descontento pueda votar contra un candidato del mismo modo que ahora puede hacerlo a su favor. Considere, señor Rajoy, que con esta medida (el voto negativo) muchos de los nueve millones de ciudadanos que se abstuvieron de votar en las últimas elecciones, habrían acudido a las urnas si hubieran podido emitir un voto negativo que se le restara (en vez de sumar) a un candidato al que no quisieran ver sentado en un escaño por estar imputado por corrupción o por cualquier otro motivo. Si a tantos votos recibidos a favor les pudiéramos restar tantos votos negativos en contra, el resultado ofrecería un total que, entiendo, no sería de su agrado ni del agrado de ningún partido mayoritario ya que, en ese caso, por poner un ejemplo, usted no habría ganado las elecciones de 2011; al menos no por mayoría absoluta.
Llega el momento de despedirme, señor Rajoy, y quiero hacerlo con el ruego de que no vea connotaciones peyorativas contra su persona en nada de lo que he expuesto en una carta que he escrito desde el hastío y en base a unas profundas convicciones y respeto a los derechos de mis conciudadanos, entre quienes me incluyo.
Atentamente,
Alberto Soler Montagud, médico y novelista.