MPAIAC entre Canarias y Venezuela
FRANCISCO JAVIER GONZÁLEZ
Estaba por tierras portuguesas el día en que el libro MPAIAC entre Canarias y Venezuela de mi amigo y compañero Fructuoso Rodríguez se presentó en mi ciudad de Aguere. Hubiera sido un placer para mi acompañar a Fructuoso ese día, aunque el libro lo conocía bien, no en vano Fructuoso me hizo el honor de que se lo prologara. Es un viaje emocionante y con muy hermosos testimonios gráficos de una parte escasamente conocida de la lucha por la liberación de esta colonia que se desarrolló en la hermana Venezuela.
He visto en algunos medios que ha causado polémica. Eso es bueno en esta sociedad nuestra amodorrada, ignorantada y, como decía Manolo Alemán, neblinada. En este aparte copio el prólogo que escribí para el libro en que expreso mi criterio ante el mismo.
Guste o no guste, demuestra que estamos vivos y que la lucha continúa.
PRÓLOGO
“Enterrar la memoria histórica de un pueblo es desarmarlo frente a la opresión, es enterrarlo a él mismo”. Estas palabras de Sekou Turé explican el intento de todos los colonialismos que en el mundo han sido de separar a los pueblos dominados de su memoria. Borrar la historia del colonizado es la clave de la continuidad de la colonización y, por lo mismo, recuperar esa memoria es la primera y más esencial arma en la lucha por la descolonización. Todo acto de conquista y dominación de un pueblo por otro es, por principio, antihistórico. Se trata justamente de separar al dominado de su historia y sustituir su memoria raíz por otra falsamente implantada. A veces el dominador exógeno lo consigue y el pueblo dominado desaparece como tal, pero siempre que queden rescoldos de aquellos fuegos, siempre que en el colonizado subsista una memoria del pasado –a veces la simple necesidad de autoreconocerse- no será total el dominio y quedará la esperanza y el anhelo de libertad porque, como afirmaba el español Pi y Margall, presidente que fue de la Primera República Española: “No se adquiere la propiedad de los territorios conquistados, ni aún con la prescripción de los siglos” y el pueblo que guarda esa memoria recuperará su lugar en la historia.
El gran verseador, de los que podía “cantar alantre” en una “juelga” de tambores, el gomero de Alojera Lucas Mesa Cabello, nos cantaba en su “Romance a la Gomera”:
La Gomera tuvo historia pero no se la escribieron.
La historia de La Gomera se mantiene en el silencio,
el motivo no lo sé, pero yo me paro y pienso:
pueblo que no tenga historia, para mí es un pueblo muerto
Ni Gomera ni el conjunto de Canarias son “pueblo muerto”. Tuvieron y tienen historia y también quienes apalabren esa historia. El problema es, de nuevo, la realidad de la colonialidad, con los centros de enseñanza, con los medios de comunicación y con toda la estructura cultural al servicio de la continuidad de la colonización. El creador, el escritor, el historiador, el intelectual –y todos somos “intelectuales” pues, como nos aclaraba Gramsci, “no hay actividad humana de la cual se pueda excluir toda intervención intelectual”- no son seres asépticos ni están aislados en urnas de cristal. Están inmersos en una realidad social a la que no pueden ignorar. Cuando esa realidad social está formada por explotadores y explotados solo caben dos posturas. O se apoya al sistema o se intenta transformarlo. Cualquier posición supuestamente intermedia es, de facto, un apoyo al sistema y eso es tan válido para la explotación que supone el capitalismo financiero como para la que supone la expoliación colonial, o tal vez más real incluso en esta última por la duplicidad que supone.
Para el marxismo la historia es el desarrollo de la lucha de clases, pero para que esa lucha sea efectiva, para que la historia avance, es imprescindible que las clases oprimidas tomen conciencia de sí mismas, de su opresión. El opresor, sabe que lo es, pero el oprimido, el colonizado, tiene, como decía Manolo Alemán Álamo en su “Psicología del hombre canario”, neblinada la mente. La colonización ha logrado que muchos canarios crean ser lo que no son –ni serán- estar donde no están y, lo que es más grave y ya apuntaba Secundino Delgado, mostrar amar a quien los oprime, falsedad sentimental en la que los españoles han sido maestros a lo largo de los siglos hasta lograr incluso que sus desharrapados y explotados gritaran jaleando el regreso de su Rey absoluto Fernando VII ¡Vivan las Cadenas!, grito que simultaneaban con otros aún más expresivos como: ¡Muera la libertad y vivan las cadenas! ¡Viva el rey absoluto y vivan las cadenas! y con degradantes actos como los sucedidos en Valencia a la llegada del sátrapa Borbón en que el populacho desengancha los caballos del carruaje real para uncirse ellos mismos como bestias de tiro. No somos esos lacayos. Tenemos que entender que no le debemos nada a España ni a sus reyes y gobiernos. Todo lo contrario. Esta tierra se ha desarrollado a base del esfuerzo, el sudor y la sangre de los canarios que hemos sido capaces de avanzar a pesar del continuo expolio a que se someten nuestras riquezas.
El sistema tiene los medios de perpetuar los mitos en que se basa su dominación, que en nuestro caso van desde ser “la frontera sur de Europa”, el aplatanamiento o la desaparición del guanche al ¿de qué vamos a vivir si somos independientes? Es la tarea del intelectual revolucionario destruir toda esa mitología y sustituirla, no por nuevos mitos, sino por la verdad que es lo que nos hará libres. Es la tarea de escribir y reescribir nuestra historia, sabiendo que hemos perdido batallas pero que ganaremos la guerra por la libertad individual y colectiva. En ese camino, los testimonios directos de los que han luchado –y siguen haciéndolo- por esa libertad, como es el que ahora nos ofrece Fructuoso, son los teniques firmes para cimentarlo. Que no se nos diga que estos testimonios son parciales. ¡Claro que lo son! y nadie pretende negarlo, pero son reales, auténticos, vividos. Son también parte de esa lucha por romper los mitos coloniales, por mostrar a todos que este pueblo está muy lejos de estar muerto y que nos hemos ganado el derecho a mostrar esa realidad.
Durante la etapa de la II República Española los movimientos de liberación social y nacional en Canarias fueron, poco a poco, ganando fuerza, sacudiéndose de la modorra inducida por el gobierno español y sus lacayos criollos que actuaban de medianeros de la finca colonial, entendiendo que en las condiciones sociales y políticas del Archipiélago las clases trabajadoras deberían enfrentarse a la explotación desde una perspectiva socialista y nacional canaria. Así el Pacto de Frente Único Revolucionario que firman en Las Palmas el 3 de marzo de 1934 las Delegaciones de los Partidos y Juventudes Comunistas y Socialistas y de la Federación de Sindicatos Obreros se plantean que “Las tareas de estos Comités es la de emprender inmediatamente la lucha por las reivindicaciones siguientes”… y ahí, en su Punto 4º figura la de "Por la liberación de Canarias de la opresión del imperialismo español y el derecho a la autodeterminación hasta su constitución en Estado independiente si tal fuese su voluntad". La Guerra de España ahogó en sangre, como apunta Fructuoso en el texto, todo ese movimiento libertario. Yo viví el miedo de los años de plomo del fascismo hispano. En mi propia familia no se podía nombrar a los dos tíos que tenía en Fyffes, al que estaba recluido en el Campo de concentración de Gando o al exiliado en México. Mi madre iba a escondidas a llevarle un bocadillo al hermano que estaba encerrado por la noche en el campo de “La Trilladora” de La Laguna para, por la mañana, salir todo el batallón de presos a dar pico y pala para las carreteras de la cumbre hacia Anaga. Todo era miseria, miedo, silencio y oscuridad. Algo de luz llegó por primera vez desde Venezuela alrededor de 1956 en que mi tío Ramón Pérez Suárez- integrante con otro marino lagunero Erasmo García, con Julio Bastarrica y otros canario-venezolanos del incipiente MIC- nos remitía algunos panfletos en que pedían a los canarios allí emigrados que no mandaran bolívares que alimentaban al franquismo, petición que también hacía el sector caraqueño del Movimiento Autonomista Canario MAC que, como me confirmó en su día José Manuel de Villena Quintero –el abogado de los canarios en Caracas y, más tarde, de los independentistas en Tenerife-, terminó por confluir con el MIC. Todo empezó a cambiar cuando los españoles asesinaron en la cárcel de Barranco Seco en 1959 a Juan García Suárez “El Corredera” que, prácticamente, todo el pueblo entendió como una agresión española hacia los canarios. De ahí arranca el “Movimiento Canarias Libre”. Con los bufetes laborales de Antonio Cubillo en Tenerife y Carlos Suárez “Látigo Negro” en Gran Canaria, el apoyo de los hermanos Cantero Sarmiento –Arturo y Jesús- y de militantes cercanos al PCE como Sagaseta y el “Grupo de Arenales”, el movimiento de C.L, fuertemente influenciado por los movimientos de liberación africanos y por la Revolución Cubana, plantea la situación colonial de Canarias con la consiguiente necesidad de su independencia y entiende la necesidad, a pesar de su complejidad, de la lucha armada para alcanzarla. Es también CL la primera partera de nuestra bandera: La madre de los Cantero, Dª Mª del Carmen Sarmiento Valle, para una fiesta del Pino en Teror, hace cientos de banderitas con tiras de papel con las franjas verticales blanca, azul y amarilla que se lanzan a la calle y el público asume. Luego el MPAIAC en Argel añadirá las siete estrellas verdes formando la que hoy constituye nuestra bandera nacional. Con las detenciones masivas y los encarcelamientos de CL de 1962 acaba este primer brote del independentismo canario actual, pero su desarticulación y la salida –obligada por la persecución policial española- de Antonio Cubillo hacia el exilio, recalando en Argel en 1963 y la posterior creación del MPAIAC en la capital argelina en 1964 y, sobre todo, el salto cualitativo que significa el reconocimiento en 1968 por la OUA de la africanidad y el carácter colonial del Archipiélago Canario y del MPAIAC como Movimiento de Liberación son, de hecho, el inicio de otro período que alcanza su apogeo con el nacimiento en 1975 de “La Voz de Canarias Libre” y sus emisiones desde Radio Argel.
El impacto que La Voz de Canarias Libre causa en Canarias es tremendo. En el relato de Fructuoso se refleja lo que fue ese impacto en su familia cuando, en sus propias palabras, su hermano Berto “entra en tromba en el edificio y me grita: “¡están hablando de la independencia de Canarias por la radio!”. Sucedió lo mismo en miles de hogares canarios. La “radio de Cubillo” que comenzaba con las estrofas de la ácrata Varsoviana con su “A las barricadas, a las barricadas…” y la voz de Antonio que comenzaba con su “Ahul fell-awen imidawen” ocupó el lugar de la también proscrita “Pirenaica” y de “La Internacional”. Se reunían incluso corrillos en todas las islas en casa de algún vecino para escuchar su peculiar estilo propagandístico que machacaba en hierro al rojo maleable, porque se sumaba a los regresos de los canarios afincados en el Sahara y, como Fructuoso y su familia, fueron muchos los que tomaron conciencia de que Canarias no estaba en aquel recuadrito del Mediterráneo en que nos colocaban los mapas escolares españoles, sino en una orilla al noroeste africano y que, para llegar hasta aquí desde España, había que atravesar todo Marruecos de norte a sur. Se confeccionaron banderas con más voluntad que acierto hasta que se normalizó la posición de las estrellas en círculo y se pintaron por paredes y carreteras. Para que duraran más tiempo las confeccionadas con tela que se colgaban de los puentes de la autopista del norte en Tenerife había que acompañarlas de fajos de velas pintadas de canelo para simular cartuchos. Simultáneamente a esa efervescencia revolucionaria se fundaron sindicatos como la CCT –definido claramente como independentista- y el SOC, y dentro del MPAIAC se crea la Comisión de Cultura con el impulso y el trabajo de hormiga de Hermógenes Afonso “Hupalupa” autor de los versos que dejaba en la librería/bazar de Fructuoso padre y, posteriormente y con el principal motivo de apoyar a los presos políticos que iban aumentando día a día se crea “Solidaridad Canaria”.
El 1 de noviembre de 1976, a tres meses del asesinato de Bartolomé García Lorenzo por la policía colonial española en medio de una durísima represión y coincidiendo con el aniversario del inicio de la guerra de liberación de Argelia, el MPAIAC inicia, con un petardo en el Corte Inglés de Las Palmas, la campaña de “Propaganda Armada”. Ese es el panorama de fondo a que se refiere Fructuoso en su obra. Al poco tiempo el Partido de los Trabajadores Canarios PTC se separa del MPAIAC al considerar que las acciones armadas –que nunca llegaron a pasar del nivel propagandístico- tendrían que diseñarse, elegir los objetivos y dirigirse desde Canarias y no desde Argel, pero nunca se rechazó por el PTC –que tenía a Julio Bastarrica como máximo responsable- ni la propaganda armada ni la posibilidad de la lucha armada si se daban las condiciones objetivas, siguiendo así la estela del Movimiento Canarias Libre y de las independencias africanas con el ejemplo de que en la reciente guerra de liberación de Guinea-Bissau del colonialismo portugués la ONU afirmaba la legitimidad de las luchas de liberación en África. Como afirmaba Pedro Albizu Campos -el puertoriqueño llamado “El último libertador de América”- en frase falsamente atribuida a Simón Bolivar: “Cuando la tiranía es la ley, la revolución es el orden”. No es, pues, de extrañar que los patriotas canarios en Venezuela optaran por prepararse para la lucha que se avecinaba y es en ese marco en que se inscribe la peripecia americana de fructuoso.
El Atlántico que une América con África es una vía de ida y vuelta entre Canarias y aquellas tierras donde los canarios hemos vivido, amado, luchado, muchas veces muerto y otras, muchas más, echado nuevas raíces y tomado como la patria de acogida en que desarrollar los sueños de vida y las ansias de libertad. Esto es especialmente real en los casos de Cuba y Venezuela desde los inicios coloniales al día de hoy. No podemos olvidar que en Venezuela los “blancos de orilla” –siempre enfrentados con los mantuanos- desde el Generalísimo Francisco de Miranda al Presidente José Antonio Páez pasando por el “General del Pueblo Soberano” Ezequiel Zamora que se subleva en Guambra con un llamado a “hacer la guerra a los godos” y conquistar para los desheredados de la fortuna “tierra y hombres libres” eran todos ellos de esa casta de canarios despreciados por el poder colonial. ¿Cómo entonces podía faltar el apoyo a la idea de independencia de Canarias de revolucionarios auténticos, de luchadores por la libertad, intelectuales guerrilleros como Alvaro Carrera? También la solidaridad revolucionaria es de ida y vuelta y la historia siempre paga sus deudas.
Este libro de Fructuoso nos trae una parte de esa historia venezolana del independentismo que alguien, algún día, tendrá que apalabrar completa, con sus organizaciones como el MAC, el MIC, la “Guañac Canaria”, la APIC, la CONAINCA, el “Consejo de Guaires” y el propio MPAIAC y personajes tan interesantes y luchadores como Benicode –compañero en Fyffes de mi tío Luis- , Julio Bastarrica, José Manuel de Villena, Estrada Mirabal, Francisco García “el de Coche”, Arafo, Mario Pérez, Juan Morales y el largo etcétera de canarios que desde aquella república americana lucharon por la libertad de esta tierra y nos trae esta memoria cuando, otra vez aquí en la patria, llegan tiempos que barruntan nuevas represiones y, por lo mismo, nuevos tiempos de lucha pero, como en el “Ach Guañac” de Taburiente, sabemos que el futuro se asienta sobe “un mar azul que brilla con siete estrellas verdes”
Francisco Javier González
Gomera, abril de 2015